Entre 2022 y 2023 el índice de Gini empeoró en 1,2 puntos porcentuales, siendo uno de los pocos países, junto con Colombia (+2,4 pp), que vio un aumento en la desigualdad durante este período.
Uno de los principales factores que han influido en este estancamiento es la disminución de la inversión. A pesar de que Uruguay ha mantenido un entorno político relativamente estable y atrayente para la inversión extranjera, la incertidumbre global y la inflación han llevado a una caída en la confianza de los inversores. Además, la guerra en Ucrania y sus repercusiones en los precios de las materias primas han afectado negativamente a la economía uruguaya, que depende en gran medida de la exportación de productos agropecuarios.
La inflación afecta desproporcionadamente a los sectores de menores ingresos, quienes destinan una mayor parte de sus ingresos a bienes de consumo básico. Esto ha llevado a un aumento en la pobreza y ha exacerbado la desigualdad existente.
En cuanto a las políticas fiscales, el gobierno uruguayo ha enfrentado desafíos significativos para equilibrar el presupuesto. La necesidad de mantener el gasto público ha llevado a una carga fiscal elevada que, en lugar de fomentar el crecimiento, ha limitado la capacidad del Estado para invertir en programas sociales y en infraestructura. Esta falta de inversión en áreas clave como educación, salud y vivienda ha perpetuado la desigualdad, ya que los sectores más desfavorecidos no han tenido acceso a las mismas oportunidades que los más privilegiados.
La desigualdad en Uruguay se ha visto reflejada en el aumento de la brecha entre los ingresos de los sectores más ricos y los más pobres. A pesar de los esfuerzos realizados en años anteriores para reducir esta brecha, la falta de crecimiento económico y la alta inflación han llevado a que los más ricos mantengan su nivel de ingresos, mientras que los sectores de menores ingresos han visto reducidas sus posibilidades de mejorar su situación económica. Esto ha resultado en una polarización aún mayor en la distribución del ingreso en el país.
Además, el mercado laboral ha mostrado signos de debilidad. La creación de empleo ha sido insuficiente para absorber a la población en edad de trabajar, y la calidad del empleo generado ha sido un problema persistente. Muchos de los nuevos empleos son de baja calidad, con salarios insuficientes y escasa protección social. Esto ha contribuido a la precarización del trabajo y ha limitado las posibilidades de los trabajadores para salir de la pobreza.
El estancamiento económico en Uruguay entre 2023 y 2024 ha sido provocado por la disminución de la inversión tangible , la carga fiscal elevada y la debilidad del mercado laboral. Estos factores han contribuido al aumento de la desigualdad, que se ha visto exacerbada por la falta de políticas efectivas que promuevan una distribución más equitativa de la riqueza. Para revertir esta situación, es fundamental que el nuevo gobierno implemente estrategias que fomenten el crecimiento inclusivo, invirtiendo en educación, salud y programas sociales que beneficien a los sectores más vulnerables de la sociedad.
De acuerdo al informe del Instituto Cuesta Duarte sobre la evolución de la actividad económica en el segundo trimestre de 2024, en Uruguay la desigualdad persiste y el problema no se ubica en el desempeño de la economía en términos macro, sino en la modalidad del crecimiento y fundamentalmente en la distribución.
Según el ICUDU, la economía uruguaya tiene un Producto Bruto Interno que en el segundo trimestre de 2024 se ubica 3,8% por encima del nivel pre pandemia, mientras que la masa salarial real se encuentra entre un 2,5% y un 3% por debajo de su nivel de 2019. El desempeño durante la crisis, y en particular en el período de recuperación, no ha afectado ni a todos los sectores ni a todas las personas por igual. Mientras algunos sectores se ubican muy por encima de los niveles previos a la pandemia, otros todavía están por debajo. La desigualdad en el proceso de recuperación implica, por un lado un traslado de ingresos de los sectores asalariados a otros sectores, a la vez que dificulta la recuperación de indicadores sociales que hacen a la calidad de vida de las personas como son los índices de pobreza.
El problema entonces se ubica no tanto en el desempeño de la economía en términos macro, sino en la modalidad del crecimiento y fundamentalmente en la distribución de sus frutos, donde se pueden visualizar claros ganadores y perdedores.
Los números, incontrastables. Vino plata, pero quedó arriba entre los malla oro. El famoso derrame briló por su ausencia. Exactamente igual que en gobierno de Lacalle Herrera. La rebaja salarial y por ende de las jubilaciones es innegable, y basta con comparar semana a semana el poder de compra de la gente en supermercados y ferias, y encima con el clásico remarcaje de precios de las fiestas. Preguntar a cualquier feriante cómo le vienen las ventas. Y alguno siguen preguntando por qué perdimos?