Uruguay se ha enorgullecido históricamente de contar con un ecosistema de medios plural, con profesionales reconocidos por su rigor y su capacidad crítica. Sin embargo, en los últimos años, el sector atraviesa un proceso silencioso pero profundo: la pérdida creciente de trabajadores calificados, un drenaje de talento que interroga sobre la capacidad real del sistema mediático para sostener estándares de calidad y cumplir con su rol democrático en un país pequeño, con un mercado estructuralmente limitado.
La precarización laboral, la concentración de medios, la irrupción de plataformas digitales y el deterioro económico de las empresas periodísticas han generado un entorno de inestabilidad permanente que empuja a los profesionales a buscar mejores horizontes en otros rubros o directamente emigrar. Muchos de los periodistas más formados hoy trabajan en comunicación corporativa, organismos internacionales, agencias privadas o consultorías, donde los salarios y las condiciones superan ampliamente lo que puede ofrecer una redacción local. Esa sangría no solo erosiona la capacidad de investigación y análisis, sino que fragmenta la memoria profesional de los equipos.
La pregunta es inevitable: ¿puede el sistema uruguayo absorber esta pérdida constante sin deteriorarse? La respuesta, si bien matizada, es preocupante. Los medios pequeños tienen escasa capacidad financiera para contratar periodistas experimentados, mientras que los grandes grupos, incluso con músculo económico, reducen personal o lo reemplazan por perfiles jóvenes, polivalentes, con menos tiempo de formación y bajo presión para producir más contenido en menos horas. La lógica de la inmediatez domina sobre la profundidad, y el oficio se vuelve rehén de métricas de clics y tendencias efímeras.
Este fenómeno se agrava por el tamaño del país: Uruguay no posee un mercado extenso capaz de sostener múltiples redacciones robustas, ni un ecosistema académico-industrial que pueda regenerar talento a la velocidad necesaria. La industria necesita profesionales especializados en economía, datos, judiciales, política internacional, tecnología, ambiente; pero esas áreas son justamente las más afectadas por la fuga de periodistas consolidados. El resultado es un debilitamiento del debate público, con menos voces informadas y más espacios ocupados por opinadores sin responsabilidad profesional.
En paralelo, la dependencia creciente de contenidos producidos fuera del país —agencias internacionales, comunicados oficiales, discursos institucionales editados sin contraste suficiente— reduce la autonomía de los medios locales. Al disminuir la capacidad de verificación por falta de personal capacitado, aumenta el riesgo de desinformación, errores y narrativas poco cuestionadas. Es un terreno fértil para la manipulación, voluntaria o involuntaria, y un golpe directo a la calidad democrática.
La democracia requiere una prensa fuerte, diversa y profesionalizada. Cuando esa columna se debilita, no solo pierde el periodismo: pierde la ciudadanía, que ve deteriorado su derecho a estar informada con seriedad y contexto. La pérdida de profesionales no es un problema interno del gremio; es un alerta para todo el sistema institucional.
Si Uruguay quiere preservar la integridad de su esfera pública, deberá fomentar políticas que apoyen al sector: incentivos a la capacitación, fondos para el periodismo de investigación, estímulos a la sostenibilidad de medios independientes y marcos laborales que desalienten la precarización crónica. El talento periodístico no es un recurso infinito y su erosión, si no se enfrenta, puede dejar al país con un paisaje mediático empobrecido y a merced de intereses que poco tienen que ver con el bien común.
El desafío está planteado: reconstruir, retener y valorar a quienes sostienen día a día uno de los pilares esenciales de la vida democrática.


¡Ah; qué tiempos, aquéllos del siglo pasado, con los canillitas pregonando los diarios! «¡País, Día, Mañana, Debate!» «¡Plata, Acción y Diario!»
Recuerdo también a Omar De Feo en Radio Carve conduciendo «Tomándole el pulso a la República».
El periodista uruguayo es un excelente profesional , todavía no conocemos de casos de que se hayan vendido a algún partido político