En el país, se dice que hay muchos doctores, pero ello no es cierto. Puede haber muchos abogados o médicos, lo cual ha creado confusión frente a los llamados Doctores o PhD. Mientras que los primeros son egresados de grado los abogados (nivel 6) o de maestría los segundos (nivel 7), los egresados de programas de posgrado de Doctorado son los Doctores en la Clasificación Internacional Normativa de la Educación (CINE) (nivel 8). La realidad es que el país carece de doctores y tiene muy baja matrícula y egreso en este nivel. El doctorado ha sido el más alto nivel de la formación universitario centrado en la creación de competencias de investigación, de creación de conocimientos y de profundización de competencias. Habiéndose gestado como un nivel de tipo exclusivamente académico, con la expansión del conocimiento y el incremento de las complejidades de las tareas laborales de los profesionales, dejo de ser un título académico para ser también una certificación profesional ante las exigencias del mundo laboral. Algunas normas caducas, como en Uruguay, aún limitan el nivel doctoral a un perfil académico, cuando a escala global, es la formación deseada para todos los profesionales. En algunos países la diferenciación es refiere al peso de los componentes epistemológicos o filosóficos en el enfoque curricular, a una orientación más fuerte a la investigación y en otros a la actualización y profundización, más allá de ser iguales en tiempos y exigencias. La realidad es que dadas las complejidades de los conocimientos y los procesos de trabajo, a escala global el doctorado constituye el requisito cada vez más para el ejercicio profesional y la gestión del conocimiento, al agregar competencias de los procesos de trabajo, de innovación y de gestión más complejos.
Incluso actualmente, aunque el doctorado o PHD en inglés, ha sido por años el más alto nivel de la formación, con la expansión del conocimiento ha irrumpido un nuevo nivel superior de certificación, con distintas orientaciones incluso, como es el Posdoctorado, lo cual está colocando al Doctorado también como un escalón intermedio en la formación profesional universitaria. Todo ha cambiado en el mundo educativo: si alguna vez la carrera concluía en el bachillerato, luego pasó al nivel del grado, al del posgrado de especialización, y de éste al de maestría, luego al de doctorado, y crecientemente el posdoctorado es nivel superior en la escalera infinita del conocimiento que crea mayores niveles de valor agregado.
Por ello, muchos países, conscientes en la necesidad de avanzar hacia sociedades basadas en el conocimiento están impulsado el pasaje desde la graduación a la posgraduarización, y dentro de ésta a los niveles superiores como eje de su política educativa, económica y social. Inversamente, son las carencias de recursos humanos con este nivel, donde se constatan y detectan las debilidades y algunas de las tragedias universitarias y de sus sociedades. En Uruguay, la carencia de formación doctoral es pavorosa y vergonzosa. De acuerdo al Primer Censo de Doctores uruguayos o inmigrantes a Uruguay(2019 – Udelar) apenas el 0,1 % de la población de 30 años o más, y sólo el 1 % de quienes culminaron sus estudios terciarios contaba con un doctorado para el 2017. En promedio se ha referido que cada10.000 uruguayos, apenas 4,5 alcanzan el doctorado, lo cual muestra la enorme debilidad de la actual política en la materia y la necesidad de introducir cambios. Ello no ha cambiado en estos años. Si tomamos los datos del ingreso de estudiantes al nivel de doctorado, para el año 2022, apenas 153 personas se inscribieron en los pocos cursos que existen. De un total de 46.464 ingresantes a todos los cursos de educación universitaria, esos 153 representaban apenas el 0.32%. Si lo medimos respecto al total de ingresantes a todos los niveles de posgrados en el país, que fueron 4764 para dicho año, el ingreso al doctorado apenas fue del 3,2%. Igualmente, en el análisis de la debilidad, es más marcado si nos referimos a los egresos. Del total de personas que concluyeron estudios universitarios en algunos de los niveles en el año 2022, que fueron 11.533, y de los cuales 8.195 obtuvieron títulos de grado (71%), 619 de técnicos (5,3%), 1.600 de Especialistas (13,8%), 1.025 de Maestría (8,8%), mientras que apenas 96 o sea el 0,83% de doctorado, correspondientes a 40 varones y 56 mujeres. Si nos referimos a las áreas, de los egresados, 23, o sea el 24% corresponden a doctores en ciencias sociales, educación, humanidades y periodismo, mientras que en el ingreso a esos estudios esas áreas representaban el 45%, mostrando la baja eficiencia de estas áreas. Muy lejos todo de los estándares de América Latina, lo cual requiere formular nuevas políticas, como incorporar a los centros académicos e institutos de investigación como oferentes de programas de doctorados en sus áreas específicas de acción, flexibilizar la normativa del MEC, incentivar la oferta de la ANEP y fijar el objetivo que el 1% de la matrícula universitaria sea de estudios doctorales.