Un proyecto de dimensiones épicas es la Iniciativa de la Franja y la Ruta, plan de colaboración intercontinental de la República Popular de China, muy controversial entre los hacedores de política. Se expone ante el mundo como una alternativa de conectividad y cooperación económica entre Asia, Europa y África, creando redes de rutas comerciales que no solo beneficien a China, sino que también impulsen el desarrollo de los países participantes. Su impacto y las implicaciones en el mapa, han generado tanto entusiasmo como polémica a nivel global.
Entre los siglos II y XV de nuestra era, el Imperio Otomano cercó por completo la vía comercial que conectaba a China con los países que integraban el bloque. Durante casi 17 siglos, la Ruta de la Seda permitió el contacto y el intercambio cultural, tecnológico y religioso entre civilizaciones distintas y distantes como el Imperio Romano, los pueblos de Asia central, la India y el Imperio Chino.
Tal como en aquel entonces, hace 12 años la Franja y la Ruta abarca más de 60 países y se estima que involucra inversiones que superan los 1.3 billones de dólares. El proyecto incluye la construcción de carreteras, ferrocarriles, puertos y otras infraestructuras críticas que facilitan el comercio y la inversión. Desde el Corredor Económico China-Pakistán hasta el Ferrocarril de Alta Velocidad de China-Laos, la iniciativa está transformando el paisaje económico de muchas naciones.
Los del bando a favor, argumentan que la iniciativa ofrece oportunidades sin precedentes para el desarrollo económico. Países en vías de desarrollo, como Pakistán y Sri Lanka, han visto un aumento en la inversión extranjera y la creación de empleo gracias a proyectos financiados por China. Los escépticos se preocupan por la sostenibilidad de la deuda y la incapacidad para pagar los préstamos podría resultar en la pérdida de activos estratégicos. A esto se le adicionan las preguntas sobre el medio ambiente y los derechos humanos. Proyectos de infraestructura a gran escala a menudo tienen un costo ambiental significativo, desde la deforestación hasta la contaminación del agua. Ante esto, desde el año 2020, el presidente del Gigante Asiático confirmó que su país reforzaría los objetivos climáticos para el 2030, llegaría al máximo de emisiones antes del 2030 y que alcanzaría la neutralidad de carbono en el 2060.
La iniciativa planteada por Xi Jinping, no solo tiene un impacto económico; también tiene profundas implicaciones geopolíticas. China expande su influencia a través de la infraestructura, y otros países comienzan a preocuparse, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea, que cuestionan el equilibrio de poder global. La competencia por la influencia en Asia y África se intensifica, y muchos países se encuentran en una encrucijada, debatiendo si alinearse con Beijing o buscar alternativas.
La Franja y la Ruta no es un proyecto que excluye, los países participantes pueden desarrollar colaboración con cualquier otra nación del mundo. Veintidós países de América Latina y el Caribe forman parte de la Iniciativa.
El país asiático se enfrentó recientemente a un importante revés, cuando Panamá anunció que no renovaría su participación en la Iniciativa. La decisión convirtió al país centroamericano, en el primero en retirarse del ambicioso proyecto global de infraestructura e inversión de China. Medios nacionales confirmaron que el gobierno panameño notificó a China con 90 días de anticipación sobre su retiro, una decisión que según el presidente José Raúl Mulino, fue tomada antes de la visita a ese país del secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio. Por supuesto, la respuesta de Beijing fue inmediata, y aunque expresó su descontento, la decisión fue irrevocable.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta, reflejo de las complejidades del mundo moderno, donde el multilateralismo y la interconexión se erigen como fuerzas del desarrollo global, demuestra, cada día, la sinergia entre la economía, la política y el medio ambiente. A medida que los países navegan por esta nueva era de globalización, la propuesta de Beijing es un catalizador para la evolución. La gloria, o cadalso, solo lo demostrará el avance de los acontecimientos.