La llegada de los 154 niños, niñas y adolescentes al Aeropuerto de Carrasco, organizada por el Comité Internacional Pro Retorno del Exilio Uruguayo, significó más que un reencuentro familiar. Según Casariego, aquel evento tuvo una dimensión política y social que solo con el tiempo comenzó a comprender: “En el momento no nos dábamos cuenta de la dimensión política que tenía. Viéndolo ahora, entendemos que el recibimiento no era solo para nosotros, sino para lo que representábamos: el retorno del exilio”.
El vuelo, financiado por el gobierno español a través de la compañía Iberia, aterrizó el 26 de diciembre de 1983 en Montevideo, donde una multitud esperó con emoción a los pasajeros. “Desde el aeropuerto hasta la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) en la Ciudad Vieja, fue una fiesta. Nos abrazaban, nos besaban, era como el recibimiento a campeones del mundo”, recordó Casariego.
La emoción del regreso contrastaba con los temores de aquellos días. Casariego, entonces un preadolescente de 13 años, destacó la conciencia que tenían sobre el contexto político: “Sabíamos que no éramos bienvenidos por la dictadura. Mis padres me hablaban de un Uruguay al que no se podía volver porque estaban los milicos. Incluso en el avión, todo era un relajo hasta que aterrizamos; ahí se hizo un silencio absoluto”.
Para muchos, el regreso de estos niños fue uno de los hitos que marcó el inicio del fin de la dictadura. Casariego lo confirma: “Ese año fue clave, con varios mojones. Pero sin duda, nuestra llegada fue uno. Recuerdo haberle dicho a mi padre, que estaba en Italia, ‘la dictadura se acabó’, porque en la calle todos cantaban ‘se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar’”.
El reencuentro con familiares y el calor del pueblo uruguayo hicieron de esa experiencia algo inolvidable. Sin embargo, no todo fue alegría inmediata para todos. Casariego, quien venía a visitar a su madre presa, compartió: “Siempre era un bajón verla en esas condiciones. Pero en ese viaje, con el recibimiento de la gente, todo cambió. Fue una fiesta”.
41 después, la memoria de aquel regreso resalta como un símbolo de esperanza, resistencia y transición hacia la democracia en Uruguay.
Cuánto nos podíamos haber evitado viendo los caminos a transitar Con más criterio y prudencia haber evitado tanto sufrimientos