Los Niños Soldados

Unos 30.000 menores integran las filas de la delincuencia organizada en México.

¿Cuántos menores en Uruguay están asociados a la delincuencia organizada?

Un triste fenómeno que como sociedad no tenemos totalmente visualizado y contenido.

Un hecho internacional coloca el tema sobre la mesa nomás comienza el 2023.

Ante la caída en Culiacán el 5 de enero de (El Ratón) Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán y líder del cártel de Sinaloa.

México quedó expuesto a una guerra en las calles entre las fuerzas del estado y los narcotraficantes.

Y nuevamente quedó expuesto en el conflicto la participación de menores de edad en las bandas del narco.

Los niños soldados como se los denomina no sólo no tienen nada que perder, sino que no han desarrollado una correcta comprensión del valor de la vida.

Son candidatos ideales para ser convertidos en guerreros leales, que rompen con su vida pasada (muchas veces inexistente) y se incorporan a una estructura de patronazgo que viene a reemplazar todos los vínculos del pasado.

Los niños soldados son personas menores de dieciocho años que forman parte de cualquier fuerza armada regular o irregular, y representan actualmente una realidad en las zonas de conflicto de África, Asia y Latinoamérica, donde mueren, son heridos en combates armados, sufren reclutamiento forzado, violencia sexual, mutilaciones y son usados como escudos humanos.

En algunas guerras civiles como las de la República Democrática del Congo, Liberia y Sierra Leona, el porcentaje de niños soldado llegó a ser del 70 por ciento del total de las milicias.

Y en las guerras no convencionales como la que se libra México contra el narcotráfico como en muchos países de centroamérica y latinoamérica comienza a ser un número importante..

La utilización de niños en conflictos armados es milenaria, y en los últimos años la utilización de drogas, en particular cocaína y anfetaminas, es una táctica aceptada por muchas milicias para lograr combatientes formidables, resueltos y eficaces.

Niños reclutados forzosamente que matan sin vacilar, sin comprender el significado de la muerte y que se comportan como máquinas. Niños que no tendrán adultez ni desarrollo personal posible, incluso en el caso de que sobrevivan.

El escenario de acción habitualmente tiene que ver con disputas civiles en zonas de “Estado débil”, zonas sin ley, donde la línea de batalla contra los enemigos es difusa y las víctimas civiles dan cuenta de la mayoría de las bajas.

Los “niños soldados” son un buen negocio: comen y beben menos, son más baratos de mantener, no necesitan alojamiento ni vestimenta especiales, cumplen órdenes con mayor docilidad, son más susceptibles de adoctrinamiento (a través de brutales ritos iniciación), no dependen de sofisticados sistemas lógicos para sus operaciones, se los puede enviar rápidamente a la primera línea de fuego sin más que un adiestramiento rudimentario y pueden desconcertar a las tropas o fuerzas adultas regulares de la contraparte.

En Latinoamérica los grupos de “niños soldados” urbanos adquieren otra morfología pero con principios muy similares y se han convertido en el brazo armado de los carteles de la droga. Las cifras indican que seis mil niños son parte de la estructura del tráfico en las favelas de Río de Janeiro y que existen cerca de treinta mil en México.

En Colombia, por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) divulgado este mes, un total de 16.879 menores de 18 años fueron víctimas de reclutamiento entre 1990 y 2021 por parte de todos los actores que intervinieron en el conflicto armado (guerrilla, fuerzas paramilitares y bandas narco). La gran mayoría de estos menores, el 76 por ciento de los niños y el 63 por ciento de las niñas, fue reclutada entre los 10 y los 16 años.

Uruguay está en ese triste camino.

Cada día más se ven niños-jóvenes menores portando armas de fuego y matando o hiriendo a otros de su misma edad o mayores en un formato casi de sicariato en las noticias policiales.

De donde proviene esta situación y porque se integran a ese modo de vida.

Es desde el pozo de la pobreza de muchos sectores de Uruguay y de diferentes barrios ,ciudades y localidades , la relación más cercana y empática de muchos niños y adolescentes es el dealer, el transa.

Desde la compra de championes, los gastos de velorio de un ser querido, es muchas veces el transa del barrio el que oficia como facilitador de recursos. En la miseria, el transa del barrio cumple el rol del Estado y se convierte en un ideal social.

Las bandas narcos están reclutando niños desde y a través de conocidos en el barrio, los invitan a cortar la droga o despacharla y, de esta manera, los jóvenes sustentan lo que consumen y obtienen además un rédito económico muy superior a cualquier chico de su edad. Los niños tienen como ideal de identificación a los triunfadores que surgen de las mismas calles, para viajar, comprar cosas o pasear en autos de lujo. La maquinaria narco ofrece una ilusión de salida.

Ya sea formando parte de una milicia regular en un contexto de guerra civil o integrando bandas urbanas de narco criminalidad, los niños soldados representan un problema actual grave y en alza en América Latina.

Uruguay no queda fuera de ese contexto. Las Naciones Unidas sostiene que los niños asociados con grupos armados no deberían ser detenidos ni procesados, sino que deberían ser tratados principalmente como víctimas en virtud de su edad y la naturaleza forzosa de su asociación.

Los ejércitos también reclutan menores de edad.

Uno de los casos llamativos es el del Reino Unido, miembro importante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que suma jóvenes de 16 años a sus fuerzas nacionales, aunque el estudio no detalla cuáles son sus fines. Francia, los Países Bajos, Alemania y Austria hacen lo propio con personas de 17 años.

EE.UU., en tanto, también incorpora a sus filas niños de 17 años, igual que China. México, por su parte, desde los 16, si es que hay una solicitud especial; caso contrario respeta la edad mínima de 18. En Sudamérica, Chile y Bolivia suman a adolescentes bajo pedidos voluntarios.

Otros de los países que aceptan el protocolo, y reclutan chicos desde los 16 años, son Pakistán, la India y Bangladesh.

Los niños soldados son un dolor anestesiado. Un reflejo de la desigualdad extrema. Niños que encuentran su destino vital en la misma muerte. Y todo antes de comenzar a vivir.

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