La noticia de su muerte fue confirmada por su abogado, Fernando Soto, quien escribió en Twitter: «Ahora entrarás al ‘gran mar’ con tu querido Borges. Que en Paz Descanses María”. La viuda de Borges padecía cáncer de mama desde hace unos meses y en su etapa final permaneció recluida en su casa de la localidad de Vicente López.
Kodama se consideraba japonesa porque su padre tenía esa nacionalidad, aunque había nacido en Buenos Aires el 10 de marzo de 1937. Era hija de María Antonia Schweizer, de ascendencia suizo-alemana, inglesa y española, y del químico japonés Yosaburo Kodama. Tras haber cursado una Licenciatura en Letras, participó de varios cursos, en uno de los cuales se reencontró con Jorge Luis Borges, a quien contó más de una vez que había conocido a los 12 años cuando un amigo de su padre la llevó a una de sus conferencias.
Él era 38 años mayor pero eso no fue un impedimento para una relación que se extendió por más de una década y que recién se formalizó legalmente en abril de 1986, dos meses antes de la muerte del escritor, que curiosamente también falleció, como ella, a los 86 años.
Juntos firmaron dos libros: «Breve antología anglosajona», una recopilación de una de sus grandes pasiones conjuntas, la literatura inglesa; y «Atlas», un libro de sus viajes publicado en 1984 con las impresiones del escritor. Esta segunda obra a dúo funciona como una bitácora de los cuantiosos viajes que realizaron. «María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Estas páginas querrían ser monumentos de esa larga aventura que prosigue», se lee en el prólogo escrito por el autor de «El Aleph».
La obra incluye una foto emblemática de Borges en la que se lo percibe de perfil, sonriente, viajando en globo, una experiencia que el narrador pudo vivir pese a las prevenciones de los encargados de estas travesías que la desaconsejaban por las limitaciones a las que lo exponía la ceguera. Kodama, sin embargo, se jactaba de no restringir los deseos de su marido en nombre de su discapacidad visual.
«Todo el mundo condicionaba a Borges por sus capacidades (porque era ciego, sobre todo) y yo, por lo contrario, soy la libertad. Entonces él sabía que libertad es hacer lo que se le antoja y además correr con las consecuencias de eso que se me antoja. Eso es libertad, como fui educada por mi padre. Yo le decía: «Mire, los peligros que corren son estos, ¿acepta o no acepta?» Y él quería. Entonces yo le decía: «Bueno, después no llore, eh». Estaba feliz. Disfrutaba de todo», evocaba ella.