México ’70: Un 4° puesto que nadie valoró, porque en esa época solo servía ser campeones

La Selección Uruguaya estuvo muy cerca de ganar el Mundial pero cayó en semifinales ante el Brasil de Pelé.

La Selección Uruguaya se presentó a la Copa del Mundo de México ’70 con una generación de futbolistas en la que destacaban unos cuántos de los jugadores del Nacional que sería campeón de América al año siguiente, varios del Peñarol campeón de 1966, al tiempo que no eran pocos los que llegaban a esta cita con la experiencia de haber jugado el Mundial anterior en Inglaterra.

Uruguay era uno de los candidatos al título y tal vez ese terminó siendo el motivo por el cual en nuestra tierra nadie valoraría el 4° puesto que obtuvieron los celestes, que recién sucumbieron en semifinales cuando se toparon con el Brasil de Pelé.

La serie de 1ª fase ponía frente a los celestes a las selecciones de Italia, Suecia e Israel.

Italia asomaba como el gran rival y Suecia como un adversario de peligro. Entre esas tres selecciones se resolverían los dos cupos de clasificación. Israel, adversario en el partido debut, completaba el grupo y nadie le asignaba posibilidades.

Uruguay se enfrentaba a un adversario desconocido en el debut, pero era favorito sin discusión. Aún así no resultaría tan fácil quedarse con esos 2 puntos. A los pocos minutos se lesionó Rocha, capitán y abanderado futbolístico de ese equipo, y a los 12′ se produjo el cambio, ingresando Cortés. El impacto sicológico que podría provocar la baja de Rocha no influiría en este encuentro ya que aún no se conocía el tenor de su lesión.

Uruguay se puso 1-0 a los 23′ con un cabezazo de Maneiro que apareció como un fantasma por el segundo palo, y en el segundo tiempo liquidó el pleito Mujica con un zurdazo, aprovechando el rebote que dio el arquero tras contener un mano a mano ante Espárrago.

La alegría por el debut triunfal quedaría opacada luego al conocerse la mala noticia: Pedro Rocha se bajaba del Mundial.

Italia y Uruguay, las dos favoritas de este grupo habían ganado en el debut y se enfrentaban en la segunda fecha.

Hohberg puso a Bareño en lugar de Losada, manteniendo a Cortés que en el debut había ingresado por Rocha.

Históricamente uruguayos e italianos se han caracterizado por su fútbol poco ambicioso, y aquellas selecciones de 1970 ponían especial énfasis en preservar el cero en su valla. En el caso de los celestes, las pretensiones ofensivas se veían notoriamente disminuidas al no disponer de un número “9” idóneo.

Presentadas así las cartas, a nadie sorprendería que los 90 minutos dejaran como saldo un cerradísimo empate sin goles.

Fue un partido de impenetrables defensas bien plantadas y delanteros nada codiciosos. Cortado en la mitad de la cancha el abastecimiento para los hombres de adelante, Cubilla quedó aislado, lo mismo que Riva en Italia. Los arqueros Mazurkiewicz y Albertosi casi ni entraron en calor.

Los dos habían debutado con victoria por lo que el empate los dejaba bien posicionados para definir en la última fecha, aunque Uruguay no la tenía sencilla pues enfrentaba a Suecia. Pero para alegría de los celestes, los suecos no pudieron ganarle a Israel entonces se mantenía la diferencia de 2 puntos, lo que obligaba a Suecia a ganar y por más de un gol para dejar afuera a Uruguay.

Para enfrentar a Suecia, Hohberg volvió a mover piezas en el mismo sector del equipo: Losada, titular ante Israel y suplente ante Italia recuperaba su puesto en desmedro de Bareño. Pero además quedó fuera Cubilla, ingresando Oscar Zubía.

Teniendo en cuenta los físicos de los defensas escandinavos, resultaba imposible asignar posibilidades a delanteros de baja estatura como Zubía, Espárrago y Losada, por lo que las indicaciones técnicas debían enfatizar en jugar la pelota por bajo.

Suecia debía ganar por dos goles para dejar afuera a Uruguay.

Cuando el partido se cerraba con un 0-0 que permitía a Mazurkiewicz completar 360 minutos con el arco invicto en este Mundial (7 partidos completos si le sumamos los 4 de la Eliminatoria donde no recibió goles), Ove Grahn metió un cabezazo que sentenció la derrota celeste. El gol se produjo tras una falla de Mujica y un posterior entrevero entre “Mazurka” y Ancheta al pretender enmendar el error de su compañero.

Como el gol fue sobre la hora, no corrió riesgos la clasificación.

Lo única que restaba por conocerse era el rival que tocaría en cuartos de final. Uruguay quedó 2° en el Grupo 2 y debía cruzarse con el 1° del Grupo 1. Podía ser la URSS o México, el anfitrión. Al día siguiente se cerró esa serie quedando igualados México y la URSS, en puntos y saldo de goles, por lo que un sorteo determinó quién se quedaba con el 1° puesto (no se tomaba en cuenta el rubro goles a favor, en el cual la URSS tenía uno más que México).

El bolillero decidió que México quedaba 2° y se cruzaba con Italia, y la URSS era 1° y se enfrentaba con Uruguay.

Una durísima victoria ante los soviéticos

Al haber ganado el grupo que se desarrolló en la capital de México, la Unión Soviética recibió allí a Uruguay para el cruce de los cuartos de final, del que surgiría el semifinalista que chocaría ante el ganador de Brasil-Perú.

Para enfrentar a los soviéticos, Hohberg realizó tres cambios, todos en la ofensiva. Es que Uruguay no había convertido goles en los dos encuentros anteriores. Zubía y Losada salieron de la oncena y no volverían a pisar el césped en el resto del Mundial. Regresó al equipo Cubilla en la punta derecha y por la izquierda apareció “Cascarilla” Morales que debutaba en el torneo luego de operarse de una lesión, mismo en México, unos días antes. “Ya me habían operado acá y después que me lesioné en México me operan allá y a la semana juego” recordó el jugador.

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Además, el DT seguía dándole vueltas al embrollo del número “9” y decidió ubicar en esa posición al volante Dagoberto Fontes, sacando a Espárrago que, también era volante, y había jugado en ese puesto en los tres partidos de la serie. Ese mismo cambio ya lo había hecho el técnico a los 15 minutos del segundo tiempo ante Suecia.

El reloj corría y bajo el aplastante sol del Estadio Azteca quienes mejor soportaron las condiciones adversas del calor y la altitud fueron los uruguayos, para sorpresa de los propios soviéticos, pues ellos eran quienes habían jugado la serie en ese lugar.

La minuciosa preparación que hizo Uruguay en las semanas previas al Mundial daría sus frutos en este encuentro. La altura terminó resultando un aliado celeste, pues sus jugadores se mostraban con mucho más aire que sus rivales.

Tras frenar el juego de la URSS, los muchachos de Hohberg se empezaron a animar a llegar contra el arco de Kavazashvili. El más ambicioso era Cubilla, que complicaba a todos los defensas con sus clásicas moñas y amagues, y hasta se mandó un par de remates peligrosos al arco.

Tras el pitazo final se vendría el alargue. La URSS ya había gastado sus dos variantes, no así Uruguay. Hohberg mandaría al campo a Alberto Gómez por el “Cascarilla” a los 6′ del alargue y a los 13′ salió Fontes con un golpe en su tobillo dejando su lugar a Espárrago. Y justamente sería Espárrago el héroe de aquella tarde de domingo. Faltando tres minutos para el sorteo (si persistía el empate tras el alargue no se definía por penales sino en los escritorios de FIFA con un bolillero) Cubilla garroneó una pelota que se iba por raya de fondo y se la puso en el coco al improvisado centrodelantero. “Cubilla centreó entre las piernas de dos rusos y yo, a la carrera, rematé de cabeza” recordó Víctor.

Sería un triunfo muy festejado y recordado, de los más importantes en la riquísima historia de Uruguay en los Mundiales.

Con ese agónico gol, la Celeste se metía en la semifinal. Al llegar a vestuarios se enterarían que el rival era Brasil, que había vencido a Perú, y de inmediato empezó a sobrevolar el fantasma del Maracanázo, aún fresco en las cabezas de todos pues habían transcurrido apenas 20 años de aquella gesta.

El cambio de sede que favoreció a Brasil

El fixture estaba armado para que, si México ganaba su grupo, jugara todos los partidos en el Estadio Azteca del DF (Distrito Federal), la capital, denominada también Ciudad de México.

Pero su lugar lo “tomó” la URSS al quedarse con el 1er puesto de esa serie, y luego fue Uruguay quien, al eliminar a los soviéticos “tomó” ese camino que estaba preparado para el anfitrión.

La semifinal contra Brasil debía jugarse en la ciudad donde los celestes acababan de vencer a la URSS.

Pero no en vano el Cr. Álvaro Fernández, presidente de la delegación celeste, ya había hablado de “la mano negra” cuando previo al partido con Suecia la FIFA cambió al árbitro a último momento.

Aquí aparecería la “mano verdeamarela”…

En una de las maniobras más infames de la FIFA en la historia de los Mundiales, cambiaron la sede y fijaron el partido en el Estadio Jalisco de Guadalajara, donde los brasileños habían disputado todos los encuentros del torneo.

En vez de ser Brasil quien saliera de su reducto y viajara hacia donde ya estaba instalado Uruguay, invirtieron los papeles y le dieron a los brasileños el beneficio de quedarse en “su casa” para “recibir” a los celestes.

Guadalajara lucía banderas de Brasil por todos lados, en los comercios en las columnas, en los árboles. Allí los brasileños estabas más cómodos que en Río de Janeiro.

Mujica recuerda que “parecía que estaban en su país porque todos los apoyaban”.

Aquella selección uruguaya había realizado una muy minuciosa y adaptación a la altura, pero justo es reconocer que Brasil no dejó ese detalle librado al azar. Según consta en el informe oficial elaborado por el Grupo de Estudios Técnicos de la FIFA, el plantel brasileño también hizo un trabajo previo para aclimatarse.

Para enfrentar a Brasil, Hohberg mantuvo la misma oncena que había empezado jugando ante los soviéticos.

Uruguay se puso 1-0 en esa semifinal. El brasileño Brito mete un pase malo en su propia cancha y lo intercepta Morales, la adelanta y ve que Cubilla viene corriendo por la parte derecha, entonces le mete una pelota cruzada, recibe Cubilla dentro del área sobre la derecha, la acomoda con el muslo derecho, la deja picar y le pega con la misma pierna con algo de elevación, ante la salida del arquero Félix y cuando llegaba a marcarlo un defensa. Cubilla sale gritando el gol por lo que sería la Olímpica, con los dos brazos al cielo.

En los minutos siguientes los brasileños empiezan a discutir entre ellos. Brito le recrimina algo a Felix; Piazza pide calma; Gerson le reprocha algo a Carlos Alberto; Piazza sigue pidiendo paz. Los nervios hacen perder pelotas, como una que recibía Rivelino contra la banda, y sin que hubiese ningún uruguayo cerca se le escapó por debajo de la suela del zapato.

Brasil tiene un tiro libre por arriba de la barrera que sin necesidad de volar Mazurkiewicz lo tira al córner. Brasil no llegaba demasiado, hasta que antes de terminar el primer tiempo empata, en una jugada preparada. Brasil sale tocando, cruza el mediocampo y allí Clodoaldo empieza a correr más rápido buscando una posición ofensiva. La jugada viene por izquierda y Clodoaldo recibe en la posición del Nº 10, toca a la punta izquierda a Tostao y pica hacia el área, y Tostao se la mete en el área. Clodoaldo llega y le pega directamente al arco pues no tenía otra opción. Si la paraba, había varios uruguayos muy cerca para marcarlo.

Con empate se fueron al descanso. En el segundo tiempo aparecen Pelé, Jairzinho. Hay una jugada de Pelé que arranca casi en el medio de la cancha y llega hasta el área rodeado de uruguayos que no le podían sacar la pelota, hasta que centímetros antes de meterse al área para definir ante Mazurkiewicz, es frenado con falta.

Y llega el 2-1 de Brasil, denominado “El Gol de 80 Metros” según cuenta Jairzinho: “el gol de 80 metros…y es verdad, porque anticipé una jugada ofensiva del ataque (Fontes desde la derecha la pasó mal hacia el sector medio), le paso el balón a Pelé (que recibió en la línea del mediocampo y se la tocó a Tostao de primera), sigo corriendo, traspaso la media cancha, Pelé toca a Tostao, y Tostao toca la pelota, viene el defensor Matosas, yo hago un movimiento de dribblings sin el balón, y toco el balón delante de Matosas y voy, voy, voy, Mazurkiewicz sale y le pongo la pelota en la diagonal”. Jairzinho definió ante la salida de Mazurkiewicz desde una posición muy parecida a la de Cubilla en el primer tiempo.

Finalmente viene el 3-1: Uruguay atacaba y sale un contragolpe; recibe Pelé, y al entrar un metro en el área se frena, frente a un defensa celeste, y toca al medio porque venía en carrera Rivelino que le pega de primera, rastrera de zurda y cruzada contra el palo izquierdo de Mazurkiewicz.

Después viene la jugada en la que le Pele dejó pasar la pelota por un lado de Mazurkiewicz mientras él pasó por el otro sin llegar a tocar la pelota pero definiendo luego con el arco vacío.

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La acción se inicia cuando le meten un pase en profundidad a Pelé y cuando iba a recibir en la media luna le sale Mazurkiewicz y se tira al piso, Pelé deja pasar la pelota sin tocarla, y va a la derecha a recibirla, le pega casi de media vuelta cruzada y la pelota se va apenas afuera muy cerca del palo derecho del arquero, que no estaba en el arco, y ante el esfuerzo de un zaguero que llegaba a cerrar pero sobre el palo izquierdo, que venía a ser el primer palo tomando en cuenta la posición desde la que definió Pelé.

La jugada pasó a la historia como “el no gol de Pelé”.

Aunque hay otro “no gol de Pelé” que también pasó a la historia y, curiosamente, fue en ese mismo Mundial, en el partido ante Checoslovaquia. El “10” sacó de la galera un disparo desde el medio del campo porque había visto adelantado al arquero checo, Viktor, y no lo pensó dos veces.

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El remate salió desviado por poco, pero esa jugada ha quedado en el imaginario colectivo del mundo futbolístico. Desde ese momento, cuando un jugador anota un gol desde esa distancia lo llaman “el gol de Pelé”. Un gol que, sin embargo, nunca se produjo.

Por el tercer puesto contra Alemania

El mismo día de Brasil-Uruguay se jugó la otra semifinal entre alemanes e italianos, que regalaron uno de los partidos más espectaculares de la historia de los Mundiales, tanto que fue bautizado como “el partido del siglo”, misma denominación que se le dio en 1954 a la semifinal de Uruguay-Hungría. Italia ganaba desde temprano pero Alemania empató en la hora con gol de Schnellinger (el mismo que en el Mundial anterior, ante Uruguay, cometió el penal no sancionado). Fueron al alargue y en esa media hora se mataron a goles. A los 4′ pasó 2-1 Alemania y a los 8′ empató Italia. A los 14′ pasó 3-2 la azzurra y a los 5′ del segundo chico los germanos marcaron el 3-3, pero apenas un minuto más tarde vino el cuarto gol del triunfo para los italianos.

Alemanes y uruguayos protagonizaron el partido por el tercer puesto, ese que nadie quiere disputar.

Los celestes, que repetían el mismo equipo titular que venía de jugar ante la URSS y Brasil, tuvieron el triunfo en la palma de la mano pero no lograron concretar.

Tres semanas después del Mundial de México se cumpliría el 20° aniversario del Maracanazo. Lo del ’50 todavía se conjugaba en “tiempo presente”, no formaba parte de la prehistoria de nuestro fútbol. Además, Uruguay iba a los Mundiales como uno de los cuatro cabezas de serie y siempre figuraba entre los candidatos al título. Por eso, al cuarto puesto del ’70 no se le dio valor. Era meritorio pero quedaba pequeño al lado de las grandes conquistas de la Celeste y de los clubes grandes. El Peta Ubiña era consciente de esa situación: “Lo que pasa es que Uruguay traía una cosa de campeonar, de ser campeón del mundo. Incluso los periodistas de aquel momento eran gente de edad, que había visto a Uruguay campeón, como Dalton Rosas Riolfo, Duilio De Feo, Heber Pinto, Carlos Solé, toda esa gente. A un cuarto puesto no le daban importancia”.

Ildo Maneiro recuerda que “como delegación decidimos no ir a recibir los premios. Éramos así, si no salíamos campeones no significaba nada. Pesaba la historia y la actuación de los clubes grandes que siempre tenían buena figuración. Éramos producto de lo que vivíamos, y en ese momento no lo sentimos como que habíamos ganado algo. No hay que olvidar que tanto Nacional como Peñarol eran potencias de América”.

Al aeropuerto no fue casi nadie a recibirlos

“Salimos cuartos y cuando llegamos a Montevideo ni la familia de nosotros nos esperaba ja ja” bromeó Julio César Morales. Y el Peta Ubiña también: “¡Si habrá sido fracaso que ni mi vieja me fue a esperar al aeropuerto! No había nadie”. Eso lo dijo el 17 de abril de 2011 en El País, pero un año antes (19 de julio de 2010 en Crónicas) había dicho “creo que fue la finada de mi madre y mi señora a recibirme. Ni los perros andaban en la calle”.

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Uruguay se presentó al Mundial 1970 con una selección potente, que era señalada como una de las candidatas al título.

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Israel fue el rival en el debut y la victoria celeste se vio opacada por la lesión de su estrella Pedro Rocha que se perdería el resto del Mundial.

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Ya clasificado, Uruguay pierde ante Suecia en el cierre del grupo y avanza a cuartos de final como 2° del grupo, detrás de Italia.

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La poderosa URSS que ganó el grupo del anfitrión México, fue el rival de Uruguay en cuartos.

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Con este gol de Víctor Espárrago en el alargue, Uruguay venció 1-0 a los soviéticos y se metió en semifinales.

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El “Peta” Ubiña y Carlos Alberto, capitanes de Uruguay y Brasil en la gran semifinal con el fantasma de Maracaná latente.

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Incidencia de Uruguay-Brasil en Guadalajara, por semifinales del Mundial ’70.

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El “Cascarilla” Morales en acción durante el partido contra Brasil.

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El Rey Pelé lideraba a la gran selección brasileña que eliminó a Uruguay en semifinales de México ’70.

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La Selección Uruguaya terminó en el 4° puesto del Mundial 1970, un logro que poco se valoró en esa época en la que sólo se pensaba en salir campeones.

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