En una investigación publicada en Nature Astronomy, los científicos de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) descubrieron, mediante análisis isotópicos, que los minerales carbonatados del asteroide Ryugu se cristalizaron por reacción con el agua, que originalmente se adhirió al asteroide en forma de hielo en el sistema solar aún en formación y luego se calentó hasta convertirse en líquido. Estos carbonatos, dicen, se formaron muy pronto -durante los primeros 1,8 millones de años de existencia del sistema solar- y conservan un registro de la temperatura y composición del fluido acuoso del asteroide tal y como existía en ese momento.
Ryugu, rocoso y rico en carbono, es el primer asteroide de tipo C (C significa «carbonáceo») del que se han recogido y estudiado muestras, explicó Kevin McKeegan, coautor del estudio y distinguido profesor de Ciencias de la Tierra, Planetarias y Espaciales de la UCLA. Lo que hace especial a Ryugu, señaló, es que, a diferencia de los meteoritos, no ha tenido un contacto potencialmente contaminante con la Tierra. Analizando las huellas químicas de las muestras, los científicos pueden hacerse una idea no sólo de cómo se formó Ryugu, sino de dónde. «Las muestras de Ryugu nos dicen que el asteroide y otros objetos similares se formaron con relativa rapidez en el sistema solar exterior, más allá de los frentes de condensación de los hielos de agua y dióxido de carbono, probablemente como cuerpos pequeños», afirmó McKeegan en un comunicado.
El análisis de los investigadores determinó que los carbonatos de Ryugu se formaron varios millones de años antes de lo que se pensaba, e indican que Ryugu -o un asteroide progenitor del que pudo haberse desprendido- se aglutinó como un objeto relativamente pequeño, probablemente de menos de 20 kilómetros de diámetro. Según McKeegan, este resultado es sorprendente, ya que la mayoría de los modelos de acreción de asteroides predicen un ensamblaje a lo largo de periodos más largos, dando lugar a la formación de cuerpos de al menos 50 kilómetros de diámetro que podrían sobrevivir mejor a la evolución de las colisiones a lo largo de la dilatada historia del sistema solar.