Una vez más la autoridad católica se burla de la ley en Uruguay. Si no se respeta la Constitución de un país se atenta contra la democracia y se invita a seguir el mal ejemplo subversivo del sistema legal republicano. Una verdadera lástima la prepotencia política sturliana. En edificios públicos actividades interreligiosas, o nada.
El Cardenal dice que no entra en polémicas y él las genera.
Gente que se dice de paz no puede faltar el respeto a las leyes ni promover enfrentamientos o desencuentros en la sociedad.
Si se habla de religiones, no se trata de la ley del más fuerte; “Yo hago una misa en un hospital público y ta.”
Una pena. Eso no hace la religión, ninguna. Las espiritualidades buscan confraternidad, amor, contención y la superación de la gente. No están para hacer que la ciudadanía se pelee y haga bandos. Es horrible. Coherencia por favor.
Y después se hace el tonto como que no se da cuenta que promueve la violencia con esas actitudes arrogantes.
No se espera eso de un líder religioso que en lugar de dedicarse a sanar y a amar; provoca la polarización poniendo al parecer su orgullo personal por delante del orden jurídico. Es como si viera su religión como a un cuadro de fútbol y juega a quien hace más goles o anota más tantos cueste lo que cueste. Muy triste, muy indigno de la sociedad uruguaya y de la humanidad, que necesita convivencia igualitaria para desarrollarse.
La equidad social es un distintivo democrático, un bien colectivo a salvaguardar. Las ideologías individualistas y autoritarias fracturan el entramado social, no aportan al diálogo ni al intercambio fraterno e instalan las jerarquías culturales, poniendo a las demás como creencias de segunda categoría. Eso es arcaico además de peligroso, pues con esas convicciones totalitarias se entronizaron los regímenes de facto y los fascismos. Porque quien pisa un derecho hoy, pisa otro mañana, el que le moleste, arbitrariamente. Entonces chau garantías a los derechos humanos.
Lo cierto es que ya no soportamos más privilegios porque hay mayoría de la población pasando mal y no se necesitan solo ritos sino ejemplos de solidaridad y respeto a la otredad.
En la decisión de ir contra la laicidad, saben bien que disparan actitudes políticas confrontativas, que promueven “grietas” ya que está de moda el término. Lo peor es que son conscientes de lo injusto de las decisiones que toman, avasallando el sentimiento espiritual y religioso plural que existe en la sociedad uruguaya portadora y contemplativa de su diversidad ritual pujante y creciente.
En todo caso los espacios que ocupan las capillas católicas, deberían transformarse en centros de reflexión y amparo interreligioso sin definir ninguna religión, y que se usaran democráticamente para los diferentes cultos existentes en la población uruguaya que se jacta de su principio de laicidad inclusiva y no excluyente. Porque todas las creencias son libres y no debería haber categorías, sin embargo, es obvio que su representación pública será acorde a su poder adquisitivo e ingerencia política histórica. La realidad es que puede más siempre la misma, y a las otras, la libertad les da para casi nada.
Algunas ni alcanzan a marcar presencia social aunque existan e integren la multiculturalidad poblacional, por eso también era importante que el censo preguntara sobre religiones y el INE una vez más no lo hizo aunque lo pedimos.
Mientras la comunidad afroumbandista padece el acoso de una intolerancia religiosa exacerbada y subjetiva, que renace en denuncias, agresiones y muestras de odio de diversa índole hasta parecer un plan de exterminio de lo sagrado negro, el catolicismo dominante, por haber sido impuesto en la complicidad colonialista asesina del siglo 15 en adelante, hace pito catalán a los reclamos de una sociedad diversa que evoluciona, piensa, crece, se da la mano, y ya no quiere ser ignorada.
En el Hospital Vilardebó como en otros, existe una capilla católica construida luego de que dicho lugar fuera declarado “Asilo de Dementes” en 1860 y antes de la separación constitucional del Estado y el catolicismo.
Su sola existencia hoy, es una afrenta a nuestra Carta Magna.
Una vez más la Iglesia Católica uruguaya viola la laicidad sin que pase nada, y no es un tema menor, porque estamos hablando de igualdad y de derechos, de observar los cuales nadie está exento ni libre de responsabilidades si los deshonra. Esta debería ser una discusión pública con definiciones políticas, antes de salir a atajar penales cuando la Ley Fundamental ya fue violada.
Y claro que estaban primero los católicos, ellos fueron los que vinieron a colaborar con el genocidio africano e indígena durante las invasiones de países europeos en las llamadas américas. Y ese sufrimiento atroz por el crimen de lesa humanidad de la llamada “conquista” y el racismo institucional derivado, lo padecemos actualmente. Es un mal endémico del que nunca se hicieron responsables y por el que esperamos reparaciones, no caridad ni lástima, y menos demostraciones de poder.
Es una obviedad que hay sobre representación pública del cristianismo catolizante en una sociedad hegemónica blancoeuropea como la nuestra y la de muchos países que todavía estamos ideológicamente colonizados y también somos aun económicamente dependientes de las grandes potencias que forjaron sus fortunas capitalistas con la trata esclavista, robando y saqueando comunidades originarias y africanas.
Atención; si hay un servicio social que es factible de ser realizado por las distintas confesiones, estaría bien que cada una de ellas lo brindara desde centros interreligiosos en edificios públicos si así se decide democráticamente. Mientras no nos pongamos de acuerdo; que no haya misas ni nada parecido. O todos o nadie. Que se implemente de una buena vez la ley de educación 18437 art. 17, allí habla de la laicidad inclusiva no negacionista del hecho social de las creencias diversas y jamás de una sociedad vetusta donde siempre impera una sola si no interviene lo estatal. Acá no es el Vaticano.
Ya no funciona el “hago mi voluntad y listo”. Por un lado mucha beatificación y por otro desatan peleas entre la población. “Fica chato ser bruto” como se dice en nuestras macumbas adoradas. ¡Saravá grande! ¡Axé!