Reflexiones sobre el poeta del recogimiento Enrique Casaravilla Lemos

Para Editorial artesanal "Cuenta, imagina y crea" Alejandro Fernández nos habla sobre el poeta de la trascendencia.

Hoy compartimos reflexiones de Alejandro Fernández, sobre el poeta del recogimiento y la trascendencia: Enrique Casaravilla Lemos.

Casaravilla Lemos (Montevideo, 1889 – Las Piedras, 1967) constituye una de las figuras más singulares de la Generación del 20 en Uruguay. Su obra, escasa en cantidad pero profunda en contenido, se caracteriza por una expresión poética alejada de los vaivenes estéticos de su tiempo, sostenida en una voz propia, marcada por la introspección, el ascetismo y una sensualidad contenida que le otorgan un lugar único en la historia de la literatura nacional.

Entre sus publicaciones más importantes figuran “Celebración de la primavera”, “Las fuerzas eternas” y “Las formas desnudas”. A ellas se suma “Partituras secretas”, obra póstuma aparecida en 1967, prologada por Esther de Cáceres. Casaravilla también colaboró en revistas literarias como “Alfar”, “La Pluma”, “La Cruz del Sur” y “Teseo”, ámbitos en los que su escritura encontró eco, aunque siempre desde una posición periférica.

Diversos críticos y escritores han destacado el valor singular de su poética. Ida Vitale lo consideró “un ser entregado a la poesía”; Domingo Bordoli afirmó que su palabra surge “de un adentro tan certero” que lo convierte en una de las voces más misteriosas de la poesía uruguaya. Alberto Zum Felde, en una caracterización sintética, dijo de él: “el poeta, todo y sólo poeta”. Esther de Cáceres, por su parte, subrayó su libertad formal y su sintaxis intrépida, siempre en diálogo con la tradición: “Las invenciones irrumpen con señorío… se adelantan al tiempo; se constituyen en elementos precursores de la poesía nueva”.

La vida de Casaravilla se desarrolló en una creciente reclusión. Durante años vivió internado en una casa de salud en Las Piedras, donde alternaba su aislamiento con esporádicos encuentros con amigos. Su mundo interior, tan vasto como hermético, encontraba cauce en un lenguaje de pureza extrema, sin artificio, surgido de una zona de inocencia creadora. Esta actitud vital también se reflejaba en su presencia pública, escasa y silenciosa, aunque no por ello menos significativa.

Formado en un entorno profundamente católico, Casaravilla se alejó del dogma sin abandonar la búsqueda espiritual. Su poesía está atravesada por una tensión constante entre el deseo de pureza y la vivencia del pecado, entre el fervor místico y la sensualidad. Esta dualidad se hace especialmente patente en los poemas dedicados a Elena, figura femenina recurrente que encarna la fusión entre lo terrenal y lo trascendente. Su tratamiento del erotismo, sutil y exaltado, ha sido considerado como uno de los más intensos en la poesía uruguaya.

Casaravilla Lemos representa una poética del recogimiento, del decir despojado, de la fidelidad a una voz interior que se mantuvo ajena a modas literarias. En un tiempo de rupturas estéticas, él eligió la profundidad antes que el ruido. Su obra, por tanto, no sólo resiste el paso del tiempo, sino que se proyecta como un testimonio de autenticidad y hondura, una poesía nacida del silencio, del misterio y de la contemplación.

Alejandro J. Fernández.

Gestor Cultural.

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