Doha, Catar. 21 de noviembre de 2022. El mundo se paralizará para ver el partido inaugural de una cita que ha convulsionado el planeta fútbol. El primer Mundial en Oriente Medio. El primer Mundial en otoño. El primer Mundial en pleno calendario de ligas europeas. Quedan apenas ocho meses. Ya está aquí.
El proyecto qatarí comenzó en enero de 2009. Fue entonces cuando la FIFA abrió el proceso de candidaturas para los Mundiales de 2018 y 2022. Quedaba mucho tiempo, sobre todo para la segunda de las citas, pero Qatar lo tenía claro. Quería optar al Mundial. Quería darse a conocer al mundo y organizar una cita espectacular, única.
Los qataríes finalmente se impusieron en la votación a EE UU (su principal escollo), Corea del Sur, Japón y Australia. El triunfo de Catar sobre los estadounidenses se entendió como una victoria del emergente dinero de Oriente Medio sobre el tradicional mercado anglosajón. Pronto empezaron las conjeturas y las acusaciones de sobornos. La propia FIFA tuvo que intervenir. Creo el Informe García con el que trató de aclarar el proceso. Aún así, la mancha siempre quedó ahí.
Con más de 10 años para preparar el Mundial, Catar se entregó al máximo para crear un Mundial irrepetible. Tuvo escollos considerables. El bloqueo comercial de sus vecinos, especialmente Arabia Saudí, frenó sus ímpetus. Muchos lo consideraron una estrategia para que el Mundial se expandiera a toda la región, cosa que finalmente no ocurrió.
Además, la idea de Infantino de ampliar a 48 selecciones el torneo desde 2022 hacía casi inviable que se celebrara sólo en Catar. Finalmente no ocurrió y se aplazó esta decisión a 2026. Catar es un territorio pequeño, el más pequeño que jamás albergó un Mundial, con solo 11.581 km cuadrados de superficie y apenas 3 millones de habitantes. Tampoco hay un gran arraigo futbolístico. Se tuvieron que construir 7 estadios y remodelar otro, el histórico Al Khalifa. El desembolso económico en busca de la excelencia no fue un impedimento; sí las condiciones laborales de los obreros, la arista que el mundo anglosajón utilizó para focalizar sus críticas. La FIFA ordenó inspecciones y nuevas legislaciones.
Así, cuando se encara la recta final de este Mundial tan atípico se ven por fin las luces de fondo. El calendario europeo se partirá por la mitad para poder encajar el torneo en una época que no sea el verano catarí, con temperaturas de casi 50 grados. En un país tan pequeño no hará falta los vuelos internos ni cambiar de hotel. Incluso los hinchas podrán ir a más de un partido al día. La nueva y fastuosa red de metro de Doha la permitirá. Sin duda un Mundial diferente, inigualable, para el que ya se cuentan por fin los días…