Osiris Rodríguez Castillos nació en Montevideo el 21 de julio. Hasta los tres años vivió en el barrio Goes y luego se crió en Sarandí del Yí, Durazno. Los motivos que lo llevaron a trasladarse y luego radicarse en el centro del país fueron por motivos laborales y maternos.
Su padre, en palabras de los autores del libro Poemas y Canciones Orientales (2024), editado por Estuario en el marco de la colección Discos, era un bohemio crónico que tocaba la guitarra y había estudiado filosofía y letras en Buenos Aires. Mientras que su madre, por otra parte, era maestra, formada como partera y además supo tocar el violín.
Osiris comenzó tocando la guitarra, el piano y escribiendo versos. Con su «Romance para el Gral. Lavalleja ganó un premio literario en Minas en 1953, lo que desembocó más tarde en la publicación de su primer poemario, Grillo Nochero.
Si bien esta idea de «canto popular» se comenzó a usar a fines de los años 60 por consecuencia del disco Canto Popular de José «el Sabalero» Carbajal, esa intención por la creación del cancionero se probó en una entrevista brindada al periodista Daniel Beltrán Rohr, en 1985, y que los autores incluyen en el libro, en la que Osiris declara: «Cuando yo comencé a componer (…) con los dedos de una mano se podían contar las canciones típicas de nuestro país (…) resolví que había que hacer un cancionero uruguayo y me puse a escribir, a componer, de inmediato cuajó en el pueblo».
Esto aporta a la idea de que no solo podríamos asignarle el título de fundador del canto popular, sino que también es un pionero de la canción protesta en nuestra región, aunque los autores aclaran que no fue algo premeditado por el cantor. «Cielo de los tupamaros» se resignificó y cobró una funcionalidad política y social, al igual que «Camino de los quileros», aquella canción que relata una historia que logra atravesar generaciones.
Un artista que fue exiliado tardíamente. No se le permitió tocar en vivo ni difundir su obra, durante el periodo oscuro de nuestra historia reciente, y negado a abandonar el país decide sobrevivir dando clases de guitarra en su casa de Montevideo. Es allí que se dedica también a la investigación y al estudio de la guitarra, su instrumento. También crea el modelo de guitarra La Osiris. El exilio tardío terminó adueñándose de sus capacidades y terminó yéndose a Madrid, regresando en 1993 tras vivir en esa ciudad durante 14 años. Ya en territorio Oriental, recibe una pensión y pone sus esfuerzos en la investigación y en la creación de ensayos sobre historia política.
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Así empieza el capítulo «Pero él me enseñó estas coplas», citando el comienzo de «Gurí Pescador», la primera canción del Lado A del disco. A partir de ahí, análisis meticulosos, con todas las letras. Detenimiento minucioso en las letras, su legado y su interpretación de otros cantores de la región. No solo eso, los detalles compositivos de aquel que se crío en Sarandí del Yí y con éxito consiguió fundar un cancionero popular uruguayo, no se les escapan a Gamboa y Nazabay.
El espectro de protagonistas y escenarios que utilizaba Osiris para la composición de sus paisajes poéticos y musicales. El río, el litoral uruguayo o argentino. Todo lo novedoso que carga el disco. Un disco que se alimenta de lo tradicional, pero lo registra, lo consume y lo reelabora produciendo así habaneras, estilos, tristes, cifras, cielitos, milongas, vidalitas, canciones litoraleñas, elementos folklóricos. Ya lo anticipa el epígrafe del libro con una frase del polifacético Pier Paolo Pasolini: «Hay que arrebatar el monopolio de la tradición a los tradicionalistas».
Parte parcial de su obra fue interpretada por los más grandes cantores de la región. Citarlos a todos sería imposible, pero dentro del cuadro aparecen nombres como el de Eduardo Falú, Santiago Chalar, Mercedes Sosa y hasta Serrat, aquel que supo cantarle devotamente al mediterráneo.
Al igual que en Poemas y canciones orientales, en El Forastero se desarrolla el interés por musicalizar historias que no precisamente se cantan sino que se recitan, se narran como «El cuento de Juan Corazón».
Su tercer LP se grabó en los estudios ION de Buenos Aires y se titula Osiris Rodríguez Castillos. Se habla del lugar donde se morirá, las vidalitas y las coplas regando los ojos, perjudicando algún recuerdo de un amor extraviado en el fervor de los años. Pájaros de piedra sale en 1974 con una edición Argentina y otra Uruguaya y se graba en los estudios Sondor de Montevideo, en el que el guitarrista Osiris se luce como nunca antes. Osiris Rodríguez Castillos fallece en 1996 a los 73 años.