Una sola Tierra

Este domingo, Día Mundial del Medio Ambiente

“No somos más que un virus destinado a destruir la Tierra”, escribe en su novela Tierra el escritor español Eloy Moreno. Una novela que habla sobre esas verdades que, a pesar de buscar, preferiríamos no encontrar y que, si lo trasponemos a lo que está sucediendo con el planeta, encaja bastante bien en lo que parece que seguimos posponiendo: el cuidado de nuestra sola Tierra.

“Una sola Tierra” es precisamente el lema del Día Mundial del Medio Ambiente 2022 que se celebra, como cada año, el 5 de junio (mañana), y que llama a vivir de una manera sostenible y en armonía con la naturaleza. Además, 2022 es un año muy señalado no solo porque la normalidad va volviendo a nuestras vidas tras dos años de colapso debido a la pandemia de la COVID-19 ―periodo en el que le dimos un respiro a la Tierra, todo hay que decirlo―, sino porque se cumplen cincuenta años de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, considerada como la primera reunión sobre medioambiente a nivel internacional, en la que este mismo lema fue empleado para poner al medioambiente en la agenda global.

Así, la campaña de este año hace hincapié en el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, al mismo tiempo que hace una llamada a la acción en el sentido de que la humanidad debe colaborar con urgencia para compartir de forma equitativa los recursos de la Tierra y proteger y restaurar el mundo natural del que dependen nuestras sociedades y economías.

Una sola Tierra

Según la ONU, el mundo se enfrenta a tres grandes crisis medioambientales: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y naturaleza, y la contaminación, todas ellas impulsadas por la actividad humana y los modelos insostenibles de consumo y producción donde las comunidades más vulnerables del mundo suelen ser las más afectadas. Ghandi dijo que “la tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de cada hombre” y no se equivocaba: estamos utilizando el equivalente a 1,6 Tierras para mantener nuestro estilo de vida actual, y los ecosistemas ya no pueden satisfacer nuestras demandas.

“Vivimos en este planeta como si tuviéramos otro donde vivir” es la frase que se suele decir más a menudo a la hora de defender y justificar las acciones necesarias para reducir, por ejemplo, el 67% de las emisiones de gases de efecto invernadero que están asociadas a nuestros estilos de vida. Y, es que, si bien en el universo hay miles de millones de galaxias y en nuestra galaxia hay miles de millones de planetas, pero, que sepamos, solo hay una Tierra.

Una Tierra que se encuentra en una situación de emergencia y que ya no puede hacer más llamadas de auxilio; que agoniza cada vez más ante nuestra falta de determinación a la hora de tomar medidas, y con la que empezamos a agonizar también nosotros. Algunos ejemplos llamativos de este hecho son los siete millones de personas que mueren anualmente como consecuencia de la contaminación atmosférica o los treinta millones de personas obligadas a abandonar sus hogares en 2020 como consecuencia de las perturbaciones climáticas. Cifras que podrían ser aún peores de no actuar, pues se prevé que la exposición al aire contaminado aumente en un 50% en esta década, mientras que los desechos plásticos que fluyen hacia los ecosistemas acuáticos podrían triplicarse para 2040.

Un planeta azul

Volviendo a las estrellas, hasta donde alcanza nuestro conocimiento, no hay ningún otro planeta en toda la galaxia como el nuestro y, visto desde el espacio, el planeta Tierra es azul. Nuestra atmósfera y la presencia del agua en mares y océanos son las principales razones porque la que nuestro planeta tiene este apodo, y es precisamente el agua, que compone el 70% de su superficie, uno de los recursos naturales que más preocupa en la triple crisis que atravesamos, un círculo vicioso que solo desaparecerá si se aborda como un único problema a nivel global, de todos.

El agua es uno de los recursos naturales que más preocupa en la triple crisis que atravesamos

De acuerdo al último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cambio climático es generalizado y se está intensificando, afectando especialmente al ciclo del agua, cuya alteración provoca lluvias más intensas e inundaciones asociadas, así como sequías más intensas en muchas regiones. En este sentido, los desastres relacionados con el agua encabezan la lista de desastres tanto en pérdidas humanas como económicas de los últimos cincuenta años, según el Atlas de la OMM sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos. Además, de acuerdo al informe de la OMM ‘The State of the Global Climate 2020’, los índices de calentamiento de los océanos muestran un aumento especialmente fuerte en las dos últimas décadas y en todas las profundidades.

En relación a todo ello se encuentra la pérdida de la biodiversidad y de la naturaleza. Los ecosistemas acuáticos, ya sean de agua dulce, costeros o marinos, y los servicios que prestan, se están viendo afectados tanto por el cambio climático como por las altas demandas del recurso por parte de la población. De hecho, la ONU advierte que tan solo en el último siglo, hemos destruido la mitad de nuestros humedales y que entre el 20 y el 90% de los actuales humedales costeros corren el riesgo de desaparecer a finales de este siglo, dependiendo de la rapidez con que suba el nivel del mar.

Finalmente, y pese a gozar de tecnología para atajar los problemas, la contaminación de las aguas sigue siendo una preocupación. Más del 80% de las aguas residuales resultantes de actividades humanas aún se vierten en los ríos o el mar sin ningún tratamiento, lo que provoca su contaminación y, por ende, la degradación de los ecosistemas y la pérdida de vidas humanas.

Con casi los mismos problemas de hace cincuenta años, el Día Mundial del Medioambiente se estableció como una consigna que pide cambios profundos en las políticas y en nuestras decisiones para permitir vidas más limpias, ecológicas y sostenibles, en armonía con la naturaleza. Y, es que, cada uno de nosotros tiene el poder de impulsar el cambio que se necesita.

Hacer frente a estas crisis no solo es fundamental para salvar vidas y mejorar el futuro de miles de millones de personas, sino porque es ya una cuestión de nuestra supervivencia en este planeta. Ya lo decíamos justo hace un año: si somos la generación que puede frenar los impactos del cambio climático, también somos la generación que puede hacer las paces con la naturaleza. En palabras de Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, “El cambio climático está aquí, ahora. Pero nosotros también estamos aquí, ahora. Y si no actuamos, ¿quién lo hará?”.

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