En la primera página de la edición del domingo 18 de junio de 1972 del Washington Post apareció la noticia que cambiaría el rumbo de la política estadunidense y el inicio del trabajo periodístico más decisivo hasta la historia:
«Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser exmiembro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), fueron detenidos ayer a las dos y media de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan bien elaborado para colocar aparatos de escucha en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata.”. Así decía la noticia.
Dos jóvenes periodistas, Bob Woodward y Carl Bernstein, nombran a James McCord, miembro del comité de reelección de Nixon y exmiembro de la agencia federal CIA, como uno de los intrusos en la sede demócrata. El 22 de junio, Nixon niega cualquier participación de su administración en el asunto, que al principio atrae poca atención pública.
El dúo de reporteros continúa señalando que dos hombres que habían trabajado para Nixon, así como su ayudante especial, Charles Colson, guiaron a los ladrones en su misión, usando intercomunicadores desde un hotel cerca del Watergate.
El 10 de octubre de 1972, los dos periodistas revelan un escándalo masivo de espionaje y sabotaje político por parte de la Casa Blanca que busca la reelección de Nixon. Se desviaron cientos de miles de dólares de donaciones a la campaña de Nixon para financiar un plan secreto dirigido a desestabilizar el campo demócrata.
A pesar de la controversia, Nixon resulta reelegido el 6 de noviembre frente a su rival demócrata George McGovern. El 8 de enero de 1973 se abre el juicio de los ladrones de Watergate ante la indiferencia generalizada del público.
El 7 de febrero, la mayoría demócrata en el Senado crea un comité encargado de investigar la campaña electoral de 1972. Transmitidas en vivo por televisión, las audiencias terminan paralizando a los estadounidenses. El 30 de abril, el fiscal general Richard Kleindienst y dos de los asistentes del presidente, Bob Haldeman y John Ehrlichman, renuncian. Un tercer colaborador, John Dean, es despedido. El 25 de junio, Dean le dice al comité investigador del Senado que el presidente estaba al tanto desde el 15 de septiembre de 1972 del encubrimiento del robo.
Su testimonio indica que Nixon estaba dispuesto a gastar casi un millón de dólares para comprar el silencio de los ladrones. Se convierte así en el primer testigo que implica directamente al jefe de Estado.
Un empleado de la Casa Blanca le dice al Comité que la Oficina Oval está repleta de micrófonos ocultos. Nixon se niega a proporcionar las grabaciones al comité pero termina entregando nueve cintas. Pero faltan dos y una conversación entre Nixon y su asistente Dean el 20 de junio de 1972, tres días después del allanamiento de Watergate, es inaudible.
En mayo de 1974, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes inicia audiencias con el cometido de impulsar un juicio político acusando a Nixon.La Corte Suprema -máximo tribunal de EEUU- ordena a Nixon, el 24 de julio, que entregue las cintas perdidas, algo a lo que accede. El comité vota por tres motivos para un futuro juicio político: obstrucción de la justicia, abuso de poder y desacato al Congreso. Para evitar un juicio político, Nixon anuncia su renuncia el 8 de agosto.
Una investigación
Durante la investigación de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el caso recurrieron a una fuente que permaneció anónima hasta 2005, esa voz los fue guiando mientras indagaban en la relación del caso.
En el libro Todos los Hombres del Presidente la primera mención a Garganta Profunda fue retratada así: “Woodward contaba con una fuente de información del ejecutivo que tenía acceso a los informes del CRP, así como a la Casa Blanca. Nadie más que él conocía la identidad de este informador. Solo podía establecer contacto con él en ocasiones muy importantes. Woodward había prometido que jamás daría su nombre ni su posición a nadie en absoluto. Además se comprometió a no mencionarlo nunca, ni siquiera en calidad de fuente anónima. Sus conversaciones debían servir tan solo para confirmar informaciones recibidas en otros lugares y añadir alguna otra perspectiva o punto de vista a lo ya conocido. En la terminología periodística esto significaba que la conversación era “subterránea”. Un día Woodward le explicó su acuerdo al subdirector, Howard Simons.
El periodista comenzó a referirse como “mi amigo” al informador, pero Simons lo bautizó con el nombre de Garganta Profunda, que era el título de una película pornográfica muy célebre en esos días”.
Cuando Garganta Profunda quería ponerse en contacto con Woodward le mandaba un mensaje cifrado, las manecillas de un reloj aparecían en la página 20 de la edición de The New York Times que se le entregaba al reportero antes de las siete de la mañana, era la hora de reunión y habían establecido sus encuentros en un estacionamiento, ubicado en Arlington, en Washington, en el barrio de Rosslyn, frente a las antiguas oficinas del Comité Nacional Demócrata.
Durante años una placa lució afuera del lugar: Mark Felt, segundo al mando del FBI, se reunió con el reportero del Washington Post Bob Woodward aquí en este estacionamiento para hablar sobre el escándalo de Watergate. Felt proporcionó a Woodward información que expuso la obstrucción de la administración de Nixon a la investigación Watergate del FBI. Eligió este garaje como un lugar seguro anónimo. Se reunieron en este garaje seis veces entre octubre de 1972 y noviembre de 1973. Felt nació el 17 de agosto de 1913 en Twin Falls, Idaho. Estudió en la Universidad de Idaho y en la Facultad de Derecho de la Universidad George Washington, se casó con Audrey Robinson, y luego se unió al FBI 1942. Parte de su labor en el departamento la retrató en dos libros The FBI Pyramid y A G-Man´s Life.
En 1971 fue llamado a la Casa Blanca para colaborar en una investigación para identificar a la fuente de información que el gobierno de Nixon creía que le filtraba información a The New York Times sobre el uso de armas de Rusia, por lo que debería de encontrar a los culpables mientras realizaba espionaje telefónico además de someter a los sospechosos a la prueba del polígrafo. Por lo que se usarían exagentes de la CIA para realizar el allanamiento telefónico. Este grupo, conocido como la unidad “Plomeros”, sería más tarde la que participaría en el episodio de Watergate.
Al final se determinó que fuera la CIA y no el FBI quien se encargara de las entrevistas con el polígrafo, debido a la que la administración consideró como una falta de cooperación por parte de Felt y del departamento. En 1978 Felt fue acusado y llevado a juicio por autorizar allanamientos ilegales a principios de los 70´s por parte del Buró, Felt, a pesar de declaraciones en defensa de parte de sus abogados de que había recibido instrucciones incorrectas, afirmó que estaba siguiendo los procedimientos establecidos por las fuerzas del orden para los allanamientos cuando la seguridad nacional estaba en juego. Al final se le encontró culpable y mientras su caso estaba en apelación, cuando Ronald Reagan fue elegido presidente le concedió el indulto. Durante el juicio uno de los testigos que hablaron a su favor fue Richard Nixon.
Bob Woodward y Carl Bernstein mantuvieron en secreto la identidad de su fuente, argumentando que no la revelaría hasta que ella muriera. Pero en 2005, la revista Vanity Fair expuso la verdadera identidad de la fuente más famosa de la historia, acabando con el mito; a la edad de 91 años y tras tres décadas de silencio absoluto, admitió su papel histórico y anónimo. La edición de la revista publicó una fotografía de Felt en un saco rojo y con el titular «Soy el tipo al que llamaban Garganta Profunda».