Alfonsín

El exilio fue flor y también solidaridad. Ésta facilitó los contactos necesarios para la tarea de aislar la dictadura. Quizás yo era muy joven para aquilatar la importancia de los mismos. Pero muchos fueron, primero contamos y luego amigos. Ese fue el hilo conductor de los amigos del exilio. Por eso cuando enfermó papá vinieron muchas personalidades a Uruguay solamente para verlo. Peña Gómez, Jordi Pujol, Kennedy y a su entierro el Presidente de los Argentinos Raúl Alfonsín.

Raúl figuró entre aquellos que cuando conocimos no nos imaginamos las personalidades en que se iban a transformar con el tiempo. Tal el caso del padre Bergoglio, hoy Papa; el sindicalista Luis Ignacio Lula, a punto de ser Presidente por tercera vez, Monseñor Romero, hoy San Romero de América.

No se puede decir que cuando conocí a Alfonsin, era un desconocido. Sí es cierto, que no era un presidenciable. Vivía Ricardo Balbín, líder de la mayoría del Partido Unión Cívica Radical (UCR). Raúl Ricardo Alfonsín salió senador por la Provincia de Buenos Aires, en el parlamento disuelto en 1976. Oriundo de Chascomús, era líder la eterna minoría partidaria desde 1967. Pero cuando retorna la democracia, en el 1983, gana por un amplio margen (51.75%).

Lo que sí es cierto es que no lo conocí ni como candidato, ni siquiera como político. En ese momento, nada podía hacer pensar que no solo iba a ser Presidente sino que no iba abrir las puertas de su país para emprender el regreso. Recurrí a él para que me ayude en el peor momento de mi vida. En la noche del 17 al 18 de mayo de 1976 habían secuestrado a Zelmar y al Toba. Raúl presidía la Asamblea Permanente de Derechos Humanos. Por eso fui.

El 18 se nos fue todo el día en llamados y en tratar de encontrar un lugar seguro para mi padre. El mismo 19 de mayo, temprano, con mamá que me quiso acompañar a todas las gestiones que hiciera, fuimos a su estudio. Sugirió las primeras gestiones que debíamos hacer. Nos invitó a pasar la noche en su casa. Allí nos dimos cuenta que tenía un solo dormitorio, que nos cedía, mientras él pernoctaba en un sofá.

Esos días (II-10), dirigió mis pasos. El Dr. Jorge Roulet (Decano de la Facuultad de Ingeniería de la UBA hacía dos años) iba a oficiar de “mensajero”. Iba y volvía intercambiando información entre lo que averiguábamos nosotros y lo que se iba enterando Raúl. Así hasta que el 22 de mayo, tras un día de muchos rumores horribles, me dice “Alfonsín quiere hablar contigo, leí que yo te llevo”. Ahí me di cuenta que las noticias no eran buenas.

Cuando llegamos a su estudio, Raúl me dio un abrazo y me apartó fuerte sin decir palabra alguna. Ese abrazo estuvo presente cada vez que nos vimos de ahí en adelante. El quiso darle personalmente la noticia a los Michelini, mientras yo fui a contarle a mi viejo para que él le diera la noticia. Ya no nos vimos hasta el año siguiente, en que visitó Washington. 

Luego vino todo lo que vino. Antes de saber qué Embajada le iba a proteger ni cómo iba a acceder a ella, papá le escribe una carta:

24 de mayo de 1976

Dr. Raúl Alfonsín.

Dentro de instantes después de cumplir mis deberes para con los muertos, estaré asilado en una Embajada. No puedo hacerlo sin dejarte antes un estrecho abrazo y mi eterna gratitud. Si fueras uruguayo serás blanco. Y solo un oriental comprenderá todo lo que quiero expresarte con ello. (…) Hasta pronto. Nuestros caminos se van a encontrar, porque andamos buscando las mismas cosas. Un abrazo (firma)».

Cuando en el 1977 yo encuentro mi lugar en WOLA, un día a través de Mario del Carril, un radical argentino residente en Washington, supe que Alfonsín quería llegar a EEUU para hacer contactos con el gobierno Carter y denunciar las violaciones de Derechos Humanos en su país. WOLA (III-20) se haría cargo y yo dentro de ella armaría su agenda. Esos días, aunque seguro de que era imposible, además de la alegría de verle de nuevo, trataba de devolver con mi esfuerzo aquella solidaridad inconmensurable del mayo trágico del año anterior. 

Y vaya si se iban a encontrar los caminos de Wilson y Raúl. Su asunción a la Presidencia el 10 de diciembre nos abrió un nuevo panorama. Yo le visito antes de que asuma el 17 de noviembre. Invita a papá a su asunción del mando. Acordamos radicarnos en Argentina, y desde allí preparar la “Operación Retorno” al Uruguay. Cada paso tuvo el apoyo del Presidente de la Nación que nos recibió en la Residencia de Olivos, apenas llegamos. 

Después del retorno a la democracia en Uruguay, lo visitó varias veces y siempre nos vimos. También yo, presidiendo la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado le visité varias veces en casa Rosada. En el 87 papá se enferma. Llama prácticamente todas las semanas para interesarse por su salud. El 3 de marzo del 88 llama por teléfono sin que medien secretarios ni telefonistas. “Juan Raúl mañana me voy a ver a mi amigo enfermo». Tuve que decirle que ya era tarde, papá estaba muy mal.

El 15 de marzo, a las 19 horas, llegó en el avión presidencial, acompañado por gente de todos los partidos argentinos. Le esperé con el Dr. Tarigo (Presidente interino) en el aeropuerto. Cuando llegamos al palacio vio la multitud que en silencio se abrió a su paso. Desde la escalinata mayor vio la multitud, me tomó del brazo y me dijo: “el entierro es el último plebiscito de un político. Antes de regresar estuvo más de media hora en silencio abrazando a mamá.

Cuando fui Embajador en Argentina, le ofrecí una cena en la Residencia recién llegado. La UCR hizo un homenaje a Jorge Roulet el 27 de febrero de 1997, a los diez años de su muerte. Pedí autorización al gobierno, por ser una sede partidaria, y allí fui. 

El 31 de marzo de 2009, cuando supe de su muerte me fui enseguida. No se cómo logré entrar, estaba su hijo Ricardo, con amigos comunes como Solari Irygoyen y Adolfo Gas, con más de 90 años. Y me fui a la plaza del Congreso. Quería, necesitaba simplemente ser uno más. Fue su último plebiscito. 

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