Amigo del Exilio, Presidente al regreso y Mañana Calle de Montevideo: Alfonsín

Cuando estemos a las 19:00 en el dique de Mauá, frente a la Plaza Rca Argentina, mirando al Mar que nos une (no nos separa) a Argentina, estaré atento al Acto, pero seguro también mi alma estará galopando recuerdos. Un franja de nuestra costa llevará el nombre del primer Presidente argentino después del terrorismo de Estado que se llevó la vida de muchos argentinos, otros tantos compatriotas, y de nuestros amigos Zelmar y Toba, asesinados juntos Barredo y Whitelaw los días en que desapareció el Dr. Manuel Liberoff.

¡Cómo nos acompañó Alfonsín! Fue él quien tras una permanente compañía me avisó que habían aparecido muertos (como surge de la agenda del 76 de mis archivos). Nos despide del exilio Argentino y ocho años después nos cobija en una Argentina que recupera su libertad. Nos despide, ocho años después, pero esa vez no nos alejábamos, sino que regresábamos a Uruguay, lo que sin su apoyo no hubiera sido posible. Años después, cuando gana las elecciones, me recibe en su cuartel electoral. 

Mi viejo asiste a su Asunción y regresa a Buenos Aires a preparar, con su apoyo nuestro retorno a la Patria. El mismo día en que llega, 23 de abril del 84, (como surge de la agenda del 84) cenamos con él en Olivos. Después de conocerlo en momentos trágicos nuestras vidas se volvieron a cruzar muchas veces hasta que fui a despedir sus restos, como él vino a despedir los de mi padre.

No se puede decir que cuando conocí a Alfonsín, era un desconocido. Sí es cierto, que no era un presidenciable. Vivía Ricardo Balbín, líder de la mayoría del Partido Unión Cívica Radical (UCR). Raúl Ricardo Alfonsín salió senador por la Provincia de Buenos Aires, en el Parlamento disuelto en 1976. Oriundo de Chascomús, era líder de la eterna minoría partidaria desde 1967. Pero cuando retorna la democracia, en el 1983, gana la Presidencia por un amplio margen (51.75%). Mañana Montevideo le homenajeará con el nombre de una calle.

No lo conocí ni como candidato, ni siquiera como político. En ese momento nada podía hacer pensar que no solo sería Presidente, sino que durante su mandato iba a abrir las puertas de su país para que regresemos a Uruguay. En 1976, recurrí a él pidiendo ayuda en el peor momento de mi vida. En la madrugada del 18 de mayo habían secuestrado a Zelmar y a El Toba. Raúl presidía la Asamblea Permanente de Derechos Humanos.

El 19 de mayo, temprano, con mamá que me quiso acompañar a todos las gestiones que hiciera, fuimos a su estudio. Sugirió algunas gestiones que debíamos hacer. Nos volvimos a juntar en la tardecita. Nos invitó a pasar la noche en su casa. Allí nos dimos cuenta que tenía un solo dormitorio, que nos cedía, mientras él pernoctaba en un sofá.

Esos días, dirigió mis pasos junto a mi padre. Papá mandaba mensajes desde la Residencia de Hugo Navajas (representante del PNUD-ONU). Raúl de manos del Dr. Jorge Roulet (Ex-Decano de la Facultad de Ingeniería de la UBA). Hacía de “mensajero”. Iba y volvía intercambiando información entre lo que averiguábamos nosotros y lo que se iba enterando Raúl. Así hasta que el 22 de mayo, tras días de muchos rumores horribles, me dice “Alfonsín quiere hablar contigo”: Me di cuenta que las noticias no eran buenas.

Cuando llegamos a su estudio, Raúl me dio un abrazo y me apretó fuerte sin decir palabra alguna. ¡Aquel abrazo! Lo tuve presente cada vez que nos vimos de ahí en adelante. Quiso darle personalmente la noticia a los Michelini, sugirió que fuera a contarle al viejo que querría darle la noticia a la familia de Toba. 

Ya no nos vimos hasta el año siguiente, en que visitó Washington. Vino todo lo que vino. Antes de saber qué Embajada le iba a proteger ni cómo iba a acceder a ella, papá le escribe una carta:

“24 de mayo de 1976

Querido Raúl:

Dentro de instantes después de cumplir mis deberes para con los muertos, estaré asilado en una Embajada. No puedo hacerlo sin dejarte antes un estrecho abrazo y 

mi eterna gratitud. Si fueras uruguayo serías blanco. Y solo un oriental comprenderá todo lo que quiero expresarte con ello. Hasta pronto. Nuestros caminos se van a encontrar, porque andamos buscando las mismas cosas. Un abrazo, Wilson.”

En el 77 ya establecido en WOLA, através de Mario del Carril, un radical argentino residente en Washington, supe que Alfonsín quería llegar a EEUU para hacer contactos con el gobierno Carter y denunciar las violaciones de Derechos Humanos en su país. Le ofrezco que WOLAse haga cargo y yo dentro de ella armara su agenda. Esos días, aunque fuera imposible, trataba de devolver con mi esfuerzo aquella solidaridad inconmensurable del mayo trágico del año anterior. 

¡Vaya que se iban a encontrar los caminos de Wilson y Raúl! Su asunción a la Presidencia el 10 de diciembre nos abrió un nuevo panorama. Yo le visito el17 de noviembre. Invita a papá su asunción del mando. Acordamos radicarnos en Argentina, y desde allí preparar la “Operación Retorno” a Uruguay. Cada paso tuvo su apoyo. Nos recibió en la Residencia de Olivos, apenas llegamos.

Después del regreso a Uruguay, nos vimos varias veces. Cuando iba a Uruguay, una vez en un asado más informal en Anchorena. Presidiendo la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado le visité varias veces en casa Rosada.

En el 87 papá se enferma. Prácticamente todas las semanas se interesa por su salud. El 3 de marzo del 88 llama por teléfono a su casa: “Juan Raúl mañana me voy a ver a mi amigo enfermo.” Tuve que decirle que ya era tarde. Papá ya estaba muy mal. Me quedé con la impresión de que no era consciente de cuan grave era.

El 15 de marzo, murió papá antes de las 7.00. Exactamente 12 horas después, llegó el avión presidencial argentino. Vino acompañado por amigos de todos los partidos. Le esperaba con el Dr. Tarigo (Presidente Interino). El abrazo que me dio fuera del protocolo, me transportó al de 1976. Llegando al palacio, vio la multitud que se abrió a su paso en silencio. Subió la escalinata, la miró y reclinó levemente la cabeza. Siempre en silencio, estalló un aplauso. 

Me tomó del brazo y me dijo: “el entierro es el último plebiscito de un político”. Estuvo casi media hora en silencio abrazando a mamá.

Cuando fui Embajador en Argentina, apenas llegué, le ofrecí una cena. La UCR homenajeó aJorge Roulet, el 27 de febrero de 1997, a diez años de su muerte. Pedí autorización al gobierno, por ser en la sede partidaria, y allí fui. Y, autorizado que estaba, me pidieron que hablara. ¿cuántos recuerdos en aquel homenaje.

El 31 de marzo de 2009, cuando supe de su muerte me fui enseguida a Buenos Aires. No sé cómo logré llegar al salón azul, estar junto a su hijo Ricardo, a amigos comunes como Solari Irygoyen y Adolfo Gass, con más de 90 años. Luego fui a la plaza del Congreso. Quería, necesitaba ser simplemente uno más. Fue su último plebiscito. 

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