Editorial

Colombia nos duele

"Respeten la vida, esa es la línea roja. Colombia no debe matar a sus hijos, porque ellos también son hijos nuestros. Mafias de la tierra, costras de la humanidad. Que vivan tranquilas las familias árabes que llegaron a Colombia", siguió diciendo el presidente Petro.

Un precandidato presidencial disparado en medio de un mitin público suena a noticia de otros tiempos mucho más oscuros en Colombia, pero acaba de suceder en este 2025 en Bogotá, la capital del país, a menos de un año de las elecciones presidenciales.

La víctima del atentado es Miguel Uribe Turbay, senador colombiano y precandidato presidencial por el partido opositor Centro Democrático, fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Uribe Turbay fue disparado mientras ofrecía un discurso en la localidad de Fontibón, en el occidente de Bogotá, sobre las 17:00 hora local (22.00 GMT) de este sábado.

Fue inmediatamente trasladado a la clínica de la Fundación Santa Fe de Bogotá, donde ingresó en estado crítico.

El fenómeno del sicariato en Colombia ha dejado una huella imborrable en la historia política y social del país. Este crimen organizado, que se caracteriza por el asesinato por encargo, ha alimentado un ciclo de violencia que afecta no solo a las víctimas directas, sino también a las instituciones y al tejido social. La presencia del sicariato en la política colombiana no es un asunto nuevo; sin embargo, su persistencia y evolución plantean desafíos serios para la democracia y la gobernabilidad.

En las últimas décadas, el sicariato ha estado íntimamente ligado a grupos armados ilegales y al narcotráfico. Estos actores han utilizado la violencia como herramienta para coaccionar, intimidar y eliminar a adversarios políticos, creando un ambiente de miedo que inhibe la participación ciudadana y distorsiona el ejercicio democrático. La historia reciente ha sido testigo de asesinatos de líderes sociales, candidatos y funcionarios públicos, lo que pone de manifiesto la fragilidad de las instituciones y la necesidad urgente de fortalecer el estado de derecho.

La relación entre el sicariato y la política también se refleja en el fenómeno del clientelismo y la corrupción. En un entorno en el que la vida humana se devalúa, es fácil para ciertos sectores políticos recurrir a prácticas ilícitas para mantener el poder. Esto no solo deslegitima a las instituciones, sino que también perpetúa un ciclo de impunidad donde los responsables de estos crímenes a menudo quedan sin castigo, enviando un mensaje aterrador de que la violencia es una vía aceptable para resolver conflictos.

Es fundamental que la sociedad colombiana reconozca el impacto del sicariato en su vida cotidiana y en la política. La violencia no solo destruye vidas, sino que también erosiona la confianza en las instituciones y debilita el tejido social. Para enfrentar este problema, se requiere un enfoque integral que incluya la promoción de la justicia social, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y el apoyo a los líderes comunitarios que luchan por la paz y la equidad.

Además, es crucial que el Estado implemente políticas efectivas de seguridad que no solo se centren en la represión del crimen, sino que también aborden las causas estructurales que alimentan el sicariato. La pobreza, la falta de oportunidades y la exclusión social son factores que deben ser atendidos para desmantelar las redes de violencia que afectan al país.

El sicariato en Colombia es un desafío que no puede ser ignorado. Afecta la política, la seguridad y el bienestar de la sociedad en su conjunto. La construcción de un futuro pacífico y democrático requiere un compromiso serio y sostenido por parte del Estado, la sociedad civil y la comunidad internacional, para erradicar la violencia y promover una cultura de paz y respeto por la vida. Solo así se podrá garantizar que la voz del pueblo se escuche y que la democracia en Colombia pueda florecer en un entorno de justicia y seguridad.

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1 Comentario

  1. Yo no creo que el homicidio por encargo sea consecuencia de la pobreza, la falta de oportunidades o la exclusión social. Para mí son otras lar motivaciones que hay tras esos actos. O bien se trata de un psicópata, que no tiene escrúpulos para hacer las acciones más depravadas, o bien es alguien que se ve fuertemente condicionado por otro delincuente, que le dice más o menos: andá y matá a tal persona, o te la damos a vos.

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