En Chile, una parte significativa del avance de la derecha no puede comprenderse sin analizar los errores, contradicciones y fracasos de la izquierda cuando le tocó gobernar. No se trata de una conspiración mediática ni de un giro cultural repentino del electorado: es, en buena medida, el resultado de una gestión que no estuvo a la altura de las expectativas que ella misma generó.
La izquierda chilena llegó al poder con un capital simbólico enorme. Encarnaba la promesa de cambio tras el estallido social, la superación del modelo heredado de la dictadura y la construcción de un Estado más justo, inclusivo y moderno. Sin embargo, una vez en el gobierno, esa promesa chocó contra la improvisación, la falta de cuadros técnicos sólidos y una desconexión creciente con las preocupaciones cotidianas de la ciudadanía.
Mientras el discurso se mantenía en clave épica, la realidad imponía urgencias concretas: seguridad, inflación, empleo, salud, educación. La incapacidad para dar respuestas eficaces en estos terrenos erosionó rápidamente la credibilidad del proyecto. La izquierda parece más preocupada por dar batallas culturales identitarias que por garantizar orden, estabilidad y bienestar material, un error clásico que la derecha supo capitalizar con astucia.
A ello se sumó una gestión política errática. Mensajes contradictorios, rectificaciones constantes y conflictos internos transmitieron una imagen de fragilidad y amateurismo. Gobernar no es tuitear consignas ni administrar símbolos: es tomar decisiones difíciles, priorizar, negociar y asumir costos. Cuando un gobierno progresista parece dudar de sí mismo, el electorado no ve sensibilidad democrática, sino falta de liderazgo.
Chile a la derechaEl fracaso del proceso constitucional fue otro golpe decisivo. La izquierda confundió la demanda de cambios estructurales con una licencia para imponer una agenda maximalista, poco pedagógica y desconectada del sentido común mayoritario. En lugar de ampliar consensos, estrechó el campo propio. El resultado fue una derrota política que dejó a la derecha reposicionada como garante del orden y la estabilidad, incluso cuando sus propuestas carecen de profundidad social.
La paradoja es evidente: una izquierda que se proclama defensora de los sectores populares terminó empujando a amplios segmentos de la sociedad hacia opciones conservadoras. No porque estas ofrecen mejores soluciones, sino porque al menos prometen previsibilidad frente al caos. Cuando la inseguridad crece y la economía se resiente, el voto castigo no distingue matices ideológicos: castiga a quien gobierna mal.
La derecha chilena no avanzó por mérito propio, sino por contraste. Supo ocupar el vacío que dejó una izquierda ensimismada, más preocupada por preservar la pureza doctrinaria que por gestionar con eficacia. En política, la incompetencia también es una forma de traición, sobre todo cuando se gobierna en nombre de los que menos tienen.
Si la izquierda quiere recuperar credibilidad, debe hacer una autocrítica profunda y honesta. Menos consignas y más gestión. Menos épica y más resultados. Menos superioridad moral y más escucha. De lo contrario, seguirá repitiendo el mismo libreto: fracasar en el gobierno y luego sorprenderse cuando la derecha cruza, sin resistencia, las puertas que ella misma dejó abiertas.



Como dicen en Chile el estallido social no fue para pedir un giro a la izquierda sino para volver al Chile de antes, seguro y con crecimiento económico
Gracias por el articulo con algunas verdades necesarias y algunas opiniones no tan fundadas. Las estadísticas de 2024 dicen que Uruguay tiene casi tres veces más asesinatos por 100 000 habitantes que Chile, que aparece como el país con menor ptomedio en la cantidad de muertes violentas en toda América Latina. Pero el tema de la inseguridad fue instalado como discurso político, mediático y ciudadano. La economía no estuvo nada mal, pero todo el discurso del desmontaje del gobierno hacía creer que era un desastre. Hubo errores. Apostarlo todo al cambio constitucional el primero de ellos. El peso enorme de la inmigración ilegal heredada o en proceso y sus consecuencias sociales. La excesiva presencia de la burocracia cargona de un estado viciado, otro más. Al final ocurrió lo que siempre ha ocurrido en Chile desde 1990: alternancia en el gobierno traspaso democrático del gobierno. Verdad que Kast da un poco de miedo sobre todo si se le ocurre poner a Kaiser de Ministro de Defensa o del Interior. Pero la centro izquierda chilena va a volver en 2030, y va a seguir ocupando alcaldías y gobernaciones. No es ese el foco principal de la demolición de la izquierda en el continente al dia de hoy.
Tener una emigración fuera del sistema es incontrolable En ese sentido en Uruguay estamos conformes con haber dado documentación a los emigrantes
QUE LA IZQUIERDA GOBIERNA MAL ?? NO !! ES MENTIRA…LA IZQUIERDA GOBERNO MUY BIEN EN LA UNION SOVIÉTICA, EN ALBANIA, EN HUNGRÍA, EN RUMANIA, EN YUGOESLAVIA…Y AUN GOBERNA BIEN EN MOZAMBIQUE, EL CONGO, LAOS, VIETMAN Y COREA DEL NORTE..
LA DERECHA GOBIERNA MUY MAL EN SUIZA, EN IRLANDA, EN NUEVA ZELANDA …
Promesas concretas y cumplidas , pueblo feliz y seguro , y bien estar economico junto con un sistema de salud organisado y al alcance de todos , Sea el gobierno que sea va a estar en el poder por mucho tiempo.