Cuatro años de Diario La R

Cuatro años. En el vértigo de la información instantánea, de la post verdad convertida en método y del espectáculo disfrazado de noticia, cumplir cuatro años de periodismo independiente parece un gesto anacrónico.

Y, sin embargo, aquí estamos. Diario La R nació con la convicción de que la palabra todavía tiene peso, que el periodismo no es un trámite ni una extensión de los aparatos de poder, sino una práctica de resistencia y de sentido.

Durante este tiempo atravesamos gobiernos, crisis, campañas, silencios impuestos y verdades incómodas. Aprendimos que el costo de la independencia no se mide en clics ni en likes, sino en la soledad de ciertos días, en el enojo de quienes preferirían un medio dócil, y también en el respeto de los lectores que reconocen cuando una nota está escrita sin miedo. Cuatro años de trabajo son también cuatro años de incomodidades: incomodar al poder, incomodar al lector distraído, incomodar a quienes creen que la prensa debe alinearse o callar.

No somos un medio perfecto, pero sí somos un medio libre. En tiempos donde la comunicación se compra y se vende como mercancía, sostener una voz crítica es una tarea artesanal.

Cada crónica, cada investigación, cada editorial de La R nace de la misma certeza: el periodismo solo tiene sentido si interpela, si denuncia y si defiende la transparencia en la esfera pública. Nos hemos equivocado, claro, pero nunca hemos cedido ante la tentación de convertirnos en agencia de propaganda.

Cuatro años después, reafirmamos nuestro compromiso con la verdad, esa palabra vieja y desgastada que muchos dan por muerta. La verdad no siempre se impone, pero siempre deja huella. En una época de titulares prefabricados y opiniones de alquiler, insistimos en contar lo que otros prefieren callar. Porque informar es también un acto político: elegir mirar donde nadie quiere mirar.

A los lectores que nos acompañaron desde el primer día, gracias por sostener este espacio que no responde a intereses ocultos. A quienes se suman ahora, bienvenidos a una trinchera donde las palabras aún significan algo.

Cuatro años no son un punto de llegada, sino una promesa renovada: la de seguir haciendo periodismo con conciencia, con ética y con rebeldía. En tiempos de simulacros, Diario La R seguirá siendo lo que siempre fue: una R que no se calla, una R de resistencia, de rigor y de responsabilidad. Porque mientras haya poder, habrá algo que contar. Y mientras haya lectores dispuestos a pensar, habrá razones para seguir escribiendo.