El tiempo pasa

Ambos polos políticos  se han erigido como líderes , en un conflicto de narrativas que ha llevado a un clima de hostilidad y descalificación mutua.

La política uruguaya ha sido testigo, en los últimos años, de una polarización que ha escalado liderada por dos corrientes muy claramente delimitadas.

Los frenteamplistas y sus opositores vengan de la tienda que vengan , a pesar de sus diferencias ideológicas, comparten un enfoque maniqueo que simplifica el complejo panorama político del país.

Ambos polos políticos se han erigido como líderes, en un conflicto de narrativas que ha llevado a un clima de hostilidad y descalificación mutua, donde los epítetos hirientes y las acusaciones se han vuelto moneda corriente en la elección departamental y municipal pasada.

El intercambio de ataques a través de redes sociales entre las dos corrientes ideológicas ha resultado ser un espectáculo tanto humorístico como preocupante.

Este tipo de enfrentamientos no solo reflejan una falta de respeto, sino que también alimentan un ciclo de confrontación que aleja la posibilidad de un diálogo constructivo a futuro.

El capital político del FA  radica en su determinación de combatir lo realizado por el gobierno anterior. Por su parte, la coalición de partidos  se aferra a la memoria distorsionada de la derecha radical en el poder de  los 70, utilizándose como un recurso para obtener legitimidad.

Sin embargo, esta confrontación no solo polariza más a la sociedad, sino que dificulta un análisis objetivo de lo que ocurrió durante los años setenta, un periodo que sigue siendo un tabú en la política uruguaya.

El contraste entre la capital y el  país profundo que muchos consideran un símbolo de civilización, y la zona metropolitana a Montevideo, que a menudo es visto como un bastión en Canelones y Montevideo del FA  es otro ejemplo de la simplificación que caracteriza la retórica política. Los frenteamplistas  soñaban con un triunfo en San José  mientras que muchos frenteamplistas  aspiraban a que el área metropolitana  quedará bajo la gobernanza del FA, reflejando una lucha por el poder que va más allá de la política.

La percepción de que el área metropolitana  ha caído en un estado de ingobernabilidad en el tema seguridad se ha visto reforzada , donde delincuentes jóvenes cometen actos atroces sin consideración. Aunque algunos sostienen que estos criminales son “víctimas” de su entorno, la realidad es que la sociedad no puede resignarse a permitir que la violencia continúe, especialmente cuando se ve amenazada en su vida cotidiana.

La política uruguaya, a menudo marcada por  la confrontación, enfrenta un dilema: ¿Se puede encontrar un camino hacia una solución civilizada?. El FA  y sus seguidores parecen convencidos de que la elección se reduce a un dilema entre sus ideologias, pero esto ignora la complejidad de la situación. La posibilidad de amalgamar el realismo económico con el respeto por las instituciones democráticas es esencial, pero el rechazo a los matices puede resultar peligroso.

La batalla cultural que el FA dice librar contra la corrección política y otras “enfermedades” parece dejar de lado aspectos cruciales de la conducta personal y el respeto en el debate político. La falta de preparación y el comportamiento agresivo de algunos legisladores han contribuido a que las sesiones en la Cámara baja se asemejan a riñas de gallos, lo que no sólo deslegitima el proceso político, sino que aleja a los ciudadanos de la política.

En última instancia, el futuro político de Uruguay no debería limitarse a una elección entre el blanco y el negro. La sociedad necesita líderes que sean capaces de enfrentar los desafíos con realismo, pero también con una ética que respete los principios democráticos. Sin embargo, si el FA y su entorno continúan ignorando la importancia de estos matices, el país podría resignarse a un liderazgo que, a pesar de las diferencias ideológicas, comparte un estilo que es inapropiado para una democracia madura. La política uruguaya podría beneficiarse de un cambio hacia un enfoque más inclusivo y menos polarizado, que permita construir un futuro más viable para todos.

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2 Comentarios

  1. Es cierto lo dicho y cuesta reconocerlo. Como dijo un líder en algún momento pasado, hay que gobernar para «todos los uruguayos» y eso significa contemplar la heterogeneidad bajo el manto de la ley pero con contemplaciones políticas que no entren en el abuso de derechos que terminen aumentando la heterogeneidad o vulnerando otros derechos. El objetivo común es mantener la democracia sin denostarla ni a su sistema político. Las consecuencias del fracaso de esto último ya lo conocemos y es obligatorio impedir repetirlas.

  2. Hace décadas conocimos una canción popular, que decía en un estribillo «El que no cambia todo no cambia nada», puede ser que yo esté equivocado, pero estoy convencido que el que , NO CAMBIA ALGO NO CAMBIA NADA.
    En la nota de la cumbre China Celac , en esta edición se habla de una mirada estratégica y de largo plazo y creo que ese es el camino.
    Aunque si no identificamos lo que en este editorial se marca como limitaciones a la sana convivencia y al fortalecimiento de una democracia y una república, no podremos esperar avances positivos.
    Premiar y enaltecer, la ordinariez, la mediocridad y el debate descalificador y alimentar el discurso de odio , venga de donde venga, nos llevará a un fin común , un desastre antidemocrático y antihumano.
    Yo trataré de hacer mi parte.
    #SentirPensarHacer

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