En el living

"Los olores feos tienen su encanto", Lucia Berlin

Unos pájaros pintados en el empapelado miran la escena sin cantar. Hay un grupito que se destaca dentro de un rectángulo vivo: rodean un solitario clavo que durante muchos años sostuvo una acuarela.

Tres personas desnudas superpuestas sobre la alfombra gimen como asmáticos. Desde arriba, las doce extremidades que parecen brotar del mismo tronco en confuso movimiento podrían compararse con las de una araña pálida y mal formada que diera los últimos temblores bajo una nube de veneno.

En el interior de un ropero espejado cuelgan prendas de mujer, algunas embolsadas y a estrenar, que no le quedan a ninguno de ellos.

Un comedero con alimento podrido para perros es el manjar de una familia numerosa y muda de brillantes gusanos blancos.

El cartero se agacha y pasa por debajo un sobre con vencimiento a nombre de una muerta. Cree oír… oye. 

Se queda unos segundos atendiendo el concierto de quejidos en la misma posición que un jugador de bochas antes de lanzar. Luego se para, levanta las cejas y extrae el labio inferior. Cuando acomoda el bolso, unas chispas de agua le tocan la cara. ¿Lloverá? Toma aire y otra vez a pedalear.

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