El Museo de Arte Precolombino e Indígena (Mapi) se fundó en 2004 y depende del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo. El edificio sede fue construido a finales del siglo XIX por el Dr. Emilio Reus y declarado Monumento Histórico Nacional en el año 1986. En el 2000 inicia un proceso de restauración y tras el Decreto 31.383 de la Junta Departamental de Montevideo, se institucionalizó el Mapi pasando el inmueble a su uso exclusivo.
A lo largo de los años quintuplicó su acervo, alcanzando más de 7000 bienes culturales, ofreciendo a sus visitantes una exposición permanente de piezas arqueológicas y etnográficas pertenecientes a diferentes culturas originarias de toda América, pero a su vez se realizan investigaciones, exposiciones temporales, publicaciones sobre distintos aspectos vinculados con su temática y actividades educativas. Actualmente el museo gestiona la Colección de Máscaras Latinoamericanas de Claudio Rama, con 900 piezas provenientes de todo el subcontinente.
Para conocer a detalle el trabajo que viene realizado el Mapi y los desafíos que enfrenta, Diario La R conversó con el director, Mag. Facundo de Almeida, quien dedicó casi toda su carrera laboral a áreas vinculadas a la cultura creando una extensa trayectoria profesional. En ese sentido, destacó la transversalidad y la versatilidad que tiene la cultura, característica que le permite darle una “impronta diferente” a su gestión en el museo. “Yo concibo el museo más como un centro cultural, donde suceden o pueden suceder muchas cosas distintas pero todas orientadas a cumplir con la misión del museo, que es divulgar las culturas originarias de América y del mundo”, expresó.
De Almeida destacó que las actividades que realizan tienen una finalidad pedagógica pero son participativas porque “sobre todo el museo tiene que ser divertido”. Explicando así que “en primer lugar, porque es antipedagógico aburrirse y por otro lado, hay una cuestión más práctica, nosotros competimos por el tiempo de ocio de las personas. Hoy en día existen muchas opciones de entretenimiento y aprendizaje, entonces si nosotros no ofrecemos algo que sea atractivo y disfrutable, las personas van a elegir otra cosa”.
En ese contexto, nace una de las grandes líneas de trabajo del Mapi: “trabajar puertas para afuera”. Así, crean el programa “El Mapi se va a la playa”, con la idea de generar talleres y sacar el museo para fuera pero seguir cumpliendo la misma misión. “A veces hay cosas que pueden parecer superfluas pero en realidad tienen un objetivo y una estrategia de comunicación”.
Otro ejemplo es la creación de Mapi virtual la serie, creada durante la época de la pandemia, que alcanzó las 500.000 visitas, que se traducen en la “cantidad de gente que vino al Mapi en 8 años”. Una vez se regresó a la normalidad conocida, tomaron esta experiencia y con la colaboración de Valentina Golubei, reformaron la web, crearon una aplicación para celulares, crearon un catálogo online del acervo de la biblioteca, sumaron la venta de tickets mediante un tótem y adentraron al Mapi en el Metaverso. En ese contexto, analizó que “el gran problema que tenemos todos los museos del mundo, es que mostramos entre un 10 y un 15% de los objetos que tenemos, el resto permanece guardado, por temas de espacio y de costos. Entonces, usamos el metaverso para exhibir los objetos que tenemos guardados. Por ejemplo, tenemos una sala con los objetos de la colección de Salto Grande, obtenidos en una misión arqueológica cuando se iba a hacer la represa”.
“Cada acción tiene sus objetivos” expresó; por un lado “nosotros queremos que se revaloricen las culturas indígenas pasadas y también las presentes, que se vea lo indígena como algo contemporáneo, porque todavía hay poblaciones”, por otro, habló de expandir el público objetivo, llegando a aquellos que no suelen concurrir a museos y también agregó el poder mostrar todo el patrimonio, que de otra manera no se podría. A su vez, destacó que hay actividades que también funcionan como financiamiento, por ejemplo, el Mapi ofrece una propuesta para celebrar cumpleaños infantiles.
“A un mismo objetivo lo podés cumplir de diversas maneras y eso te permite diversificar públicos. Si yo hago solo exposiciones formales, con un texto escrito por un arqueólogo me limito a un público reducido. Vos no puedes pretender que todo el mundo venga al museo. Hay gente que no le sale naturalmente” y si bien entiende que “nunca vas a llegar a todos” han logrado abarcar más destinatarios mediante la adaptación del mensaje en diferentes actividades.
Mediante encuestas y observando la participación a las actividades, De Almeida destacó que “logramos un alto grado de fidelización”. En ese sentido, agregó que “a las personas les gusta el lugar, les gusta el proyecto, nos apoyan y se sienten identificados”. En esa línea, analiza que “eso es lo más lindo que te puede pasar cuando trabajas en un proyecto de estas características, que más allá de los resultados numéricos la gente se apropie del lugar, que lo tomen como un lugar de referencia y de disfrute”. Según las mediciones de Google Business aumentó más de una 1 hora el tiempo de permanencia, “gracias a los servicios complementarios en los que venimos trabajando, como las propuestas, el café, el estacionamiento, entre otros”.
“Antes los museos ponían su foco en las colecciones. Nosotros nos perocupamos también pero si solo te ocupás de las colecciones, te transformás en un depósito de colecciones. Nuestro foco está en el público, en el que viene y en el potencial, para ir a buscarlo”, expresó.

“Tenemos poco presupuesto pero Uruguay tiene muchos recursos”
Uno de los principales desafíos que enfrentaba el museo era el vencimiento, después de 20 años, del convenio con la Intendencia de Montevideo, que lograron renovar. “El Mapi recibe un subsidio de la comuna que se destina al pago de una parte de los sueldos, a su vez, paga la luz, el teléfono y es dueña del edificio”, informó. En ese sentido, aclaró que si bien el aporte es de los más bajos que realiza “nosotros tenemos la posibilidad de generar recursos”.
Entre ellos, se encuentran el cobro de entrada, que permite sostener la institución y el ingreso gratuito de aquellos que no cuentan con la economía suficiente. Además, realizan actividades educativas con instituciones alcanzando unos 30.000 niños al año, de los que un porcentaje pagan tarifa completa, otros la mitad y el resto nada. “Si yo no cobrara tarifa completa a aquellos que pueden permitírselo, el Mapi podría recibir por año unos 6.000 chiquilines”, explicó.
“Si la intendencia no pusiera el edificio y no subsidiara al Mapi, no podría existir. Pero también tenemos la libertad de generar muchas otras cosas, como otras fuentes de ingreso gracias a alianzas con otras instituciones”. Ante esto, ejemplifica que el edificio fue restaurado gracias a un acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Social y que las cenas de recaudación se realizan con el apoyo de otras instituciones. “Hay más una cuestión de gestión, de alianza, de socios, de abrir el juego que de plata”, destacó.
“Siempre voy a pelear por más presupuesto, porque es también mi rol, pero una vez que yo tengo un presupuesto determinado y estoy dispuesto a llevar adelante la gestión de este lugar, tengo que manejarme con eso y ver cómo resuelvo lo demás. Tenemos poco presupuesto pero Uruguay tiene muchos recursos institucionales, solo hay que articularlos”, analizó.