Ioannis Zizioulas, uno de los teólogos más originales

Ioannis Zizioulas, obispo metropolitano ortodoxo de Pérgamo del Patriarcado de Constantinopla falleció , tras haber cumplido el pasado 10 de enero 92 años. Había sido hospitalizado en Atenas por haber contraído el Covid.

Gran promotor del ecumenismo, ya hace cuarenta años el padre Yves Congar hablaba de él como de «uno de los teólogos más originales y profundos de nuestro tiempo». Entre los temas centrales a nivel católico-ortodoxo, Zizioulas había abordado en varias ocasiones el del primado petrino también a la luz de lo surgido del Vaticano II.

Defensor de la paridad entre todos obispos de todas las Iglesias locales, había declarado en una entrevista, entre otras cosas, que la posibilidad de «abrazar la primacía universal» del Papa sería aceptable para el mundo ortodoxo en una dimensión sinodal en la que «el obispo de Roma no debería hacer nada sin los demás obispos». Debería “consultarlos siempre”, custodiando el depositum fidei «sólo en comunión con los demás obispos».

El Papa Francisco también tenía en alta estima a Ioannis Zizioulas y le había pedido su contribución a la Encíclica Laudato si’. De hecho, precisamente el metropolitano de Pérgamo estuvo entre los presentes en la rueda de prensa de presentación del documento papal el 18 de junio de 2015. 

«Es un acontecimiento histórico esta Encíclica – había dicho entonces el metropolitano – una ocasión de alegría y satisfacción para los ortodoxos, que desde 1989 vienen reclamando la urgencia de un debate sobre la creación». También había dicho que “a menudo se han ignorado las implicaciones ecológicas de la doctrina cristiana de la creación» cuando, en cambio, “toda la creación está impregnada de Dios y el ser humano es sacerdote de la creación y no su explotador». A continuación se había detenido en la ruptura de la «relación adecuada entre el hombre y la creación», calificándola de «pecado ecológico» hacia Dios y el prójimo de hoy y del futuro. Para Zizioulas, la crisis ecológica era un problema espiritual. «En la raíz de este pecado – había subrayado – está la búsqueda de la felicidad individual, una avidez que genera injusticia social. Esto debe contrarrestarse con un ‘ascetismo ecológico’ que sea sensibilidad hacia todas las criaturas, ya que todos somos interdependientes».

Para el metropolitano, la crisis ecológica era una ocasión ecuménica, una llamada a la unidad en la oración por el medio ambiente, en la conversión de los corazones y de los estilos de vida para que se respete todo don de Dios: «A esto respondemos con un ‘Amén’ desde el fondo de nuestros corazones», había dicho.

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