Con la incidencia del melanoma aumentando entre un 3% y 7% anualmente a nivel mundial, los especialistas insisten en la necesidad de evolucionar desde una protección estacional hacia un modelo de prevención permanente y basado en evidencia científica.
La radiación solar afecta la piel a través de dos tipos principales de rayos ultravioleta. Los rayos UVB, de longitud de onda media, penetra superficialmente y son responsables del enrojecimiento inmediato y las quemaduras. Su energía genera daños directos en el material genético de las células cutáneas, creando las condiciones para el desarrollo de cáncer a largo plazo.
Por otro lado, los rayos UVA representan hasta el 95% de la radiación que alcanza la superficie terrestre. Penetran profundamente en la piel, generando estrés oxidativo que degrada el colágeno y la elastina. Este proceso conduce al fotoenvejecimiento, caracterizado por la aparición de arrugas profundas, manchas solares y pérdida de elasticidad cutánea.
Estrategias de protección basadas en la evidencia
La protección efectiva requiere un enfoque multimodal donde las cremas solares son solo un componente dentro de una estrategia integral, pero ¿cómo funcionan los protectores solares de nueva generación?
Los filtros químicos absorben la radiación UV y requieren aplicación 20-30 minutos antes de la exposición para lograr su máxima efectividad y los filtros físicos (Dióxido de Titanio y Óxido de Zinc) actúan como espejos que reflejan y dispersan los rayos UV. Los avances en su formulación han mejorado notablemente su textura y transparencia.
Sin embargo, su eficacia se mide por el Factor de Protección Solar (FPS) para UVB y por el nivel de protección UVA. La cantidad adecuada es de 2 mg por centímetro cuadrado, requiriendo una nueva aplicación cada dos horas.
A su vez, se necesita protección complementaria, ropa preferiblemente de tejidos tupidos y colores oscuros, gafas de sol, sombreros de ala ancha que proyecten sombra sobre rostro, cuello y orejas.
Asimismo, evitar la exposición solar entre las 10:00 y 16:00 horas, cuando se recibe entre el 60% y 70% de la radiación UV diaria.
La educación en protección solar durante la infancia resulta crucial, ya que se estima que el 80% del daño solar acumulado ocurre antes de los 18 años. Los programas de cribado poblacional y el desarrollo de aplicaciones para medir la exposición UV personalizada representan las fronteras actuales en prevención.
El fotoenvejecimiento es irreversible dado que es parte de nuestro envejecimiento natural, pero su aparición puede retrasarse. No podemos controlar factores genéticos o el color de la piel, pero sí podemos controlar la exposición de nuestra piel al sol.
La protección solar debe entenderse como una intervención médica preventiva de carácter permanente. La implementación de estrategias multimodales, adaptadas al tipo de piel y condiciones ambientales, constituye la herramienta más eficaz para reducir la incidencia del cáncer de piel y mitigar el envejecimiento prematuro. Los profesionales de la dermatología tenemos la responsabilidad de promover este enfoque proactivo basado en la ciencia más rigurosa disponible.

