El Estadio Centenario, Monumento Histórico del Fútbol Mundial, dejó por unas horas de ser el principal escenario del balompié uruguayo para albergar al que seguramente será el evento más importante para la iglesia católica en el país este año: la beatificación de su primer obispo, Mons. Jacinto Vera.
Con una tribuna Olímpica repleta de personas que acudieron desde distintos puntos de la patria y le hicieron frente a una intermitente llovizna, y la presencia de autoridades eclesiales y de la política nacional, como el Presidente, Luis Lacalle Pou, y la vicepresidenta, Beatriz Argimón. También estuvieron presentes el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, el prosecretario, Rodrigo Ferrés, el ministro de Defensa Nacional, Javier García, los senadores Guido Manini Ríos y Carmen Asiaín, el diputado Rodrigo Goñi, los ex presidentes Luis Alberto Lacalle Herrera y José Mujica, y la ex vicepresidenta, Lucía Topolansky.
De esta manera se llevó a cabo una eucaristía que el pueblo católico de Uruguay esperaba desde 1935, año en que comenzó el proceso que se espera que derive en su canonización.
Para que esto suceda debe verificarse un segundo milagro ocurrido después de haber sido anunciada la beatificación de Vera; esto ocurrió el 17 de diciembre del año pasado. El prodigio por el que se obtuvo la beatificación es la curación de María del Carmen Artagaveytia, hija de un prestigioso cirujano uruguayo, Mario Artagaveytia, en 1936.
Luego de haber sido operada de apendicitis, María del Carmen padeció una infección que fue agravándose hasta hacerla padecer dolores insoportables, en una época en la que aún no existía la penicilina. Al ver sufrir de esa forma a su sobrina, Rafael Algorta Camusso le acercó una estampa con una reliquia de Vera para que se la aplicará sobre la herida, hecho que debía ser acompañado de rezos diarios a su figura.
Según narró la familia, durante la noche del día en que se cumplió lo solicitado por su tío, a la niña de apenas 14 años le cesaron los dolores y la fiebre, pero además a la mañana siguiente no sentía ninguno de los síntomas que padeció durante varios días. Según su padre y su médico tratante, Dr. García Lagos, la curación fue rápida, completa y científicamente inexplicable.
La jornada de beatificación de Vera comenzó sobre las 13 horas, momento en que se abrieron las puertas de acceso al field oficial. Sobre las 14:25 horas comenzó una previa artística que ofició de precedente a la eucaristía presidida por el arzobispo de Brasilia, Card. Paulo Cezar Costa, quien fue enviado por el Papa Francisco para representarlo.
Esta parte del festejo contó con la animación del mago Daniel K y la comunicadora Ana Durán y la participación de Marcos Agüero y su banda, quienes presentaron canciones religiosas y se vieron acompañados en determinado momento por el sacerdote Luis Ferrés, autor de una de las tantas canciones a Vera. Además, estuvo Grupo TEXAS (Teatro de Ex Alumnos Salesianos) que interpretó varios fragmentos del musical “Proyecto Jacinto Vera” que realizó durante 2016 y 2017, al que se le sumó Elenco Sophia, grupo artístico formado por estudiantes de la Fundación homónima.
Finalmente, a las 16:15 horas dio inicio la santa misa que incluyó el rito de beatificación. Durante su homilía, el Card. Costa resaltó algunos de los aspectos de la vida de Vera y dijo que en él se contempla “la belleza de una vida santa y es la belleza de la pascua de Cristo y de la iglesia que se manifiestan con todas sus fuerzas salvíficas”.
En diálogo con Diario La R, el obispo de Canelones y responsable del Departamento de Comunicación de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), Mons. Heriberto Bodeant, mencionó que este hecho es un anhelo de la iglesia católica uruguaya que ha atravesado varias generaciones y a su vez significa el comienzo de una nueva etapa en la causa de canonización de Vera.
Para que una persona llegue a ser santa deben cumplirse cuatro etapas: ser siervo de Dios, venerable, beato y canonizado. “Siervo de Dios sería la admisión, venerable cuando se dice esta persona vivió virtuosamente, beato cuando vemos que además de haber vivido virtuosamente su intercesión nos da una certeza de que está junto a Dios y la santidad sería como decir esta persona ha alcanzado un grado de conocimiento, de difusión entre la gente, que permite ponerlo un poco más a la vista porque el beato es celebrado localmente. El reconocimiento de la santidad lo proyecta más allá del país y del calendario universal de la Iglesia, por eso es, a veces, un salto un poquito más difícil de dar”, indicó Mons. Bodeant.
La diferencia entre un siervo de Dios y un venerable con un beato es que éste, luego de su proclamación, pasa a tener culto público. “Lo que normalmente se hace con los santos y beatos es celebrar su memoria. Generalmente se elige el día de la muerte de la persona, a veces se corre por coincidencias con otra fiesta importante, para recordarlo con una misa en su memoria en la que se pide también su intercesión y se recuerda su figura. Por eso se eligió el día de ayer”, comentó.
Finalmente, el obispo canario manifestó que su afán misionero y su capacidad de empatizar con el otro son dos de las características que lo atrapan de Vera. Respecto al primero, señaló particularmente las visitas pastorales que realizó en todo el país. “Él no hacía una visita administrativa podríamos decir, que hace parte de la visita pastoral del obispo, sino que, sobre todo, hacía una visita de mucho encuentro y cercanía con la gente”, puntualizó.
En referencia a la empatía, subrayó que lo más importante es la confianza que generaba en el otro. “Por eso es también el cariño que generó. Cuando uno ayuda a una persona a desenredar todas sus cosas atracadas, sus nudos, genera un vínculo muy especial. Normalmente, los sacerdotes que todos recordamos son personas que nos han ayudado sobre todo en ese proceso interior de sanación y liberación”, expresó.