Esa es la principal conclusión del último informe del equipo de seguimiento de las sanciones impuestas por la ONU a los talibán, que denuncia que Al Qaeda cuenta con campos de entrenamiento en el país y alerta de que la filial de Estado Islámico se está volviendo más sofisticada y letal en sus acciones. El documento subraya que los talibán, en el poder en Afganistán desde agosto de 2021, mantienen a día de hoy un vínculo «fuerte y simbiótico» tanto con Al Qaeda como con Tehrik-e-Taliban Pakistán (TTP, los talibán paquistaníes) y aunque han llevado a cabo acciones contra Estado Islámico Jorasán (ISKP, la filial del grupo terrorista), en general «no han cumplido las disposiciones sobre lucha antiterrorista» incluidas en el acuerdo alcanzado con Estados Unidos.
Los talibán se comprometieron en el Acuerdo de Doha suscrito en febrero de 2020 con la Administración de Donald Trump a evitar el uso del territorio afgano como base de lanzamiento de nuevos ataques como el perpetrado por Al Qaeda el 11-S en suelo estadounidense. A cambio, Washington accedió a la retirada de sus tropas en Afganistán, cuya salida precipitada llevó a la caída en agosto de 2021 del Gobierno de Hamid Karzai y devolvió a los talibán al poder. Sin embargo, como señala el documento, elaborado en base a la información de Inteligencia que suministran los estados miembro de la ONU, los talibán no han cumplido con sus compromisos en esta materia dado que «Al Qaeda está reconstruyendo su capacidad operativa» mientras que las operaciones de ISKP «se están volviendo más sofisticadas y letales».