Las decisiones individuales frente a la barbarie israeli en Palestina

Cuando Steven Spielberg decidió dirigir *La lista de Schindler*, algunos historiadores cuestionaron su elección de narrar el Holocausto a través de la historia de un alemán que salvó a cientos de judíos. Oskar Schindler, un miembro del Partido Nazi, se estableció en Cracovia con el objetivo de enriquecerse a expensas de la guerra, sin ningún tipo de remordimiento.

No dudó en mudarse a un lujoso apartamento que había sido confiscado a una familia judía. Sin embargo, al ser testigo de las atrocidades cometidas durante la liquidación del gueto de Cracovia, algo cambió en su interior. Schindler comprendió que no podía seguir siendo cómplice de esa barbarie y decidió hacer todo lo posible para salvar vidas humanas.

Las historias de aquellos que tuvieron el valor de decir «no» son esenciales para entender la Segunda Guerra Mundial, cuyo final se conmemora el próximo 15 de agosto, marcando 80 años de su conclusión. Las guerras están repletas de actos de una crueldad inimaginable, pero también de decisiones de valentía y generosidad extraordinarias. Los Justos entre las Naciones son aquellos individuos, como Schindler y el español Ángel Sanz Briz en Budapest, que decidieron arriesgar sus vidas para salvar a judíos durante la Shoah. Un caso particularmente notable es el de Le Chambon-sur-Lignon, un pueblo francés cuyos habitantes se unieron en la misión de esconder a tantos judíos como fuera posible.

Esta localidad se encuentra en una zona montañosa del centro de Francia, en una región habitada por hugonotes, los calvinistas franceses que fueron implacablemente perseguidos durante las guerras de religión, lo que les llevó a conservar una antigua tradición de asilo a los fugitivos. Un pastor llamado André Trocmé jugó un papel fundamental en la coordinación de esta monumental operación de salvamento.

Entre diciembre de 1940 y septiembre de 1944, los residentes de Le Chambon-sur-Lignon, junto con las aldeas de la meseta circundante, ofrecieron refugio a aproximadamente 5,000 personas, de las cuales entre 3,000 y 3,500 eran judíos, según indica la Enciclopedia del Holocausto.

Las decisiones individuales frente a la barbarie pueden marcar una diferencia significativa.

Existen relatos similares en diversos conflictos, como el del anarquista Melchor Rodríguez García, conocido como «El ángel rojo», quien salvó a decenas de personas de ser fusiladas durante los primeros meses de la guerra en Madrid.

Este verano, algunas voces en Israel han alzado su voz de manera contundente contra lo que describen como «genocidio» en Gaza. Este término ha sido utilizado desde David Grossman en una entrevista con Francesca Caferri en *La Repubblica* —»con profundo dolor, debo reconocer que está ocurriendo ante nuestros ojos»— hasta organizaciones humanitarias como B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos.

El experto en Holocausto Omar Bartov incluso publicó un artículo en *The New York Times* titulado «Soy un historiador del genocidio y reconozco uno cuando lo veo». En este mismo diario, el historiador Gadi Algazi escribió un artículo incisivo en contra de la estrategia que busca matar de hambre a los habitantes de Gaza, mientras que el escritor Etgar Keret denunciaba lo que él describe como “la rutina de la muerte en Gaza”.

Al igual que los habitantes de Le Chambon-sur-Lignon, estas voces no se limitan a pensar en términos de nacionalidad, sino que se centran en lo que es justo o injusto, en lo que no debe ser tolerado. Sus palabras son cruciales en tiempos de oscuridad.