El economista y dirigente político Ricardo López Murphy volvió a instalar en el debate público una crítica estructural al funcionamiento del poder Ejecutivo: “Si un gobierno se dedica a tener conflictos, no gestiona”. La frase, que ya tuvo fuerte repercusión, adquiere un peso particular en la Argentina de 2026, donde la dinámica política se ha vuelto un factor determinante para la marcha —o la parálisis— de la gestión estatal.
En un clima atravesado por tensiones entre el oficialismo y la oposición, conflictos internos en el Congreso, protestas sindicales y disputas entre jurisdicciones, López Murphy sostuvo que la confrontación permanente reduce drásticamente la capacidad del país para encarar políticas públicas de largo plazo. Según su visión, “la Argentina no puede seguir gastando energía en batallas retóricas mientras se atrasan reformas clave que requieren acuerdos y profesionalismo”.
El economista subraya que la conflictividad política no solo desgasta a los gobiernos, sino que paraliza al Estado en su conjunto. En su diagnóstico, la administración pública argentina arrastra décadas de improvisación, superposición de funciones y falta de planificación. A esto se suma un clima de enfrentamiento que —según afirma— consume recursos humanos y políticos esenciales.
López Murphy destaca que sectores estratégicos como educación, seguridad, salud y política fiscal deberían estar guiados por criterios técnicos y consensos básicos, pero terminan siendo absorbidos por discusiones ideológicas o luchas de poder. “Mientras el gobierno se pelea, los problemas crecen. Y después se discute sobre quién tiene la culpa, no sobre cómo resolverlos”, afirmó.
Para el dirigente, el impacto no es solamente institucional sino económico. En un 2026 en el que Argentina intenta contener la inflación, estabilizar el mercado cambiario y atraer inversiones tras años de volatilidad, el conflicto político permanente funciona como un inhibidor. La falta de señales claras y la incertidumbre sobre la gobernabilidad frenan decisiones empresariales, encarecen el crédito externo y afectan la calificación de riesgo del país.
“El capital huye del ruido y busca previsibilidad. Cuando un gobierno vive a la defensiva, confrontando en todos los frentes, transmite exactamente lo contrario”, advierte López Murphy. Asimismo, remarca que la imagen internacional de Argentina continúa ligada a la idea de un país difícil de administrar, con vaivenes legales y falta de estabilidad regulatoria.
Otro punto que el economista enfatizó es el deterioro del clima democrático. Señaló que la polarización extrema genera una ciudadanía cansada, desconfiada y cada vez menos dispuesta a creer en las instituciones. “La política argentina se ha vuelto un ring permanente. Pero el Estado no es un ring: es un instrumento de gestión”, afirmó.
En este sentido, propuso recuperar una cultura de gobierno basada en datos, planificación y transparencia. Sostuvo que la profesionalización del Estado —con organismos independientes, metas verificables y evaluaciones periódicas— es una condición indispensable para reconstruir la confianza pública.
El mensaje de López Murphy llega en un año donde la Argentina enfrenta simultáneamente desafíos sociales profundos, tensiones económicas heredadas y una necesidad urgente de reformas. En su planteo, gobernar implica reducir la fricción política para liberar capacidad de gestión. No se trata —subraya— de evitar el debate democrático, sino de no convertirlo en un fin en sí mismo.
“El país necesita menos épica y más administración, menos peleas y más resultados”, concluyó. Su advertencia, dirigida tanto al oficialismo como a la oposición, busca instalar una reflexión sobre la responsabilidad del liderazgo político en un momento crítico. En un país acostumbrado a convivir con el conflicto, el economista insiste en que el verdadero desafío es gobernar para resolver problemas, no para amplificarlos.


¿Y…seguimos con notas pedorras del extranjero…?
Ja ja ja QUE VAYA A SU PAÍS, A PONER ORDEN, QUE LE HACE FALTA!