La noche en que Uruguay cayó 5 a 1 ante Estados Unidos quedó marcada como uno de los episodios más duros del ciclo de Marcelo Bielsa.
El golpe no solo fue futbolístico: fue emocional, simbólico y mediático. Durante horas, el país entero especuló con la posible renuncia del entrenador argentino, como si esa derrota hubiera derrumbado de un soplo la confianza acumulada en un proceso que siempre se propuso ser más profundo que un marcador circunstancial. Pero Bielsa, fiel a su estilo, eligió la ruta contraria a la fuga. En lugar de desaparecer, enfrentó. En lugar de callar, explicó. Una vez más, dio la cara.
Esa actitud, coherente con una trayectoria construida sobre la honestidad intelectual, sintetiza por qué Bielsa sigue siendo una figura respetada más allá de los vaivenes del resultado. En un contexto donde muchos técnicos se refugian detrás de excusas o evasivas, él se presentó ante la prensa con su habitual serenidad tensa, analizó cada fase del juego, asumió responsabilidades y evitó señalar culpables. No improvisó dramatismos ni buscó simpatías. Hizo lo que siempre hace: desmenuzó el partido con una precisión quirúrgica, como si la goleada fuera una oportunidad para aprender más que una catástrofe irreparable.
El país esperaba una renuncia. Bielsa respondió con trabajo.
En los días posteriores, quedó claro que la derrota, aunque dolorosa, no modificó su convicción en el proyecto. El entrenador argentino sostuvo que los procesos se construyen a largo plazo, que el desarrollo de una idea de juego implica riesgos y que un resultado adverso —incluso uno tan abrupto— no invalida el rumbo elegido. Su mensaje, lejos de la resignación, apuntó a proteger al grupo y reafirmar que el estilo, la intensidad, el protagonismo y la formación de jóvenes futbolistas siguen siendo pilares innegociables.

La goleada también puso a prueba el vínculo entre Bielsa y el hincha uruguayo. Muchos, con lógica decepción, reclamaron cambios, explicaciones o incluso un golpe de timón. Pero en ese clima de incertidumbre, resurgió un rasgo distintivo de la identidad celeste: la valoración de la frontalidad. Aunque el dolor fue profundo, aunque la crítica fuera inmediata, el hincha reconoció que el entrenador no elude el juicio público ni se esconde en la comodidad del silencio. Esa transparencia, tan poco habitual en el fútbol moderno, mantuvo abierto un puente de confianza en un momento en el que todo parecía resquebrajarse.
Y es que el prestigio de Bielsa no proviene únicamente de su currículum, sino de su conducta. Campeón olímpico, mentor de generaciones, figura reverenciada por entrenadores de todas partes del mundo, siempre sostuvo que el liderazgo se ejerce desde la responsabilidad y no desde el poder. Por eso, incluso en el escenario más adverso, no se aferró a cargos ni contratos: se aferró a su palabra.
La goleada ante Estados Unidos quedará como una herida que exigirá tiempo y fútbol para cicatrizar. Pero también como una prueba de carácter. Bielsa decidió no retroceder, ni abandonar, ni renunciar a su idea. Eligió el camino más difícil: recomponer desde el análisis, fortalecer al plantel y enfrentar la tormenta sin perder la austeridad que lo caracteriza.
Uruguay, acostumbrado a las epopeyas pero también a levantarse de sus tropiezos, encuentra en esa actitud un eco de su propia historia. Y allí, en ese cruce entre prestigio, coherencia y valentía, Bielsa vuelve a ser Bielsa: el hombre que siempre da la cara, incluso cuando muchos creen que sería más fácil bajar la mirada.


El que lo puteaba en el video es una de los alcahuetes de Paco haciendo los mandados. Ya cansan los trogloditas del fútbol, quieren poner a los fracasados sin técnica ni dinámica y lentos de siempre del fútbol local de cuarta en la selección.
«es uno»
Es una práctica bastante común para el DT de un deporte asociación no saberse rodear de un buen capitán. Se ha podido observar en supuestos «grandes» técnicos y en téçnicos «de prestigio» que usan el capitanato como un premio cuando en realidad es una función altamente responsable, generalmente más delicada que la de DT. Entonces designan capitán al que hizo más goles, o se mandó una linda jugada aunque sea la única, o compartir el almuerzo, o por simpatía personal.No entienden que el capitanato es una función responsable y no un premio, el capitán debe tener ascendencia sobre los compañeros y ser respetado por los árbitros, variar la táctica si el juego lo indica, indicar los lugares más frágiles del rival, proponer las sociedades de jugadores para mejor llegar al arco y convertir, y no digo nada de conocer el reglamento del juego y el de arbitraje, saber idiomas por lo menos inglés en eventos internacionales, etc. Pero a la mayoría de los DT les gusta gritar desde el costado cosas que nadie escucha ni entiende, y aprovechar el medio tiempo para indicar cosas que nadie recuerda un rato después en la cancha.