Opinión

No me digas princesa: El rol de la mujer y Elizabeth Blackwell

Mañana celebramos el día Internacional del Trabajo; tarea que día a día desempeñamos aquellos que tenemos la dicha o suerte de contar con uno. Hombres y mujeres tratamos de ganarnos la vida realizando una tarea que nos guste o apasione; algunos simplemente lo que nos tocó.

Esta dicha no siempre fue para todos por igual y aún siguen existiendo desigualdades en este ámbito. 

Ustedes ¿se imaginan un mundo en donde a las mujeres no se les permitía trabajar?.

Si nos remontamos a la prehistoria, nuestras civilizaciones más antiguas no conocían de la desigualdad, ya que la meta principal era sobrevivir y reproducirse; por ende, no importaba quien saliera a cazar o recolectar, siempre y cuando esa persona previera el alimento para el hogar. Se trataba de un trabajo conjunto, hombre y mujer.

La sociedad en vez de avanzar tuvo un gran retroceso. Nos olvidamos del trabajo en equipo y colocamos a las féminas bajo las órdenes del padre o marido; las mujeres disminuyeron de una manera brutal su participación en las comunas. 

En la edad media, aquellas que no se acoplasen a lo que era debido comenzaban a ser llamadas brujas, prostitutas, mujeres de mala fe. En la edad moderna; la figura femenina empieza a ser un icono de belleza, donde tener rasgos delicados y tez blanca era sinónimo de realeza y el patriarcado no dudo en empezar a hacer negociaciones con aquellas que contaran con estas cualidades. Arreglos matrimoniales sellaban alianzas políticas y negocios. A su vez, se le empieza a etiquetar como rol femenino la crianza de los hijos y las tareas del hogar; la industria convoca a mujeres a participar de labores como tejedoras e hilanderas; también se les remuneraba por tareas de costura, limpieza y orden.  

Del siglo XIX en adelante se vino una ola de cambios a nivel mundial. Guerras, crisis, desabastecimiento; hizo que las mujeres tomaran un lugar en fabricas. Por más que se les diera un espacio en el mercado laboral, siempre los salarios serian inferiores a los de los hombres. 

La mujer en esa época podía aprender a leer, escribir, acceder a la educación; dependiendo de la autorización de la familia.

Carreras como la ciencia y la medicina eran visas como “cosas de hombres” hasta que algunas pioneras se interpusieron e incursionaron en ellas; como lo fue nuestra referente de la semana, Elizabeth Blackwell.

Elizabeth Blackwell

Considerada la primera mujer medico de la historia, nació en 1821 en Bristol, Inglaterra, siendo la tercera de nueve hijos. Sus padres se ocuparon de que tuviesen las mismas oportunidades educativas sin hacer diferencia entre hombres y mujeres; enseñándoles la importancia de la libertad e igualdad. La familia emigró a Nueva York en 1832 y luego se establecieron en Cincinnati en 1838.

Elizabeth se propuso cursar la carrera de medicina para demostrar que una mujer, era capaz de aprobar todas las materias y estar calificada para ejercer su profesión al igual que una persona del sexo opuesto.

Intentó ingresar en 29 instituciones donde fue rechazada hasta que se matriculó en Geneva Medical College al oeste de Nueva York.

La facultad puso como condición que los 150 alumnos varones aprobaran que ella ingresara, la cual fue acepada pensando que se trataba de una broma de mal gusto. Siendo lo contrario, Elizabeth se presento a cada una de sus materias siendo aprobadas con éxito hasta llegar a la culminación de la carrera. En 1849 se gradúa obteniendo el primer lugar de su clase, ganándose el respeto de sus compañeros.

Numerosos hospitales le negaron ejercer la profesión tanto en Estados Unidos como Inglaterra; fue entonces en 1857 cuando decidió adquirir una casa junto a su hermana Emily (ya graduada en medicina), para poder atender a mujeres y niños llamado Infirmary for Indigent Women and Children. 

En 1868, fundó una Universidad de Medicina para mujeres; tuvo como colaboradora a la Dra. Rebecca J. Cole, la segunda mujer negra que se graduó en Medicina. Contribuyó en la formación de The London School of Medicine for Women que se estableció en 1874 y que fue la primera escuela de Medicina para mujeres en Inglaterra. Esto lo hizo con Sophia Jex-Blake, que había sido su alumna y protegida en Nueva York. 

Falleció en 1910 en Inglaterra, a los 90 años. Nunca se casó y tampoco tuvo hijos, se mantuvo fiel a sus principios y se consagró a la medicina. Mantuvo una relación buena con sus familiares y adoptó a Kitty Barry, una niña huérfana de Irlanda.

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