En los últimos días, ha resurgido el debate sobre la compleja relación entre la prensa y el poder. Esta relación es una interacción entre distintos tipos de poder. Cuando un periodista se involucra en la práctica, asume un papel político, similar a un teólogo que apoya guerrilleros o un Papa que se pronuncia sobre el aborto, usando su autoridad moral.
El «poder» suele referirse al aparato gubernamental y a los poderes fácticos, como la Iglesia y la banca. Estos poderes, a menudo vagamente definidos, pueden generar sospechas en la opinión pública.
Desde una perspectiva periodística, es comprensible criticar el poder. Algunos ciudadanos, decepcionados por la democracia, adoptan una actitud desdeñosa. Aunque esta postura es válida, permite distanciarse del mundo político. El poder es un mal necesario que debe ser contenido.
Los anarquistas del pasado intentaron eliminar el Estado mediante actos violentos o resistencia pasiva, pero estas acciones contradicen sus principios, ya que son formas de ejercicio de poder. La vida está llena de luchas de poder, y el poder político es solo una de sus manifestaciones.
Es fundamental reconocer que la relación entre periodistas y poder es de poder a poder. La crítica es un recurso utilizado desde la sátira hasta los artículos de opinión. La reacción de los gobernantes ante esta crítica muestra su efectividad.
Ciertamente, la vocación y el deber del periodista es atenerse a la verdad proclamando lo que considera tal, sin que razones prácticas lo inhiban, mientras que el político debe en cambio atenerse a la necesidad práctica y cumplir su misión con la vista puesta en las consecuencias de sus actos.
Son dos actitudes fundamentales distintas, que requieren las correspondientes adaptaciones éticas.
Esta relación presenta características únicas. La función periodística eleva el conocimiento más allá de lo cotidiano. Ortega y Gasset sostiene que los periodistas e intelectuales deben afirmar la verdad, mientras que los políticos a menudo recurren a la hipocresía.
Los periodistas deben adherirse a la verdad, mientras que los políticos toman decisiones basadas en las consecuencias. Estas son actitudes que requieren adaptaciones éticas distintas. La afirmación de que la mentira es inherente al político es una realidad aceptada. La política implica emociones y relaciones humanas.
La moral tiene cabida en la política. La subordinación de la política a principios éticos es crucial. La integridad del político afecta a todos. Si un político actúa en beneficio propio, incurre en desviación de poder, lo que lo convierte en un mal político.
En estos días en que se banaliza y con ello se peyoriza al sistema de gobierno representativo por medio de los políticos con el sustantivo «la clase política» pensé que este artículo iba a ser de otro nivel. En el se beatifíca a periodista como un paladín de la verdad, probada o no y más allá de las consecuencias y se generaliza a los políticos desconociendo en parte que para gobernar en una democracia hay que acordar dada la heterogeneidad de una población y por lo tanto las ideas y resultados no siempre pueden ser blanco o negro. También se olvida al «periodistas» con sesgo propio o motivado por sus empleadores.
Los diarios inventan la mitad de lo que dicen y si le agregamos que dicen la mitad de lo que pasa, los diarios no existen.