Salud renal

Un órgano silencioso que exige atención constante

Los riñones son dos órganos pequeños, del tamaño de un puño, que trabajan de manera incansable las 24 horas del día. Filtran la sangre, eliminan toxinas, equilibran los líquidos, regulan la presión arterial y participan en la producción de hormonas vitales. Sin embargo, a pesar de su importancia, las enfermedades renales suelen pasar inadvertidas hasta que el daño es significativo. Por eso, cuidar la salud renal no solo implica reaccionar ante los síntomas, sino prevenir desde temprano.

En Uruguay —como en el resto del mundo— las enfermedades renales crónicas (ERC) han crecido silenciosamente en las últimas décadas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cerca del 10 % de la población adulta presenta algún grado de daño renal. En muchos casos, el diagnóstico llega tarde, cuando la función renal ya se ha reducido a la mitad o más. Esto se debe a que los riñones pueden adaptarse y seguir funcionando aun cuando están lesionados, sin manifestar señales evidentes.

Los principales factores de riesgo son conocidos: hipertensión arterial, diabetes, obesidad, tabaquismo y antecedentes familiares. En especial, la diabetes tipo 2 se ha convertido en la principal causa de insuficiencia renal crónica. El exceso de glucosa daña los vasos sanguíneos del riñón, alterando su capacidad de filtración. A su vez, la hipertensión sin control somete al sistema renal a una presión constante, deteriorando su estructura.

La prevención, entonces, se basa en la vigilancia. Los chequeos periódicos de presión arterial, glucemia y creatinina son claves para detectar problemas a tiempo. Un simple análisis de orina también puede revelar la presencia de proteínas, un signo precoz de daño renal. En personas con factores de riesgo, los controles deben ser anuales.

La alimentación cumple un papel central. Reducir el consumo de sal es una de las medidas más efectivas para proteger los riñones. La OMS recomienda no superar los 5 gramos diarios (una cucharadita), pero en la práctica la mayoría de las personas consume el doble o el triple. También se aconseja limitar las proteínas animales —especialmente las carnes rojas—, evitar los ultraprocesados y mantener una adecuada hidratación. No se trata de beber agua en exceso, sino de hacerlo con regularidad y según las necesidades del cuerpo.

Otro enemigo silencioso es la automedicación. El abuso de analgésicos, antiinflamatorios y suplementos sin supervisión médica puede ser altamente tóxico para el riñón. Muchos de estos fármacos, tomados de forma crónica, alteran el flujo sanguíneo renal o lesionan directamente las células encargadas de la filtración.

A nivel social, la salud renal enfrenta un doble desafío: la falta de información y la desigualdad en el acceso al diagnóstico temprano. Los programas públicos de pesquisa y educación sanitaria son fundamentales para revertir esta tendencia. En Uruguay, el Fondo Nacional de Recursos cubre los tratamientos de diálisis y trasplante, pero aún se necesita fortalecer las estrategias de prevención para reducir la incidencia de nuevos casos.

El mensaje es claro: los riñones no se quejan, pero su deterioro tiene consecuencias graves. La fatiga constante, la hinchazón en pies o párpados, los cambios en la orina o la hipertensión difícil de controlar pueden ser señales de alerta. Consultar a tiempo y adoptar hábitos saludables puede marcar la diferencia entre vivir con normalidad o depender de una máquina para sobrevivir.

Cuidar los riñones es, en definitiva, una inversión en vida. Implica aprender a escuchar al cuerpo, moderar los excesos y asumir la prevención como un acto cotidiano de responsabilidad. La salud renal no se negocia: se preserva con constancia, conocimiento y compromiso.

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