Hijo de Kiichiro Toyoda, quien fundó la automotriz en 1937, y padre de Akio (recientemente anunció su renuncia como CEO para ocupar la presidencia del consejo de administración), Shoichiro tiró las riendas de la compañía entre 1982 y 1999, logrando una de las gestiones más destacadas en la historia de la empresa japonesa.
Fue el responsable del desembarco de la compañía en los Estados Unidos, donde la marca estableció tres fábricas y ganó gran parte del mercado de la mano del Corolla, su modelo más vendido. Toyota es el principal fabricante mundial de automóviles desde 2008. Es propietaria de las marcas Toyota, Daihatsu y Lexus, y tiene participación en Subaru, Mazda y Suzuki.
Y Toyoda es uno de los apellidos más fuertes dentro de una industria automotriz cuyo 50% es liderada por ocho familias.
Shoichiro se unió al negocio de su padre en 1952, donde tuvo una carrera brillante.
En 1962 se convirtió en director gerente y desde allí no paró de escalar hasta ser promovido, en 1981, como el número uno del departamento de marketing a nivel global. Sin embargo, su ascenso dentro de la compañía parecía no tener límites. O sí. En 1982 la fusión de las organizaciones de ventas y producción de la empresa devinieron en Toyota Motor Corporation, de la cual Shoichiro fue su primer presidente.
La naturaleza dispar de las dos culturas corporativas requirió su atención, y la medida en que el «aceite y el agua» de estos dos grupos de Toyota se fusionaron con éxito se atribuyó en gran parte a su liderazgo.
Shoichiro Toyoda se desempeñó como presidente entre 1992 y 1999 para luego continuar como presidente honorario.
Entre los hitos de su gestión también se puede destacar la introducción global de la marca Lexus, marca de lujo de Toyota, como el desarrollo de los primeros vehículos híbridos, con el Prius a la cabeza, enfocados en el medio ambiente.
Curiosamente, a pesar de su trayectoria, Shoichiro (junto a su hijo Akio) mantenía una participación accionaria menor al 1% de la empresa. Sin embargo, el peso de las tradiciones en Japón es tan grande que a pesar de tener esa pequeña porción de las acciones, seguía controlando ese gigante industrial. Según elaborado por el sitio Motorpasión, en Japón la familia fundadora se considera a menudo como un accionista «legítimo», en contraste con los inversores profesionales que se dedican a hacer operaciones para obtener ganancias rápidas.
Los accionistas que se mantienen en las buenas y en las malas son considerados accionistas «reales» y las familias fundadoras forman parte de ese grupo.
