Tomás Friedmann es un reconocido periodista uruguayo con una destacadísima trayectoria, dentro y fuera de fronteras. Trabajó para distintos medios de comunicación, escritos y televisivos, y aun lo sigue haciendo, pero fue en radio y, en particular en radio Carve, donde se destacó y marcó una época junto a otros grandes comunicadores. Viajó y vivió por todo el mundo, conoció a las personalidades más influyentes de la historia contemporánea que cambiaron el planeta, o que pudieron haberlo hecho, ubicándose siempre “detrás de la escena y nunca en la platea”.
Con su voz inconfundible, Friedmann fue protagonista de coberturas memorables que dejaron su huella en el periodismo. A pocos días de cumplir 75 años, Diario La R tuvo el placer de entrevistar a este peso pesado de la comunicación, que se encuentra en plena actividad y que, como él dice, aun sueña y vive el periodismo, con pasión, como si fuera el primer día. Lo que sigue es un resumen del reportaje.
– Su voz es un sello inconfundible
-Sí. Es una voz potente y clara, que transmite muy claramente. Y tengo la suerte, yo digo siempre, a la edad que tengo hoy, 75 años, que tengo la misma voz que hace 52 años.
– ¿Cómo lo ha logrado; cómo protege la voz?
– Primera cosa, no fumar. Segunda cosa, cuidarse contra el frío. Tercera cosa, aprender a respirar y a manejar los tiempos para que la garganta no sufra.
En algún momento, hice fonoaudiología. Allí me enseñaron cómo respirar, cómo parar, cómo cuidar la voz, porque normalmente con el paso de los años uno la va cambiando. No es mi caso. Me pasó con motivo de la película La Sociedad de la Nieve, que me llama Carlitos Páez.
Me dice «Tomás, mirá, se va a hacer esta película que la va a hacer un director muy particular, Bayona, que es un tipo muy estricto. Le dije a Bayona que quería revivir la escena de la llamada tuya a mi padre. Yo quiero hacer de mi padre, le dijo, y que Tomás Friedmann haga de Tomás Friedmann». Pero Bayona pregunta mi edad, y Carlitos le dice, «creo que tiene 72». «No», dice Bayona, «una voz de viejo en la película no va. Voy a poner la voz de Friedmann, pero la grabación de hace 53 años». Carlitos le dijo, «mirá, Friedmann sigue trabajando en radio, ¿por qué no lo llamás por teléfono?, Hablás con él y ves».
Me llama Bayona y habla conmigo como 10 minutos, cosa que me extrañó. Después vinieron a Montevideo, instalaron el estudio, hicimos la escena con Carlitos Paez, que se hizo 7, 8 veces, porque fue muy emocionante. Y bueno, después de filmar con la productora, Bayona viene y me dice, «Tomás, te pido disculpas. Pero cuando yo hablé contigo por teléfono, te grabé, sin decirte, y probé con un audiómetro. Y tu voz es exactamente igual que hace 52 años. Increíble».
– ¿Qué significa la radio para usted?
– La radio es un medio mágico. Yo considero que la radio es fascinante porque la radio es voz, es silencios, es emociones, es imaginación. El oyente está del otro lado y se imagina cosas.
Así que esa forma de transmitir ha sido algo espectacular. Y esto me permitió conocer algo que siempre me fascinó que es el comportamiento humano. Qué diferencias hay entre el chino, el japonés, el que vive en África. Y después de hacer tantos viajes, mi conclusión es que los seres humanos podemos tener diferencias culturales, idiomáticas, religiosas, pero tenemos los mismos sueños.
Una madre en Japón y una madre en China y una madre en Uruguay tienen los mismos sueños para sus hijos. Quiere darle buena educación, quiere que los hijos puedan desarrollar, quieren que tengan un buen trabajo y que tengan una familia.
–¿Cómo está viendo el periodismo hoy en el Uruguay y en el mundo?
– El periodismo ha evolucionado. Yo empecé hace más de medio siglo, y respecto al periodismo de hoy en día, no tiene nada que ver. Absolutamente nada que ver. ¿Por qué? Porque se incorporó un elemento que todos sabemos que son las redes sociales.
– ¿Cómo influyen?
– Y esto ha influido positivamente y negativamente. Las dos cosas. Positivamente porque hay un acceso mucho más rápido a la información. Hoy, vos ponés el celular y estás informado de lo que pasa al instante en el mundo.
Cambió también cómo se informa la gente. Yo vengo del mundo de la información en papel, acá en Uruguay había cuatro diarios. Pero hoy la gente no lee diarios. Por ejemplo, El País, es uno de los medios más importantes que tiene Uruguay, la gente lo lee a través de su página en Internet. Entonces cambió el periodismo desde ese punto de vista. Hay una gran cantidad de gente, sobre todo jóvenes, que ya no se informan ni por la radio ni por la televisión. Tenés que cambiar totalmente hacia dónde va el periodismo, hacia dónde va la información, la duración de los mensajes. Cualquier mensaje tiene que tener un minuto y medio, si no ya no lo mira nadie.
– ¿Cómo se lleva con ese mundo?
– Me llevo bien porque yo soy de los que he dicho siempre que a la tecnología tenés que adaptarte. Es decir, la tecnología no te pregunta. Hay una ley universal, obligatoria para todos los ciudadanos del mundo, que no la hizo ningún país, que no tiene ideología, pero que es obligatoria.
Cuando te levantás, ¿qué es lo primero que mirás? El teléfono. El celular es obligatorio para todos. Nadie te preguntó si lo querías o no lo querías. Es una parte más de tu cuerpo. Ahora, si vos te levantás de mañana y no funciona el WhatsApp, estás desesperado, no sabes a dónde ir. Ahora, a este aparato lo manejan diez personas en el mundo, que no son ningún país, que a nadie le preguntaron qué querés tener dentro del teléfono. De este aparato hoy se puede hacer todo, sin excepción. Si hace treinta años me hacías esta nota y te decía, ¿sabés algo Marcelo? Va a haber un aparato desde el cual vas a poder hacer todo en la vida, seguramente se diría, Tomás, tiene algún problema.
– ¿Hacia dónde cree que apuntan todos estos cambios tecnológicos?
– Te voy a decir algo, tengo mucho miedo. Yo, personalmente, a este tema de la inteligencia artificial, le tengo mucho miedo. ¿Por dónde pasa ese miedo? Porque… nadie te preguntó si lo querías o no querías. Es una imposición. Y segundo, es tanta la capacidad que tiene. Hoy estamos en el límite de que esta inteligencia artificial nos pueda sustituir. Pero yo te voy a contar algo hoy, hablando del periodismo. En todos los diarios del mundo, el 25% del contenido lo escribe la inteligencia artificial, 25%. Hoy, en China, hay un puerto donde los camiones y los contenedores no los maneja ninguna persona.
Hay varias ciudades en Europa, donde los taxis y los ómnibus no tienen conductor y hay compañías de aviación en las que los aviones no tienen piloto.
A mí me produce mucho miedo. Lentamente, nos están sustituyendo. Por eso se van a perder miles de empleos. Se van a perder miles de empleos, no en China, en Japón, en Uruguay.
En Uruguay se van a perder 40.000 empleos. No dentro de mucho tiempo. Esto no lo digo yo, lo dijo Ceres. El mundo que viene, me asusta.
Es el mundo que nos va a tocar vivir a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Va a cambiar la educación, va a cambiar el trabajo, va a cambiar el comportamiento humano. O sea, estamos en una nueva era que se llama la era de la robótica y la inteligencia artificial.
– Su trayectoria ha estado atravesada por distintos hitos que de algún modo marcaron su carrera
– Si podemos empezar señalando alguno de ellos, vinculado, por ejemplo, con el tema de la famosa llamada a Carlos Páez, que después se integró en la película.
Yo era amigo de Carlos Páez Vilaró, a pesar de la diferencia de edad que teníamos. Una amistad que se fue consolidando con el tiempo. Vino la situación del accidente, de la tragedia de los Andes.
Fue un impacto, se imaginarán, en aquel momento. Se cayó un avión con uruguayos en la cordillera. E inmediatamente, como mi contacto es periodístico, era bueno tener un padre de los que estaban.
Así que lo llamó en aquel momento a Carlos. Y a partir de ahí, fuimos siguiendo todo lo que fue la caída del avión, que fue la búsqueda, la interrupción de la búsqueda. Él fue de los pocos padres que creía, estaba convencido, por amor, por pasión, por lo que sea, que su hijo estaba vivo.
Y que había sobrevivientes. Después que los chilenos dicen no se puede buscar más, porque donde cayeron, no hay manera que haya nadie vivo.
Entonces, muchos familiares le decían a Carlos Páez ya está, vamos a empezar el duelo. Él me decía, «Tomás, vos dame una mano. Todas las semanas yo voy a la radio y hablamos».
Él habló con videntes, con la Luna, escribió un libro entre la Luna y yo, Carlos Páez. Él estaba absolutamente convencido de eso. Pasaron los días, llegó el momento en que se supo que había dos sobrevivientes que habían contactado al famoso arriero en Chile, Parrado y Canessa.
Yo lo acompañé varias veces a Chile, fuimos a hacer notas periodísticas. Cuando aparecen ellos dos yo sabía que él estaba en Chile. Lo llamo a un hotel, y me dice Tomás, tengo que cortarte, me voy a la base aérea de “Pudahuel” en Santiago donde están coordinando la ida buscar a los chicos. Y me cortó, paf, imagínate Pudahuel. Ahora sería muy fácil. Se me ocurre llamar a la torre de control del aeropuerto de Carrasco, me atiende una chica y le digo, mir, necesito el teléfono de la torre de control de Pudahuel de Santiago porque va a pasar esto. Me dice, señor, lamentablemente no le puedo dar el teléfono porque es una torre militar. Le insisto ¿usted sabe para qué lo quiero? Lo quiero porque está esta situación.
Entonces me dice, le voy a dar el teléfono pero usted nunca habló conmigo. Ahí llamó a la operadora, pido comunicación con la torre de Pudahuel. Ahí ya dije en la radio, esta llamada va al aire. Yo tenía 22 años.
Me atiende un coronel, torre de control, le digo, coronel, le hablan aquí de radio Carve, le digo, sé que ahí van a hacer coordinación de la búsqueda y rescate de los sobrevivientes y me gustaría tener la información.
Me dice, mire, le voy a decir lo siguiente, comprendo lo que usted me dice, pero hemos resuelto acá que primero tienen derecho los familiares a saber quiénes son que están vivos y después la prensa.
Así que yo le pido que seguramente en dos horas vamos a poder comunicarle a los familiares que ya están acá en contacto con nosotros la lista y después con todo gusto lo voy a atender. Silencio, yo ahí dije, bueno, comprendo y en el momento cuando le digo comprendo me dice, señor Friedman, acaba de llegar a la Torre, Carlos Páez, ¿usted quiere hablar con él?. Sí, por supuesto.
«Tomás, ¿cómo estás? Acá estoy, mucha emoción. Dicen que a los chicos los van a buscar, hay una tormenta bárbara en el lugar donde van los helicópteros, va a ser difícil que los puedan rescatar, pero aquí estamos» y en ese momento se escucha, el ruido de una teletipo, y él me dice (todo esto estaba saliendo al aire) y me dice, «Tomás, esta debe ser la lista». Entonces, me dice, déjame ver un minuto y me dice, efectivamente, acá me dicen que viene directamente desde la central de la Fuerza Aérea Chilena, ésta es la lista que ya la tienen, dice, porque están ahora en este momento recogiendo a los chicos al lado del avión caído. Me dice, bueno, y ahí empieza a leer la lista, él dice, el primero, Roberto Harley y fijate la reacción mía que le digo, repetime los nombres dos veces cada uno. Él no sabía todavía que su hijo estaba vivo en la lista.
Y él lee, empieza a leer los nombres y en la mitad lee «Carlitos Miguel Páez, mi hijo», dice, «Carlitos Miguel Páez, mi hijo», se corta. Yo rezando para que continuara. Y siguió leyendo toda la lista. Así que imagínate lo que fue. La mayoría de las otras radios tomaron la transmisión de Carve . Así que evidentemente eso me marcó para toda la vida, porque estamos hablando de un hecho histórico.
El hotel Alción y el proyecto de los militares
– Otro hecho que marcó mi carrera fue, en la época de la dictadura, cuando los militares habían decidido elaborar un cronograma de transición del gobierno cívico-militar como ellos decían a las elecciones. Estamos hablando de 1981. Ellos decidieron hacer el cónclave en el hotel Alción, que era el hotel del sindicato médico en Solís. Y los periodistas nos alojamos en la hostería Bellavista que está muy cerca de allí. Entonces yo fui un día antes, porque lo primero que teníamos que conseguir en aquel momento era un teléfono desde donde transmitir. ¿Dónde consigo? En el hotel había un solo número. Entonces fui al hotel Alción donde iba a ser el cónclave. Entró al hotel y llegó hasta la puerta, había un soldado en la puerta… buenas tardes, buenas tardes y entré. No me preguntó quién era ni nada….
Entré al hotel, entré caminando, bajo una escalera, había un gran salón que yo me di cuenta que aquí iba a ser el cónclave. Y había una pantalla y en la pantalla estaban proyectando slides con el proceso de cómo iba a ser la transición, cada una de las etapas, elecciones, quién va a estar proscripto, etc. No, que no. Yo no tenía ni papel, ni lápiz, ni nada.
Y aparte estaba lleno de militares ahí adentro. Me doy media vuelta, nadie me preguntó nada. Busqué un papel, y escribí todo. Llamó al director de la radio, que era Raúl Fontaina en aquel momento.
Le digo, don Raúl, tengo esto, esto y esto. Le digo, esto es una bomba atómica ¿qué hacemos? Lo vamos a dar, me dice, a las nueve de la noche. Veinte y treinta, avances de titulares, vamos a decir, Carve está en condiciones de brindar una información que es clave para el futuro del país.
Se publicó. A los 20 minutos después que terminé, apareció un coronel del ejército, de la Dinarp, que me dijo, «Friedmann, ¿qué hizo? ¿Usted se dio cuenta?». Lo primero que le digo fue, «si la información está equivocada, usted me dice cuáles son los errores y yo rectificó inmediatamente al aire». «No, es perfecta», me dice, «pero, imagínese que mañana se iban a reunir todos los generales de este país, iba a haber después una conferencia de prensa en el Argentino. El general (Gregorio Álvarez) quiere saber quién le dio la información». Le digo dos cosas.
Primero, lo de la información, si es correcta, si no, la rectifico. Segundo, usted sabe que no le voy a dar la fuente. «Entonces, me tiene que acompañar porque el general quiere hablar con usted» me señala. Álvarez entonces me dice, «¿usted se dio cuenta de lo que hizo?», Y le respondo: «Yo di una información que consideré que era veraz y que era muy importante darla y usted sabe, esto se llama una primicia, que no era cualquier noticia». Me dice, «sí, sí, pero imagínese, yo mañana aparezco como un pelotudo. Y aparte esto lo sabíamos cuatro generales, y entonces, usted me tiene que decir la fuente». Le digo, «general, no voy a revelarle la fuente». A esto me contesta:
«Usted se arriesga ir a la justicia militar y pasar años en la cárcel», bueno, le digo, «asumo los riesgos». Viene otra vez el coronel de la Dinarp para hablar conmigo y me dice, «mire, su situación es muy delicada.
Así que yo le pido que usted reflexione y hable con el general». Bueno, me asusté. Cuando viene Álvarez de nuevo y le digo, «general, no me la dio nadie la información. No hablé con nadie de este tema». El general Álvarez me queda mirando y me dice, «¿usted estuvo aquí hoy?», «Sí, estuve aquí adentro.
Entonces, ya sé cómo fue».
Entonces, me dice, «se imagina que para mí es terrible, porque yo tenía toda la expectativa de toda la prensa del mundo, que les iba a contar que los militares vamos a ir a la democracia».
Sobre el final, le dije al coronel, «yo lo único que le pido especialmente es por el soldado que estaba en la puerta, él no tiene nada que ver, no tiene la culpa».
Al otro día, se hizo igual la conferencia en el Argentino hotel que había perdido evidentemente toda la sorpresa.
Carter y el canal de Panamá
– Y si tuviera que hablar de una tercera anécdota, estaba en Estados Unidos, yo fui a la entrega del canal de Estados Unidos a Panamá.
Estaba el general Torrijos, en Panamá, bueno, esto es muy anecdótico, el que fue por Uruguay invitado por Carter, que fue un defensor de los derechos humanos, fue Aparicio Méndez, presidente de Uruguay.
Después de todas las ceremonias que hubo, Carter brindó una conferencia de prensa al grupo de periodistas que vino, que no éramos muchos, en el jardín de la Casa Blanca. Termina, se da vuelta, se va, yo sabía que Carter hablaba español, y le digo, ¡presidente Carter, usted habla español!, silencio, el servicio secreto, se da vuelta y me dice en perfecto español, ¡sí señor!, soy periodista de Radio Caribe, Canal 10 de Uruguay, me gustaría hacerle algunas preguntas en español para que la audiencia pueda conocer directamente en su idioma qué ha pasado históricamente hoy acá en Estados Unidos.
Dice, déjenlo pasar, y con Carter nos vamos caminando por los jardines de la Casa Blanca hasta la oficina Oval, cuatro o cinco preguntas, y bueno, evidentemente, también fue histórico. Pero hay muchas anécdotas más. La mayor suerte que tuve, fue nunca estar en la platea, siempre estuve detrás del escenario, o sea, yo vi cómo era la historia verdadera, cómo se cocinaba, cómo funcionaba el mundo.