Algunos miran el cielo soñando milagros y esperando estrellas fugaces de esperanzas. Otros escudriñan el firmamento, temerosos de sus futuros con sus ojos atentos a la llegada de lluvias de muerte. Algunos otros esperan esas historias para perifonearlas por el éter. Ya no podemos vivir sin miradas anticipatorias hacia arriba, expectantes de la posible llegada de nuevas trágicas noticias. Hoy son bombas escupidas desde las entrañas de grandes armatostes de acero, drones sigilosos auto tripulados o potentes cohetes teledirigidos desde barcos lejanos vomitando desde el cielo bandadas de pólvora ante las miradas desoladas de millones de personas. Arriba no están los sueños y las fantasías sino desvelos e inenarrables desgracias humanas. Nadie puede poner murallas y esconderse. Muchos atinan a romper fronteras y huir apelotonados hacia otras geografías o refugiarse en cuevas subterráneas cuando sus cielos se les caen a pedazos en cuotas inacabables ante sus asombrados y aterrados ojos. Otros apenas estamos atentos a esos lejanos depredadores modernos que alimentan los informativos repetidamente noche tras noche, siempre con la suerte de poder apagar la radio y volver a nuestras aún apacibles vidas.
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Ucraza: està aquì nomàs. Adueñandose de una secciòn permanente en el noticiero. Los ojos que miran, ya no quieren ver y los oìdos que escuchan tampoco quieren oir. Los cadaveres se estiman por cientos, seguramente no importa ya cada unidad. Asombrosamente se instala una normalidad en pleno caos conviviendo con la amenaza permanente y los niños juegan entre los escombros. Gracias Claudio!