Un viaje en motocicleta por Sudamérica

Entrevista a Zhao Xiaochuan, productor chino de documentales.

Zhao Xiaochuan, viajero y productor chino de documentales, se fue a trabajar a Sudamérica después de graduarse de la universidad en 2009. En los últimos tres años ha viajado mucho desde y hacia Argentina, contando para ello con una moto y siguiendo los pasos del Che Guevara. En su recorrido por Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, Zhao fue testigo de la lucha de estos países contra la pandemia de COVID-19, y grabó muchos momentos hermosos en videos. China Hoy pudo entrevistar a este explorador y conocer su interesante historia por Sudamérica.

China Hoy (CH): ¿Por qué decidió recorrer Sudamérica en moto?

Zhao Xiaochuan (ZXC): Desde el fin del mundo en Ushuaia (Argentina) hasta Colombia, cruzando el ecuador, siempre tuve amigos sudamericanos que estaban esperándome. Eso hizo que nunca me sintiera solo. En los últimos diez años, por motivos de trabajo, he vivido durante largos períodos en Sudamérica, África, el Sudeste Asiático, América del Norte y Europa. Cuantos más lugares visito, más añoro esa sensación apasionada que Sudamérica me brindó. El idioma español, lleno de ritmo, y los abrazos y apretones de manos cálidas de mis amigos latinoamericanos siempre me han llenado de alegría y energía. Es una sensación que no encuentro en ningún otro lugar del mundo.

Innumerables veces me imaginé cómo sería ir en moto por esas tierras. ¿Qué pasó con el Che Guevara cuando fue en moto por esa ruta y se dio la transformación de un joven de familia acomodada a un revolucionario?. A finales de 2019, dejé todo mi trabajo y comencé a prepararme para regresar a esa lejana y mágica Sudamérica. Sin embargo, en 2020, debido a la pandemia de COVID-19, quedé varado en la región de la Patagonia, en Argentina, durante más de siete meses. En ese tiempo me hice amigo de muchos argentinos y juntos pasamos un tiempo difícil pero inolvidable. Luego regresé a China. 

El 27 de febrero de 2022, volví a Buenos Aires. Subí a mi moto y retomé el viaje inconcluso. En los más de 30.000 kilómetros de mi viaje desde Ushuaia hasta Colombia, más de la mitad del tiempo la pasé viviendo en casas de diferentes amigos sudamericanos, formando parte de sus vidas como si fuera un miembro de la familia. Esa estrecha relación hizo que me sintiera más completo y feliz. Cada vez que llego a un nuevo destino, espero compartir la cultura, las historias y la vida de las personas locales. Ese intercambio no solo me permitió comprender profundamente la diversidad de los países sudamericanos, sino que también me hizo sentir el afecto y la amistad entre nosotros.

CH: ¿Con qué dificultades se topó en sus viajes? ¿Cómo las superó?

ZXC: La mayor dificultad fue quedar atrapado en un lugar sin poder continuar viajando debido a diversas situaciones imprevistas. Por ejemplo, debido a la pandemia de COVID-19, del 19 de marzo al 10 de octubre de 2020 quedé atrapado en la región de la Patagonia. Pasé más de tres meses con mis amigos argentinos Julio Óscar y Alejandro Endara. La repentina pandemia me llevó, como chino, a irrumpir en sus vidas, y a pesar de estar lejos de mi país y mi familia, nunca me sentí solo estando con mis amigos argentinos.

Durante los diez meses de mi segundo viaje en 2022, pasé seis meses y medio en Argentina, y los otros tres meses en Brasil, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. En la vasta y escasamente poblada Argentina, los largos viajes en moto propiciaron numerosas fallas mecánicas y me encontré varado en el camino en varias ocasiones. Sin embargo, en cada crisis, siempre hubo argentinos amables, tanto conocidos como desconocidos, que me ofrecían ayuda, ya sea reparando mi moto, buscando ayuda para mí o simplemente acompañándome en las oscuras noches del desierto patagónico. Si no fuera por tanta ayuda desinteresada, no habría podido llegar hasta el final.

CH: ¿Qué es lo que más le impresionó durante el viaje?

ZXC: Por nuestros ideales y creencias comunes, tengo una relación muy fraternal con Alejandro y su familia argentina, así como con mi amigo colombiano Sebastián. En marzo de 2020 se produjo un brote de COVID-19 en Argentina. Al igual que yo, Sebastián también había viajado en moto a Ushuaia, el fin del mundo. Nos quedamos varados en el pequeño pueblo de Gregores, en Argentina. En junio, después de cien días de espera, Sebastián finalmente abordó un vuelo de regreso a Colombia. Después de que se fue, me sentí desamparado y aislado, no porque me faltara comida ni refugio, sino porque me faltaba esa compañía en mi alma.

En cuanto a la familia de Alejandro, la motocicleta en la que viajaba yo, en realidad, le pertenecía al hermano de Alejandro. Fernando Endara, su hermano menor, había fallecido víctima de una enfermedad. Su mayor deseo era recorrer Argentina en esa moto. Después de muchos giros y vueltas, la motocicleta finalmente pasó a mis manos. Recuerdo claramente que cuando por primera vez fui a la casa de Alejandro en marzo de 2020, los ojos de su familia se abrieron tanto, como si el hermano fallecido hubiera regresado. Llegué a ese hogar con las mismas ganas de viajar, y Alejandro me cuidó y cobijó como si fuese su propio hermano. Esos cuatro meses fueron definitivamente los mejores que pasé en Argentina. Ese sentimiento de ser un hermano en una familia argentina será un tesoro imborrable en mi vida.

Emprendí otro viaje a Sudamérica en marzo de 2022. Esta vez, mi moto pasó por el mismo aprieto que la del Che Guevara. En los casi ocho meses de viaje en ese año, conduje 23.000 kilómetros y reparaba la motocicleta casi a diario, debido a las averías en el desierto. Cuando llegué a Colombia en noviembre del año pasado, la moto volvió a averiarse, a 67 kilómetros de Manizales, la ciudad de Sebastián. Lo llamé para que me ayudara. Sin dudarlo, Sebastián se apresuró a llevarme a su casa. Decidí finalizar mi viaje y le di todo mi equipo de conducción y las piezas de repuesto de la moto a Sebastián para que él pudiera continuar nuestro viaje inacabado. La amistad con la familia de Alejandro y la de Sebastián es tal que se han convertido en el bien más preciado de mi viaje por Sudamérica en estos últimos tres años.

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