Cuando me dijeron que viajaría a China, un sinfín de emociones llegaron a mí. Sin duda, una de las más grandes fue la felicidad y el nerviosismo que llenaron por completo mi ser.
A tan solo un día de emprender este viaje, aún no me podía creer que iría al gigante asiático, conocido como uno de los países más avanzados a nivel tecnológico y con una historia cultural de más de 5 mil años. Sin embargo, no tenía mucha información de este más que lo poco que circulaba en las redes sociales.
Cuando llegó la hora de partir, fue un viaje largo de Uruguay a China, realizando escalas en Brasil y Francia, con largas horas de espera. Ya en Francia, me encontré con un grupo de compañeros: uno de Perú, otro de Costa Rica y la otra de Colombia.
La espera se hizo más placentera mientras tomábamos café y disfrutamos de extensas conversaciones sobre nuestras expectativas y opiniones. A la hora de abordar, simplemente se sentía cada vez más cerca nuestro lugar de destino. Al llegar a China, en el aeropuerto pude ver su seguridad y amabilidad con los extranjeros. Allí nos esperaban con gran emoción y hospitalidad algunos miembros del programa del CIPCC. Luego de un recorrido en autobús, donde observé hermosos carros eléctricos, calles limpias y muchas personas en bicicleta, supe que muchas de las cosas que pensé saber de este país, no eran del todo ciertas, pero en el buen sentido.
Al llegar al apartamento, la emoción no cabía en mi cuerpo y a altas horas de la noche, me reuní con algunos compañeros para familiarizarme un poco con el lugar. Después de una rica comida y buenas bebidas, volvimos a lo que sería nuestra casa durante los próximos cuatro meses.
En los días siguientes, tuvimos nuestra primera reunión, de muchas que vendrían, donde nos dieron la bienvenida y nos explicaron cómo serían las cosas. A partir de ahí, comenzamos una hermosa travesía de conocer China, lo que representa y sobre todo a sus habitantes.
Con más de 100 países participantes en este intercambio, divididos por continentes, comenzó esta gran aventura. Primero, tuvimos clases de todo tipo, tanto sobre lo que fue China como lo que es y lo que planea ser, así como sobre su sociedad, clases del idioma, pintura y escritura china. Estas fueron dictadas por profesores sumamente capacitados y hablantes del idioma español, en dinámicas que combinan la teoría y la práctica.
Después de cada clase, descubrimos lugares donde comíamos. Y probamos infinidad de comidas de todo tipo: italiana, árabe, rusa y, sobre todo, china, donde podíamos ver la variedad que ofrecía la gran Beijing.
Cada mes realizamos un viaje, de una semana aproximadamente, visitando varias provincias y sus alrededores como Sichuan, Shanghai, Jiangsu y Guangzhou, acompañados por los mejores guías y asistentes. Nuestras asistentes, Ines y Amaia, fueron esenciales, brindándonos su apoyo y conocimientos, además de ayudarnos con el idioma. Ellas se encargaban de organizar nuestros viajes, boletos de avión y tren, así como de las traducciones en cada visita y a su vez de tratarnos con mucho amor y cariño a cada uno de nosotros.
China es un lugar donde la comida es riquísima y, además, muy económica. Me atrevería a decir que la mayoría de las personas aquí no cocinan, sino que compran todo a domicilio. Sin embargo, para tener una experiencia completa, decidimos visitar algunos mercados de comida. Allí se podía ver la gran variedad de alimentos y lo económicos que eran. Para mí, un mercado de un mes comiendo en casa me costó alrededor de 700 yuanes, lo cual equivale a unos 100 dólares o alrededor de 4.404.82 pesos uruguayos. Este mercado incluía artículos de limpieza, comida, dulces, carnes, bebidas y productos de higiene personal, donde también se encontraban marcas reconocidas a nivel mundial.
La economía es bastante buena y los gastos como la luz, el agua y el gas son económicos; lo único que resulta un poco caro son los alquileres, especialmente en la capital. Sin embargo, muchos optan por compartir el alquiler, lo que lo hace más accesible.
Las personas aquí son sumamente amables. Muchas veces, caminando por la calle, nos sonreían y saludaban, nos pedían fotos o se acercaban a hablar con nosotros. No solo en Beijing, sino también en casi todas las provincias que visitamos, nos trataron con cariño, ofreciéndonos tragos y comidas, siempre interesados en saber qué nos traía a China y qué opinamos de su país. La comida es realmente distinta, con un sabor único, aunque es común que los platillos tengan bastante picante, especialmente en provincias como Sichuan. Se sentía el cariño en cada plato.
Un dato importante, es que en China no se da propina, ya que esta práctica no es bien vista.
Los bares nocturnos son geniales, llenos de extranjeros y muchos chinos que desean compartir mientras bailan y cantan. Los tragos, como en cualquier bar, están alrededor de unos 10 dólares o 440,43 pesos uruguayos, lo cual es un promedio en general por trago en cualquier país. Cada discoteca tiene costos y ambientes distintos, pero todos cumplen con el mismo objetivo: disfrutar y conocer. No solo compartí con mis compañeros latinos, sino también con muchos de otros continentes, llenándome de experiencias y conocimientos de cada país en el programa, donde conecté con muchos de ellos y sé que me llevo hermosas amistades.
Estoy muy agradecida ante todo con Dios, y con Uruguay que me abrió las puertas, ya que soy venezolana. También quiero expresar mi agradecimiento al Director del Diario La R, Juan Carlos Blanco, quien tuvo la confianza de creer en mí y permitirme representar a este medio de comunicación. Al CIPCC grupo de Latam en este intercambio cultural que ha dejado huella en mi vida.
El CIPCC no solo, le da la oportunidad a medios de comunicación, empresas, sino a los que estamos representando a estos, y personalmente puedo decir, que no solo me dio la oportunidad de conocer y disfrutar de su hermoso país, sino que también me llenó de conocimientos y nuevas amistades que sé que no acaban aquí. Conocí grandes empresas, aprendí sobre su política, sus universidades y su estilo de vida. Para mí, conocer China fue como viajar a otro mundo, lleno de cosas hermosas, personas maravillosas y avances tecnológicos sorprendentes. Puedo decir que conocí lo que es la verdadera China y me voy queriendo volver para vivir más de esta hermosa experiencia.
Sin duda, no sabes de un país hasta que realmente decides conocerlo.