La relación entre humanos y animales es compleja y multifacética, abarcando desde la domesticación y el uso de animales para trabajo y alimento hasta la compañía y el vínculo emocional. Esta relación ha evolucionado a lo largo del tiempo, con cambios en la percepción y el trato hacia los animales, especialmente hacia aquellos considerados mascotas.
Esta relación entre ambos puede generar lo que se conoce como zoonosis, que son enfermedades infecciosas transmisibles naturalmente desde animales vertebrados al ser humano. La estrecha interacción entre hombres y animales, así como el aumento de la actividad comercial y la movilización de personas, animales, sus productos y subproductos, han propiciado una mayor diseminación de las zoonosis.
Además, la diseminación de estas enfermedades también puede ser impulsada por la modernización de las prácticas agrícolas, particularmente en las regiones en desarrollo vulnerables a la destrucción del hábitat, la invasión humana y el cambio climático. El impacto de las zoonosis no solo radica en el daño a la salud pública, sino que ocasiona severas pérdidas económicas en la región.
Las zoonosis representan un gran porcentaje de todas las enfermedades infecciosas recientemente identificadas, así como de muchas de las ya existentes. Algunas enfermedades, como la provocada por el VIH, comienzan como una zoonosis, pero más tarde mutan en cepas exclusivas de los humanos. Otras zoonosis pueden causar brotes recurrentes de enfermedades, como la enfermedad por el virus del Ébola, la salmonelosis y la rabia.
La más conocida de esta historia contemporánea fue el COVID-19, causado por el nuevo coronavirus, que en su momento tuvo un potencial tan grande como para causar una pandemia mundial y que ocasionó, según la ONU, que al menos 20 millones de personas murieran. Es importante destacar que los patógenos zoonóticos pueden propagarse a los humanos a través de cualquier punto de contacto con animales domésticos, agrícolas o salvajes, por eso hay muchos sectores que son más propensos que otros.
Las personas que sufren altos riesgos son los trabajadores de mercados en los que se vende la carne o los subproductos de animales salvajes. Son particularmente peligrosos debido al gran número de patógenos nuevos o no documentados que se sabe que existen en algunas poblaciones de animales salvajes.
Los trabajadores agrícolas de las zonas en que se utilizan mucho los antibióticos para los animales de granja pueden correr un mayor riesgo de verse afectados por patógenos resistentes a los actuales antimicrobianos. Las personas que viven en lugares adyacentes a zonas silvestres o en zonas semiurbanas con un mayor número de animales silvestres corren el riesgo de contraer enfermedades de animales como ratas, zorros y mapaches. Así como la urbanización y la destrucción de los hábitats naturales aumentan el riesgo de enfermedades zoonóticas al incrementar el contacto entre los seres humanos y los animales salvajes.
Considerando que, en la inmensa mayoría de los casos, la intervención o control en la fuente animal podría evitar problemas ulteriores de salud pública, se hace necesario considerar y desarrollar intervenciones integradas, que tengan en cuenta las causas que interactúan y son responsables de los problemas intersectoriales de salud.
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