Figari: educación y trabajo entre dos siglos

Sin lugar a dudas la personalidad más descollante, fuera de la política, en la historia del Uruguay, ha sido Pedro Figari, por su mirada innovadora en lo jurídico al impulsar nuevos derechos con la abolición de la pena de muerte, por sus aportes en la educación con una mirada a la educación técnica articulada a un nuevo modelo global industrial y por su creación pictórica con una nueva estética sobre el Uruguay y su vida social. Ello más allá también de múltiples aportes en la política y en la literatura. Su vida ha sido una continua innovación rupturista y creadora.

La historia nos muestra que algunos hombres logran representar y expresar claramente su momento histórico, más allá de que incluso no puedan ver en su total dimensión las características de su tiempo y las realidades en los cuales están inmersos. Figari, en su mirada sobre el modelo educativo para el trabajo técnico, se inserta en las complejas décadas de inicios del siglo XX, donde a escala mundial constituyó un tiempo de cambio de dimensiones planetarias con el pasaje desde una industrialización centrada en ferrocarriles y grandes acerías, a una fase de la industrialización marcada por la cadena de montaje ideada por Ford y la producción en serie de productos de consumo de masas gracias además a la electricidad. En dicho contexto de transición desde producciones artesanales a producciones manufactureras en serie, una amplia discusión global educativa se gestó, focalizada en la transformación de las instituciones y de los currículos para tener pertinencia. Se propendía a superar la tradicional universidad de los doctores con la incorporación de otra vertiente universitaria centrada en la producción y la creación de profesionales insertos en las nuevas estructuras industriales. Una nueva formación técnica de nivel universitario comenzó a expandirse en los países centrales que propendió a responder al nuevo ciclo del capitalismo industrial. De allí derivó la creación de transformaciones educativas focalizadas en la creación de universidades y colegios tecnológicos, con especial atención a la investigación aplicada, incluso impulsando modelos de enseñanza duales como en Alemania. En América Latina, las transformaciones en el mundo universitario estuvieron centradas en luchas por el poder, que derivaron en la que he llamado la Primera Reforma universitaria, la de la autonomía y el cogobierno. En ellas no se alteraron currículos ni enfoques pedagógicos, sino que la tradicional formación profesional, derivó hacia un sistema de enseñanza autónomo, pero que al tiempo fue distanciando a la universidad de las demandas reales del mercado. Fue una transformación de poder y no curricular ni de cobertura. Apenas muy marginalmente, y muchos años después, hubo algunos avances puntuales como con la creación del Politécnico Nacional de México impulsado por Lázaro Cárdenas en México o la Universidad Obrera bajo Perón en Argentina, que propendieron a centrarse en una formación asociada a la industrialización y la profesionalización y universitarización de los técnicos. La tradicional enseñanza universitaria centrada en una formación teórica con un perfil profesional no contribuyó a impulsar los acotados impulsos industrializadores que a su vez debieron desarrollarse con tecnologías importadas apoyadas por altas e ineficientes estructuras arancelarias. La industrialización a escala de la periferia se comenzó a trasladar hacia el sudeste asiático apoyado en fuertes procesos de transformación universitarios altamente competitivos.

Pedro Figari en Uruguay, constituyó en forma solitaria en Uruguay, una mirada centrada en el impulso hacia una formación técnica profesional, flexible y creativa, centrada en lo industrial y por ende articulada al nuevo ciclo tecnológico en rápida desarrollo, más allá de que el no viera y dimensionara la transformación en curso que se estaba procesando y la dimensión que adquiriría a escala global, la industrialización como nueva fase del capitalismo industrial. En su libro “Educación y Arte” que recopila una serie de textos (discursos, informes, proyectos y artículos) desarrollados en un período de 25 años entre 1900 y 1925, nos aporta una mirada profunda e integral de una mirada educativa centrada en la creación de capacidades y competencias efectivas para una inserción eficiente en el ciclo industrial que se gestaba. Como apuntó Arturo Ardao en el prólogo, Figari concebía el arte y la industria como conceptos inseparables, y donde la enseñanza industrial era el sinónimo de una educación integral. Tal enfoque se expresó ya en 1905 en su proyecto de creación de la Escuela de Bellas Artes articulado a lo productivo y que recién se concretó en 1943, y que ha ido derivando en una visión muy separada a las industrias culturales. Concibió además una formación técnica distante de la mera enseñanza de oficiales mecánicos impulsando la transformación de las Escuelas de Artes y Oficios, lo cual recién en 1942 se plasmó – relativamente- en la creación de la Universidad del Trabajo. Su enfoque sin embargo no se limitaba a un sector de la enseñanza, sino que proponía que toda la educación general incluyera la enseñanza artístico-industrial. Formulaba que “la enseñanza industrial debe ser la base de la instrucción pública” sobre el eje de impulsar una instrucción fundamentalmente práctica más que teórica. Su eje era enseñar a producir, y fundamentalmente en la industrialización de materias primas nacional. Su mirada ya era crítica de las instituciones educativas, vistas “lentas y formalistas, y que dan más importancia a la escuela y las instalaciones que a los alumnos”. Hoy su enfoque se asocia a la educación práctica y la enseñanza aplicada, a las competencias profesionales laborales con un rechazo al academicismo. Ya para entonces veía que no tenía el Uruguay escalas para grandes producciones en serie y tenía que focalizarse en producciones cortas basadas en la creación y el diseño. El centro de la educación y la industria debía ser la calidad y la intensidad del aporte de creación.

El tiempo de Figari fue otro, y hoy estamos en otro tiempo histórico global, tecnológico y educativo. El nuevo ciclo global se focaliza en los motores de la informática, la biotecnología y la inteligencia artificial, y ya no cabe concebir modelos industriales cuyas estructuras productivas no solo son obsoletas sino que el país carece de ellas. Cabe concebir en una formación técnica pensando en los nuevos ejes del modelo global en rápida construcción. Figari pensó un proyecto, que no lamentablemente no se desarrolló en su tiempo. Hoy, muchas de sus miradas –competencias, articulación al empleo, enseñanza práctica, etc.- tienen algunas orientaciones correctas, pero el mundo y la realidad es otra y sin duda las ofertas deben reorientarse a las nuevas realidades. El tema sigue siendo el mismo: desarrollar estudiantes con nuevas competencias o mantener enseñanzas con los mismos programas y docentes.

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