Ubicada en una zona montañosa del suroeste de China, se esconde una metrópolis de más de 30 millones de habitantes llamada Chongqing, que sorprende gracias a sus características únicas, que te hacen pensar que estás en una ciudad ficticia. Hasta allí se desplazó Diario La R para descubrir, en primera persona, su complejo diseño, la arquitectura de las calles y la movilidad sostenible, que, sin duda, la convierte en un desafío para las personas que visitan por primera vez esta urbe intensa y curiosa del país asiático.
A primera vista, Chongqing no se parece a ninguna otra ciudad china. Su topografía montañosa ha obligado a los ingenieros a diseñar un entramado urbano que se adapta a los desniveles, creando puentes colosales, estaciones de tren suspendidas y edificios que parecen surgir del agua. Los ríos Yangtsé y Jialing se cruzan en el corazón de la ciudad, dividiéndola y uniéndola a la vez, generando vistas panorámicas que cambian con la luz y la niebla. El paisaje natural, tradicional y urbano coexisten en una tensión armónica: el cemento no invade la montaña, la rodea; los trenes no interrumpen el espacio, lo atraviesan.
Uno de los símbolos que más reúne turistas o visitantes en la ciudad es el tren que pasa literalmente por el interior de un edificio en el distrito de Liziba. Lo que para muchos turistas es una curiosidad, para los habitantes se ha convertido en un emblema de eficiencia y creatividad. El sistema de monorraíl de la ciudad no solo resuelve un problema de espacio, sino que muestra la capacidad de adaptación de la infraestructura china frente a los desafíos del terreno. La escena del tren cruzando el edificio es casi cinematográfica, pero, más allá del asombro visual, hay una reflexión profunda sobre cómo la planificación urbana puede integrar movilidad y arquitectura.
La movilidad sostenible es otro de los pilares que definen a Chongqing. A pesar de sus pronunciadas pendientes, la ciudad ha apostado por un transporte público eléctrico, eficiente y bien conectado. Los buses eléctricos circulan en silencio por calles serpenteantes, mientras que las redes de metro y tren ligero ofrecen una alternativa limpia y rápida para moverse entre los diferentes niveles de la urbe. Los barcos turísticos, por su parte, recorren el Yangtsé y el Jialing, ofreciendo otra perspectiva del desarrollo urbano: desde el agua, Chongqing se percibe como una ciudad de luces flotantes, donde los rascacielos se reflejan sobre la superficie del río como un espejo líquido.
Asimismo, todas estas maravillas se pueden ver desde las alturas con el teleférico que se eleva entre las montañas de Chongqing. Este trayecto, corto pero suficiente, conecta dos puntos importantes de la ciudad y permite dimensionar su grandeza, manteniendo viva la tradición del transporte.
Diseños de las calles
Todo lo mencionado se debe, quizás, al punto más impactante para la vista de las personas: el desafío que representa recorrer sus calles. Sus construcciones desafían la lógica; muchos de los edificios se elevan sobre colinas, las calles se superponen en varios niveles y los puentes unen puntos que parecen imposibles de conectar. La sensación es de estar en una ciudad tridimensional, donde cada desplazamiento revela un nuevo ángulo, un nuevo nivel, un nuevo horizonte. Entre las experiencias más impactantes está entrar a un edificio por la puerta principal en el piso uno y, al mirar por el balcón, descubrir que en realidad es el nivel 22.
Por otro lado, el contraste de la tecnología y la innovación de la ciudad lo puedes encontrar en la Calle Antigua de Longmenhao, un pasaje mercantil y cultural que guarda, en sus callejones empedrados, casas de madera restauradas y pequeñas tiendas artesanales, un recuerdo del pasado y de cómo funcionaba Chongqing antes de la llegada de la tecnología.
Noches iluminadas
Mientras el sol se va ocultando, comienza el show de luces en Chongqing. A partir de ese momento, los turistas se reúnen en el paseo fluvial, cerca del puente Qiansimen iluminado, para ver cómo los LED comienzan a mostrar la forma de los rascacielos en medio del cielo oscuro, dando una sensación de modernidad y futurismo. Sin embargo, ese brillo tecnológico no está desligado de su identidad cultural: en los callejones y mercados tradicionales todavía se respira el aroma picante de la comida local, especialmente del famoso hotpot, una experiencia gastronómica sin igual.
Chongqing no solo es una ciudad para visitar, sino para observar con atención. Es una metáfora viva del siglo XXI: vertical, interconectada y en constante movimiento. Una urbe que mira hacia el futuro sin olvidar su geografía, ya que transforma las limitaciones en oportunidades y que, con cada tren que atraviesa un edificio, cada teleférico que cruza las montañas o cada calle antigua que resiste el paso del tiempo, reafirma que la innovación no siempre necesita más espacio, sino más imaginación.






Muchos estadounidenses viajan a China a admirar el progreso, lo moderno y las ciudades futuristas en comparación con sus ciudades sucias, llenas de drogadictos tirados, gente mendigando o subtes que se caen a pedazos donde viven los indeseables que pueden matar a cualquiera que baje a ese infierno carcomido por la vejes, grafitis, corrosión y humedad.