“Como diseñar libros para que la gente vuelva a leer”

Una de las primeras formas para acceder a un libro es que esté bien diseñado.

Aunque muchos son los maestros que pueden conectar con un auditorio sin que los alumnos se dispersen con cualquier elemento ajeno a la conferencia, escuchar al profesor Daniel me asombró. Una sala con cerca de doscientas personas, aprendía con él, se reía a ratos de sus peripecias, se confundía, se cuestionaba, y quería indagar más. Transcurría el Congreso Internacional de Diseño en la Habana, el experto en metodologías educativas y procesos editoriales, argentino y profesor de la Universidad Estatal de Buenos Aires, Daniel Wolkowicz, era uno de los prestigiosos académicos invitados. Los motivaba debatir sobre las inteligencias, espaciales, mecánicas, humana, y su relación con el diseño en la era moderna…

La conferencia del profesor argentino no fue la primera, lo antecedió un tema importante, una voz importante; sin reparos agradeció a su predecesor en el estrado, y tal como lo hace en sus clases, habló…

Recuerdo que habló de su universidad, de sus alumnos, de lo creativo que son cuando se motivan, habló de las pausas obligatorias en las aulas cuando pasa un avión (pues el ruido es tan alto que no pueden escucharse unos a los otros), y habló del gato que convive con ellos en la facultad, presagio de buena suerte en los exámenes si este se sentaba al lado del estudiante en cuestión. Daniel mostró a todos los que lo escuchaban, el trabajo social que realizan los diseñadores en formación con los que convive, y reflexionó sobre las brechas sociales, económicas y tecnológicas en nuestros países, que se vuelven cada vez más grandes: “Bastaría con dejar de fabricar armamento un año para dar salud y comida al planeta…pero esas cosas no lo deciden los diseñadores”.

Y es que vivimos en un mundo de incertidumbres, donde me imagino los cuestionamientos que han de hacerse los profesores cuando imparten las lecciones de un procedimiento, que puede que en dos años cambie. “En estos momentos son más importantes las preguntas que las respuestas, entonces preguntarnos por qué diseñamos, para quien diseñamos, cómo enseñamos el diseño, y cual es el futuro de la profesión, son ejes clave en esta historia. No podemos obviar la tecnología, ni tampoco pretendamos que volver al pico y la pala sería lo más óptimo, pero ante un hecho de magnitudes exponenciales, donde no funcionen las redes, o lo digital, los libros estarán ahí”

El profesor nos recordaba, que el único reservorio de conocimientos que ha trascendido siglos, son los libros. Ahora hay muchos formatos para leer, y nos aparecen miles de enlaces donde simplifican los libros, y fácilmente te cuentan 300 o 400 páginas en minutos: “Eso es mentira, le pueden decir que un audiolibro te narrará La guerra y la Paz en 15 minutos, lo puedes escuchar, pero usted no ha leído el libro”.

Los diseñadores se informan antes para poder preguntar, para hacer esas preguntas que están aún sin resolver. Y en una transición asombrosa, el profesor, dejó de hablar de él, de lo que pensaba, de lo que creía, y empezó a hablar de otros. Ejemplos de diseñadores que se preocupan por como hacer que los libros, papel, carátula, letras…continuaran siendo atractivos para las personas. Bruno Munari, y sus sencillos pero interesantes prelibros con solo una palabra en la carátula “LIBRO”, lo demás eran formas, texturas, recortes, colores, porque quería que sus hijos se encariñaran con los textos. Antonio Ross, Juan Pablo Cambariere, Coco Cerrella, Tano Verón…los ponía como ejemplo.

El diseño de un libro, es uno de los primeros “abrepuertas” para que la gente vuelva a leer. “Fácilmente un cuerpo pequeño de tipografía, donde las letras llegan hasta el margen por ahorrar un papel, estoy seguro que el lector a la tercera hoja lo abandona”. También se refirió a los libros chicos, los de colección, que caben en la palma de la mano. Como también los libros demasiado grandes, que pesan kilos, y que los venden con una mesa, obras de arte, que cuestan miles de dólares. Ese tipo de libros son para eso, para mostrar, o decorar; su tesis se basaba en los otros libros, los que si pesan es por el contenido, los que aunque pasen los años, sigue siendo importante leer.

Luego de esto, un silencio, y ante lo que diría, advirtió: “Puede que resulte fuerte, pero las universidades como las concebimos no existen. Se transformaron en un mix entre vínculos de educación a distancia y realidad. Por otro lado, han aparecido 200 plataformas de cursos, cursitos, cursetes, donde uno puede aprender lo que quiera a precios absurdos. Entonces, el alumno se pregunta para qué voy a ir a la universidad, si yo puedo estudiar solo, lo que quiero. Esto hace que las universidades necesariamente tienen que cambiar, no podemos enseñar con tiza y pizarrón, y que el niño llegue a la casa y conviva con internet, canales, cables…”

Con vehemencia, casi al final, el profesor defendió lo que a mi juicio me sucede con los libros, los que llamo buenos libros: “Queremos que al leer les pase algo…que las letras en el papel los atraviesen, los haga pensar, cuestionarse, preguntarse…El libro es absolutamente puro, lo lees, haces tu análisis, sacas conclusiones, podrás estar de acuerdo o no, pero te lees toda la información a tu medida”

Se encendió la luz, Daniel dijo gracias, y el auditorio aplaudió.

Comparte esta nota:

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Últimos artículos de Cultura