Dejando hasta los dientes

“Vidas encajonadas” Re ensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

El boxeo es juego, deporte, negocio, espectáculo y pasión. E incluso dura analogía de algunas de nuestras existencias y sobrevivencias. La vida se nos asemeja en algunos tiempos a peleas en algún cuadrilátero en cualquiera esquina. Pelea entre iguales, sueño de ser un atlas, golpes que no vimos venir, dientes en el piso, goce o dolor de terceros. También en este pugilato se esconde el negocio televisivo de la violencia, el corto ciclo de vida de los protagonistas, el rápido desgaste del cuerpo y tal vez hasta las secuelas neuronales. Allí se reúnen pasiones y dolores, junto a apuestas y diversiones. Y hasta sano deporte. En estos “rings” de la vida nos rompemos los dientes en luchas de supervivencia cuerpo a cuerpo. Adentro de esas tres o cuatro cuerdas que los limitan y encierran en general hay jóvenes con energía y fuerza, enteros de ilusiones y sueños, y con todos sus dientes afilados. Ellos parecen incluso iguales al inicio de estos circos de gladiadores deportivos. El tiempo los desgasta mientras cambian energía por experiencia, fuerza por técnica, golpes por medallas e ilusiones por frustraciones. Desde la fuerza infantil a la experiencia, se gesta firme el deterioro del paso de los días y años: ya que más allá de peleas, heridas y éxitos, los fracasos vendrán luego también. Para aquellos que perdieron cayendo a la lona o para los que se llevaron medallas a tiempo habrá trayectorias y lugares distintos cuando bajen del cuadrilátero, con sus dientes rotos en la mano. 

No es sólo un acto del teatro de la defensa o del coraje, ni tampoco demostración de poder y dominación en algún callejón de testosterona. Es  también espectáculo y pasión de multitudes que vemos por televisión, soñando estar en primera fila para ver los sudores, heridas, y enterarnos de sus frustraciones o logros. Más allá de firmes protectores en la boca, la pelea humana es hasta los dientes, con éxitos y fracasos, y todos lamiendo nuestras heridas y viendo alguna medalla. Pedazos de dientes quedan por allí o por acá en alguno de esos caminos en los cuales pusimos el alma, mordimos, masticamos y devoramos experiencias, tiempos y hasta personas en la existencia en el enorme y desconocido mundo siempre ajeno que atravesamos. Difícil caminar sin perder algún molar, desgastar un incisivo, partir un camino, tanto como vivir sin las interacciones humanas que nos dan tanto placer y dolor.   

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