El desfile de Trump

La insistencia de Trump en llevar a cabo este desfile radica en su deseo de dejar una huella en la historia similar a la de los grandes presidentes de EE.UU

Line up soldiers in protective clothing and boots. They are sent to war or training.

El 14 de junio, Washington D. C. fue escenario de un llamativo y ostentoso desfile militar, organizado con la intención de conmemorar el 250.º aniversario del Ejército de los Estados Unidos y el Día de la Bandera Nacional. Sin embargo, el verdadero trasfondo de este evento se vio ensombrecido por el hecho de que coincidía con el 79.º cumpleaños del presidente Donald Trump. La pregunta que surge es: ¿qué pretendía Trump con este espectáculo grandioso, especialmente en un momento en que el país estaba convulso por masivas protestas contra su administración?

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¿Realmente logró el efecto deseado?

El desfile militar, que se suponía debía rendir homenaje a los logros del Ejército estadounidense en sus 250 años de historia, generó controversia no solo por su magnitud, sino también por su elevado costo y la fecha elegida para su celebración. A lo largo de la historia de Estados Unidos, los desfiles militares de gran escala han sido eventos inusuales; el último de un calibre similar se remonta a más de tres décadas atrás, cuando el entonces presidente George H. W. Bush celebró la victoria en la Guerra del Golfo en 1991.

Mientras que el gobierno de Biden había contemplado una conmemoración más modesta, Trump transformó esta idea en un desfile monumental que contó con la participación de más de 7,000 soldados en uniforme, decenas de tanques y vehículos militares, así como bandas de música.

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Muchos ciudadanos estadounidenses han cuestionado la necesidad de un evento tan ostentoso, especialmente dado que el país ya había celebrado el Desfile Nacional del Día de los Caídos el 26 de mayo.

Trump, quien llegó al evento entre 21 salvas de cañonazos y con el «Feliz Cumpleaños» entonado por la multitud, ha sido acusado de organizarlo como un regalo de cumpleaños para sí mismo, utilizando fondos públicos para un espectáculo que parecía más un ejercicio de vanidad que una verdadera celebración patriótica. Según datos del Ejército de EE. UU., el evento tuvo un costo que alcanzó hasta los 45 millones de dólares. A pesar de estos gastos exorbitantes, Trump defendió el costo en el programa «Meet the Press» de NBC, afirmando que era «una miseria comparado con el valor de hacerlo». Sin embargo, esta justificación parece en contradicción con su discurso sobre la reducción del gasto federal. Una encuesta reciente de NBC News reveló que dos tercios de los encuestados se oponían al uso de fondos gubernamentales para financiar el espectáculo.

La insistencia de Trump en llevar a cabo este desfile radica en su deseo de dejar una huella en la historia similar a la de los grandes presidentes de Estados Unidos, como George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Desde su primer mandato, Trump había expresado su interés por organizar un gran desfile militar. En 2018, tras observar el desfile del Día de la Bastilla en Francia, intentó celebrar un evento similar en honor al Día de los Veteranos, pero su plan fue cancelado por la oposición interna. Ahora, con un renovado «mandato firme» y tras retomar la presidencia, se propuso cumplir su sueño.

En el contexto internacional, el desfile también se interpretó como una demostración de la fuerza estadounidense. Históricamente, los desfiles militares en EE. UU. se han llevado a cabo en tiempos de guerra, como fue el caso en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, y durante la investidura de John F. Kennedy en 1961, en un momento marcado por la escalada de la guerra de Vietnam.

Durante el evento, Trump proclamó que los soldados estadounidenses «luchan, luchan, luchan y ganan, ganan, ganan», lo que se puede interpretar como un mensaje de preparación para futuros conflictos bélicos. El presupuesto de defensa de su administración para el año fiscal 2026 prevé un récord de un billón de dólares, incluyendo 25 mil millones de dólares para el sistema de defensa antimisiles Golden Dome. El desfile sirvió también como una vitrina del armamento estadounidense, en un momento en que se anticipa que el complejo militar-industrial podría beneficiarse enormemente de los conflictos en Ucrania, Oriente Medio y otras regiones del mundo.

El desfile, además, parece haber sido una herramienta para que Trump consolidara su imagen de «hombre fuerte» en medio de crecientes divisiones internas en el país. El evento tuvo lugar en un contexto de violentas protestas en Los Ángeles, desatadas por la represión contra inmigrantes indocumentados, que luego se extendieron a otras grandes ciudades como San Francisco, Chicago y Nueva York. Aunque las protestas fueron en su mayoría pacíficas y se evitaron intencionalmente en Washington D. C. para no coincidir con el desfile, toda la ciudad fue designada como zona de exclusión aérea, y el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan estuvo cerrado durante el evento.

Las crecientes tensiones entre la administración Trump y la opinión pública reflejan una división cada vez más profunda en la sociedad estadounidense. La pregunta que queda es si esta ostentación militar servirá para frenar la tendencia de militarización de su administración o si, por el contrario, exacerbará las tensiones internas mientras desvía la atención de los problemas más apremiantes que enfrenta el país. Las implicaciones de este desfile, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo, podrían resultar graves en los días venideros, dejando una marca indeleble en la historia política del país y en su relación con la comunidad internacional.

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