Un coloquio sobre «La Historia de la Dictadura desde la Universidad de la República», se realizó en la Casa Mayor de Estudios y tuvo su mesa de con una actividad, titulada: «El golpe de 1973 y sus políticas de memoria: entre lo recurrente y lo nuevo». Contó con las ponencias de los docentes e investigadores de la Udelar, Aldo Marchesi, Mariana Achugar y Marisa Ruiz y la relatoría de Diego Sempol.
El portal de la Udelar realizó un resúmen de lo que fueron esas ponencias.
Aldo Marchesi señaló que siempre que hablamos de memorias sobre el pasado nos referimos a «presentes que pueden ser recortados de diferentes maneras». Para su análisis el investigador delimitó un espacio temporal que abarca los últimos diez años. Observó en ese período dos grandes momentos: uno de «nuevos fenómenos vinculados al momento progresista que tuvo un fuerte impacto en todos los debates sobre el pasado» y otro en los últimos cinco años, caracterizado por la «reemergencia de narrativas que son viejas y vuelven configuradas y renovadas fundamentalmente por nuevos actores políticos asociados al fenómeno global de la emergencia de la nueva derecha», que a la vez impactaron en algunos actores de los partidos tradicionales.
Se refirió a un artículo de su autoría de 2012, en el cual identificó dos grandes narraciones para pensar el pasado reciente, «dos núcleos interpretativos relacionados a configuraciones de bloques de memoria» que a la vez articulaban los debates del momento. Por una parte se sostenía «la narración de la guerra», donde se embanderaban sectores conservadores, democráticos o en algunos casos de carácter autoritario, y por otro lado la narración del Terrorismo de Estado, que agrupaba a sectores de las izquierdas, del movimiento social y en ocasiones del centro político. Esta tenía como punto de partida la narrativa militar, planteada ya en dictadura e incorporada por sectores civiles en los años noventa -en esto Julio María Sanguinetti «tiene un papel central»-, sostuvo. Agregó que en su opinión «esta idea de guerra es diferente de lo que muchas veces se ha entendido como teoría de los dos demonios», dado que «en esta narración la causalidad es única, se plantea que el problema fue la izquierda en los sesenta, ya sea en su dimensión armada o en su dimensión social y eso generó un proceso incontrolable, primero de caos y luego de demanda de orden que de alguna manera los militares cubrieron».
El tema feminista
Marisa Ruiz se refirió a las memorias feministas del Uruguay. Resaltó que la memoria del período represivo en el país se construyó en base a testimonios difundidos inmediatamente después de la dictadura, en especial acerca de la prisión prolongada que fue el instrumento específico de la represión en Uruguay. Predominaban los relatos masculinos y épicos, lo que contribuyó a crear una memoria emblemática de los varones en prisión. Uno de los mecanismos que contribuyó a esto según Ruiz fue el icónico, una muestra de ello fue la foto de la conferencia de prensa realizada en la sede de Padres Conventuales, en la que aparecían los rehenes hombres recientemente liberados a la salida de la dictadura y que se incorporaban a la vida democrática del país. Ruiz entiende que los rehenes fueron reconocidos por su historia de largo sufrimiento y legitimados en su calidad de combatientes, con lo que quedaron equiparados a las Fuerzas Armadas. Opina que con esto se fortaleció la teoría de los dos demonios que planteaba que había habido una guerra en la que la sociedad y los partidos políticos quedaron atrapados. «Se olvidaba de las mujeres, de las asociaciones sociales populares, de las acciones de la izquierda desarmada tanto en democracia como en dictadura», afirmó. Para definir esta coyuntura se refirió a Susan Draper, quien planteaba la producción de «una suerte de propiedad patriarcal de la memoria» por la que se recuerda socialmente según la consigna de los varones.
Memorias siguen en disputa
Mariana Achugar realizó un abordaje desde la comunicación y los estudios del discurso. Señaló que «pensar la memoria es pensar el pasado en el presente y también por qué el pasado sigue en el presente siendo primera plana», en este caso 50 años después. Esto se relaciona con la falta de justicia y la falta de información y «por otro lado con que las memorias siguen en disputa, no hay un consenso sobre qué pasó», planteó, e incluso la periodización respecto a estos hechos está siendo puesta en cuestión en este momento, no solo a nivel local.
A nivel público se observa que en las memorias hegemónicas se mantienen los dos grandes relatos: por una parte el de la guerra con sus variaciones, entre ellas la teoría de los dos demonios, que no proviene necesariamente del discurso militar «sino más bien desde el centro tratando de articular una salida que incluye a todas y todos y que libere de culpa al pueblo», que toma el lugar de la víctima de esta situación. En los últimos diez años, la nueva versión de este relato de guerra reacentúa uno de los participantes que se evalúa negativamente: la izquierda, y no solo la guerrilla. Achugar sostuvo que el discurso militar homogéneo se quiebra en los últimos años con los primeros juicios que establecen la culpabilidad de militares responsables de violaciones de los derechos humanos y muestra la idea de que «hubo excesos o acciones individuales incorrectas».