El nacionalismo popular en Argentina

Con este capítulo sobre el nacionalismo popular en Argentina, cerramos las presentaciones que comprendieron las experiencias de México, Brasil, Colombia, Bolivia y Perú.

En todos los casos las décadas de los cuarenta del siglo XX se caracterizan por haber servido marco histórico para estos procesos, con excepción del caso peruano que además de registrar episodios importantes en ese periodo, daría lugar al velasquismo en la década de los setentas.

Como se indicó, la segunda guerra mundial y la guerra fría sirven de marco general para la irrupción de movimientos que pretendieron darle protagonismo a los sectores sociales que hasta entonces habías estado completamente postergados en sus respectivos países.

De ese modo surgen organizaciones de los trabajadores amparadas por reformas en los marcos normativos y la concesión de derechos no reconocidos, como el voto femenino y una apertura hacia las poblaciones indígenas, completamente postergadas desde la conquista.

El nacionalismo popular, a diferencia de la revolución cubana a comienzos de los sesenta y posteriormente los casos de Nicaragua y Venezuela, busca afirmar valores de identidad nacional y hace del no alineamiento un principio distintivo fundamental.

A continuación se presenta una síntesis del peronismo argentino, el cual gravitó de manera determinante en la historia social y política de ese país.

El peronismo argentino

De los nacionalismos populares en América Latina, el Peronismo ocupa un lugar muy especial. Su huella persiste y es posible efectuar una periodización consistente en su primer y potente instalación, con el General Perón en su apogeo y la presencia inmensa de Eva Duarte, Evita, etapa ésta que da origen a esa alianza profunda y visceral del peronismo como expresión nacional y popular con su pueblo representado esencialmente por los humildes y los descamisados; un segundo momento que se inició con el violento derrocamiento de 1955 y dio origen al exilio y la resistencia peronista, etapa ésta en la que Argentina transitó por experiencias de gobiernos civiles y militares con un trasfondo ineludible que es el peronismo como presencia constante y casi dominante, a pesar de la ausencia física del líder en el país y de la proscripción del movimiento, hasta el retorno del General Perón en un episodio que pondría de relieve la nueva realidad de un país donde el peronismo pasaba a representar un espacio denso, cargado de formidables contradicciones, tal como habría de manifestarse en la dantesca recepción de su pueblo al general en el aeropuerto de Ezeiza, para dar lugar después de algunos vericuetos formales, a su nuevo gobierno, en un contexto completamente distinto al que tuvo lugar a finales de los cuarentas y primera mitad de los cincuentas. El nuevo gobierno logra concretarse en un contexto regional en el que la revolución cubana generaba adeptos en toda América Latina, con la presencia de la doctrina social de la iglesia redefiniendo su compromiso cristiano con los humildes y marcando una ruptura con las posiciones ortodoxas y conservadoras de la iglesia dominante hasta un pasado no distante y una presencia aplastante de la doctrina de la seguridad nacional que ya había hecho pie en 1964 en Brasil y que afilaba sus instrumentos para pasarle factura a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 en un Chile profundamente convulsionado.

El trasfondo en el que surge el primer peronismo, es el de un país donde el sector agrícola ganadero tiene fluidas relaciones con Inglaterra, mientras que otros grupos también dominantes vinculados a sectores financieros e industriales, tienen canales de entendimiento fluidos con los Estados Unidos. Hay un trasfondo que se arrastraba de gobiernos conservadores de los años treinta qué, como consecuencia de la crisis mundial de 1929, promueven a partir de la segunda mitad de esa década un proceso de recuperación industrial que se encuadra dentro de lo que conoce como la fase de la sustitución de importaciones. Desde el punto de vista de las consecuencias sociales, la sustitución de importaciones alentó corrientes migratorias desde el campo hacia las ciudades y la conversión, mayoritariamente, de esta población en trabajadores industriales.

En el mes de junio de 1943 se verifica un golpe de estado militar y Perón fue inicialmente designado como Secretario de Guerra, para ser posteriormente puesto al frente de la Secretaria de Trabajo y Previsión. Este es el punto de partida de la construcción de un inmenso vínculo con las organizaciones sindicales, las cuales cargaban sobre sus hombros tradiciones socialistas, anarquistas, cristianas e inclusive, comunistas.

En tal contexto, uno de los hechos que habrían de tener grandes consecuencias en la evolución posterior fue la iniciativa de Perón para decretar la ley de paritarias mediante la cual establecía la obligación a las patronales de discutir en paridad de condiciones con los representantes de los trabajadores, un tema tan delicado como los salarios. Además promulgó la ley de Asociaciones Profesionales, punto de partida para el reconocimiento de las organizaciones de los trabajadores desde la perspectiva de su rama de actividad, confiriéndoles personería jurídica, ley de jubilaciones, alcanzando este beneficio a más de dos millones de trabajadores. Avanzó con temas tan sensibles como la aprobación de estatutos para los gremios, el pago de salario vacacional, aguinaldos, prevención de accidentes. La influencia creciente de Perón en el movimiento obrero fue de tal magnitud que ante la presión de los sectores más conservadores de la sociedad, un sector del ejército lo apresó en Octubre de 1945 y ello dio lugar a un acto fundamental y definitivo en la historia posterior del país: el movimiento obrero organizado logró mediante la activa movilización popular su liberación el 17 de octubre de ese mismo año y la consecuencia es que se empiezan a sentar las bases para la conformación del Partido Justicialista que inmediatamente tendrá como candidato a la presidencia de la Nación al Teniente General Juan Domingo Perón, quien acompañado de Hortensio Quijano, triunfará con más del 60% de los sufragios a su favor y asumirá su primer mandato el 24 de febrero de 1946.

Perón promovió la industrialización, junto con una formidable expansión del mercado interno, profundizó el proceso de desarrollo del aparato sindical y una notable ampliación de los derechos políticos, laborales, culturales y sociales. Se estableció el derecho del voto femenino y así quedó resuelto el sufragio universal en Argentina. También concedió derechos políticos a los pobladores de los territorios nacionales, a los cuales dio el carácter de provincias.

En el campo de las organizaciones sindicales, la prevalencia del socialismo revolucionario fue rápidamente dejada a un lado, dando lugar a un creciente alineamiento de los trabajadores con el liderazgo peronista, que terminó consolidando a través de la conformación de la Confederación General del Trabajo en calidad de central unitaria.

En ese primer gobierno se construyeron 217.000 viviendas para la población en general y para la población trabajadora se construyeron 350.000 viviendas a lo largo y ancho de todo el país.

En el campo de los derechos humanos se estableció la igualdad de género, se promovieron los derechos de la infancia y la protección a la tercera edad. En el campo económico, fundó su estrategia en el fortalecimiento del mercado interno, promoviendo la industrialización sustitutiva de importaciones. Nacionalizó los ferrocarriles, el comercio exterior, la marina mercante, el servicio telefónico y fue el creador de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (SOMISA).

En materia de educación y cultura, estableció la gratuidad de la enseñanza universitaria. Creó la Comisión Nacional de Energía Atómica en 1950 dando inicio al plan nuclear argentino.

También desarrolló una estrategia geopolítica consistente en mantener la equidistancia entre la URSS y Estados Unidos y promovió el fortalecimiento de las relaciones entre los países latinoamericanos.

La resistencia al peronismo abarcaba un amplio espectro que desde el punto de vista social involucraba a sectores vinculados al latifundio, la industria, las finanzas y en lo político a los partidos conservadores, a importantes sectores del radicalismo y la iglesia. A instancias de todos estos sectores contrarios al programa de nacionalismo popular, fueron los propios militares quienes inicialmente liderados por Lonardi en Córdoba iniciaron el golpe de estado y lo completaron a sangre y fuego con múltiples episodios sangrientos como el protagonizado por tanques ametrallando manifestaciones o el bombardeo a multitudes. La iglesia católica, al igual de lo que aconteció en Colombia para derrocar a Rojas Pinilla, jugó un papel decisivo, convirtiendo parte de su infraestructura como el Colegio Católico San José de Córdoba en centro de entrenamiento militar y en depósito de armas.

Con Perón en el exilio, el pueblo argentino trabajador siguió profesando su compromiso con su líder proscrito y la frágil restauración «democrática» impulsada por los sectores conservadores en anuencia con los militares, ensayó opciones tales como la elección de Arturo Frondizi, así como los gobiernos civiles y militares que se sucedieron hasta el retorno de Perón, los cuales nunca gozaron de la debida legitimidad, pues más del 50% de la voluntad popular estaba arbitrariamente proscrita.

En la Argentina de la resistencia, el peronismo habrá de desarrollar vertientes fuertemente influenciadas por el pensamiento promovido por la revolución cubana y sectores nacionalistas de derecha que, si bien abrazaban su propia versión del peronismo, tenían una visión profundamente contraria.

En el seno del peronismo se incubaron expresiones políticas antagónicas y todas clamaban por ser la interpretación correcta de la voluntad política del general. Tras su muerte, el gobierno de Isabel Martínez de Perón transitó un breve trecho cargado de confusiones, que finalmente desembocó en el golpe militar con el que se inició una de las dictaduras militares más trágicas de las que se recuerdan en la historia política de América Latina.

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