Mientras el mundo entero vuelve a condenar en Naciones Unidas el bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos impone a Cuba desde hace más de sesenta años, el gobierno uruguayo encabezado por Yamandú Orsi mantiene una postura ambigua y evasiva, rehusandose a asumir una posición clara y firme frente a una de las injusticias más persistentes de nuestra época.
Uruguay, país con una larga tradición de solidaridad latinoamericana y defensa del derecho internacional, parece hoy mirar hacia otro lado cuando se trata de condenar un bloqueo que asfixia a once millones de cubanos y cubanas, impidiéndoles el acceso a recursos esenciales, medicinas, alimentos y combustible.
Ni una sola declaración contundente, ni una palabra de condena, ni un gesto de respaldo público a la isla que tantas veces tendió su mano a los pueblos del continente.
Las organizaciones sociales y políticas que integran el movimiento de solidaridad con Cuba en Uruguay han expresado su profunda preocupación por este silencio oficial, interpretado como una renuncia moral a los principios históricos de la política exterior uruguaya.
“Uruguay no puede permanecer neutral frente a un crimen económico que viola los derechos humanos más elementales”, señalaron desde la Coordinadora de Solidaridad con Cuba. “Callar ante el bloqueo es avalar la agresión.”
El bloqueo estadounidense, reforzado por 243 medidas adicionales impuestas durante la administración Trump, continúa siendo el principal obstáculo para el desarrollo de Cuba. Estas medidas no solo prohíben transacciones comerciales, sino que penalizan a empresas de terceros países, restringen remesas, limitan vuelos y bloquean operaciones financieras internacionales.
En plena pandemia, el bloqueo impidió incluso la compra de insumos médicos y respiradores, configurando una verdadera política de castigo colectivo.
El gobierno de Orsi, que se presenta como progresista y latinoamericanista, evita pronunciarse, priorizando vínculos económicos y políticos con Washington por encima de la coherencia con los valores de soberanía y solidaridad continental.
Este silencio cómplice contrasta con la actitud del pueblo uruguayo, que a través de sindicatos, organizaciones barriales y movimientos estudiantiles, mantiene viva la solidaridad con Cuba. Desde brigadas médicas y culturales hasta pronunciamientos públicos, Uruguay ha sido históricamente un territorio amigo de la Revolución Cubana, una relación que hoy parece relegada a los márgenes de la diplomacia oficial.
Para muchos analistas, esta postura “prudente” refleja una continuidad del alineamiento pasivo con la política exterior estadounidense, disfrazada de “neutralidad”. Pero en cuestiones de derechos humanos y soberanía, la neutralidad es complicidad.
“No se puede hablar de una América Latina unida mientras se ignora el sufrimiento de un pueblo hermano bloqueado por el imperialismo. Uruguay debería estar del lado de la justicia, no del silencio”.
Cuba ha demostrado su solidaridad con Uruguay en momentos difíciles: envió médicos, compartió tecnología, abrió sus universidades a cientos de estudiantes uruguayos. Hoy, cuando el país caribeño enfrenta una agresión económica sin precedentes, esperaría al menos una palabra de respaldo desde Montevideo.
El silencio del gobierno uruguayo ante el bloqueo a Cuba no es solo una falta diplomática: es una herida moral, una claudicación frente a la historia de independencia y dignidad que siempre caracterizó al país.
Porque en América Latina, guardar silencio ante la injusticia es una forma de traición.
El contexto es que hace más de seis décadas, Cuba enfrenta uno de los actos de hostilidad económica más prolongados y crueles de la historia moderna: el bloqueo impuesto por Estados Unidos, una política que busca asfixiar la economía, aislar diplomáticamente a la isla y quebrar la voluntad de un pueblo que eligió un camino soberano, socialista y solidario.
Lejos de ser una simple medida comercial, el bloqueo constituye una guerra económica de amplio espectro, con efectos directos sobre cada aspecto de la vida cotidiana. Desde 1962, Washington ha tejido una red de sanciones, restricciones financieras y presiones diplomáticas que impiden a Cuba comerciar libremente, acceder a créditos internacionales, importar combustibles o comprar medicamentos.
A ello se suman las 243 medidas coercitivas adicionales impuestas por el gobierno de Donald Trump —y mantenidas por las administraciones anteriores— que intensificaron la persecución económica, incluso durante la pandemia de COVID-19.
Estas medidas prohíben transferencias bancarias, obstaculizan el envío de remesas, impiden vuelos y operaciones marítimas, y penalizan a empresas de terceros países que comercian con Cuba. Todo ello configura una política de castigo colectivo, en violación abierta del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas.
Según estimaciones oficiales, el bloqueo ha provocado daños acumulados superiores a los 160.000 millones de dólares, equivalentes a la destrucción de una economía entera. Pero su verdadero impacto se mide en vidas humanas: niños que no pueden acceder a medicamentos, hospitales que carecen de insumos, proyectos científicos demorados, industrias paralizadas por la falta de piezas o repuestos, y familias que ven limitadas sus posibilidades de progreso.
Cuba resiste con dignidad. A pesar del cerco económico, el país mantiene su sistema de salud gratuito y universal, desarrolla vacunas, forma médicos que asisten en más de 60 países, y continúa apostando por la educación, la cultura y la cooperación internacional.
El bloqueo busca quebrar esa resistencia moral y política, pero ha conseguido el efecto contrario: reforzar la solidaridad interna y la admiración de los pueblos del mundo.
Organizaciones sociales, sindicales y movimientos políticos de América Latina y el Caribe denuncian enérgicamente año a año la vigencia del criminal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba, y en particular las 243 medidas coercitivas adicionales que endurecen aún más una política de asfixia económica que ya supera seis décadas de agresión sistemática. Estas medidas, adoptadas por el gobierno de Donald Trump y ratificadas por la actual administración estadounidense, no son simples sanciones: constituyen un acto de guerra económica, una violación abierta al derecho internacional y a los derechos humanos de once millones de cubanos y cubanas. Se trata de una estrategia deliberada de estrangulamiento, orientada a provocar desabastecimiento, sufrimiento y desesperanza, con el objetivo de quebrar la voluntad soberana de un pueblo que decidió construir su propio destino sin tutelajes.
Las 243 disposiciones ilegales incluyen desde la persecución financiera a empresas y bancos extranjeros que comercian con Cuba, hasta la prohibición de enviar remesas, la suspensión de vuelos, la limitación del turismo, y el bloqueo de acceso a combustibles, medicamentos e insumos médicos. Ni siquiera en los momentos más críticos de la pandemia de COVID-19 se suspendieron estas medidas; al contrario, fueron endurecidas con saña, impidiendo la compra de respiradores y equipos sanitarios vitales.
Según datos del propio gobierno cubano, las pérdidas acumuladas por el bloqueo superan los 160.000 millones de dólares, equivalentes a varias veces el presupuesto anual del país. Pero más allá de las cifras, el verdadero impacto se mide en hospitales sin medicinas, escuelas sin recursos, y familias enteras sometidas a privaciones impuestas desde un poder extranjero que pretende castigar la dignidad.
Cada una de las 243 medidas constituye un eslabón más en la cadena de agresión imperialista que busca someter a Cuba y convertirla en ejemplo de castigo para quienes se atrevan a desafiar la hegemonía estadounidense en la región. A pesar de ello, Cuba no ha claudicado, continúa apostando por la solidaridad, la ciencia y la cooperación internacional, enviando médicos y vacunas a otros países, demostrando que la ética revolucionaria supera cualquier bloqueo.
La Asamblea General de las Naciones Unidas ha condenado de forma abrumadora —más de treinta veces consecutivas— esta política ilegal. Sin embargo, Washington desoye el reclamo mundial, manteniendo una práctica que atenta contra los principios de soberanía, igualdad entre los Estados y libre determinación de los pueblos.
Ante esta situación, la Campaña Continental por el Levantamiento del Bloqueo a Cuba convoca a redoblar la movilización popular, denunciar el silencio mediático y exigir el fin inmediato de las medidas coercitivas unilaterales.
“El bloqueo es un crimen que se ejecuta cada día contra un pueblo digno. No hay argumento político ni moral que lo justifique”, señalaron los organizadores en un comunicado conjunto.
¡Cuba tiene derecho a vivir, crear y desarrollarse!



EL «SILENCIO» QUE SE MENCIONA RSPECTO AL «BLOQUEO» ES CORRECTO Y ADECUADO DADO QUE NO ES UN BLOQUEO ES UN EMBARGO……….CUBA PUEDE NEGOCIAR CON QUIEN QUIERA SI NO LO HACE ES PORQUE NO TIENE CON QUE HACERLO. SIN EMBARGO COMPRA ALIMENTOS Y MEDICAMENTOS A LOS EEUU A URUGUAY TAMBIEN LE COMPRO EN ALGUNO MOMENTO PERO NO PAGO, PASARON AÑOS SIN PAGAR, MAS O MENOS LO MISMO QUE SUCEDIO CON VENEZUELA…. ENTRE OTRAS COSAS QUEDA DEMOSTRADO QUE LAS DICTADURAS NO CUMPLEN, NO LO HACEN EN TODA LA EXTENSION DE LO POSIBLE…….NO CUMPLEN NI CON SU PUEBLO, NI CON SUS RESPONSABILIDADES NACIONALES O INTERNACIONALES. SINTESIS -CON NADIE.
La dictadrua uruguaya tampoco pagaba. El FMI se aburrió de bancar dictadores que no devolvían nada y por eso apuraron la cosa para que se tomaran el raje. Y si es por deber, el principal deudor a nivel universal es EEUU…, claro corre con la ventaja que ellos no tiene por qué pagar. El embargo, el bloqueo, son medidas criminales. Es atroz que un gobierno poderoso bloquee el comerciode otro país sólo porque no le ce simpático a su gobierno. Si es por dictauras, bancaron la de trujillo en República Dominicana, al El Salvador, , de Arbenz en Guatemala, las dictaduras del Cono Sur Pinochet, Banzer, Videla & Cía, Bordaberry y su seguidores, Stroessner, la de Brasil… Bancaron años a Somoza en Nicaragua, y ahora soportan la dictadura de Ortega porque les da vía libre a las empresas extranjeras. Para hablar, simplemente opinando, hay que documentarse. Y para juzgar, hay que tener credenciales.
ES REALMENTE PENOSO QUE UN LUMPLEN, PARTE DEL PICHAJE DIGA QUE HAY QUE DOCUMENTARSE Y QUE PARA JUZGAR HAYA QUE TENER CREDENCIALES. PARECE UNA JODA PARA TINELLI, ESTA BACTERIA SE OLVIDO ??????? QUE SUS «Dcocumentos» le hicieron escribir que había muerto macarena gelman, que LOS ACTOS DE LOS CHANTAS DE CONEXION GANADERA «DIERON COMO CONSECUENCIA LAS DIFICULTADES DE LOS FRIGORIFICOS EXPORTADORES DE CARNE PUES SE VERÍAN AFECTADOS EN LOS PRECIOS DE VENTA, QUE WILSON HABIA CREADO EL INC, SE PODRIA SEGUIR PERO SE PREFIERE CONTESTARLE. PUNTO A PUNTO… ¿QUE TIENE QUE VER HOY? LA DICTADURA DE URUGUAY NO PAGABA (LO CUAL NO ES CIERTO, PERO NI ME VA NI ME VIENE) ES ALGO COMO DECIR – MI VECINA TIENE UN BIOMBO.. NO OLVIDAR QUE EL PC APOYO LOS COMUNICADOS 4 Y 7 DE FEBRERO DEL 73…..(pOR LAS DUDAS ¿no?) , PERO APELO A LOS ENCARCELAMIENTOS DE SU PUEBLO..¿» es «atroz» » ¡VAYA QUE DELICADEZA SOS TRANS??? TRABAJAS HACIENDO DRAG QUEEN ???? SI UN PAIS BLOQUEA A OTRO, ES SENCILLAMENTE QUE NO LE COMPRARA COSA ALGUNA, POR LO TANTO EL EMBARGADO PUEDE VENDER EN OTRA PARTE….. COMO CUALQUIERA. EEUU NO NO NO LE COMPRA A CUBA PERO SI SI SI SI LE VENDE. PORQUE EL FRACASO DEL SISTEMA HIZO ESTRELLAR LA ECONOMIA, INCLUSO LA O….. EN CUANTO A LAS DICTADURAS… EL PICHAJE APLAUDE A MADURO, A PETRO, A NICARAGUA A CUBA……. A HAMAS….
Y ESTE QUE ESCRIBE O SEA LA BACTERIA SE JACTA DE ……..¿DE QUE? dESDE LA ISLA VENDIO Y LE COMPRO A URUGUAY. EL DETALLE ES QUE NO NOS PAGO……. TAMBIEN NEGOCIO CON ARGENTINA…. PERO AL FINAL LO MISMO NO PAGO… Y VENDIO A BRASIL… A CHILE…..DE MANERA TAL ¿EN QUE ESTA BLOQUEADO EL COMERCIO EXT. DE CUBA? EN NADA EN NADA….. , PUES NO PAGARON A NADIE… SOLO FUNCIONARON REGULARMENTE HASTA LA PERESTROICA QUE LOS MANTENIA MAS O MENOS A FLOTE……