El Sistema Monetario Mundial está en crisis

¿Por qué el dinero del Estado no es gratuito?

Papelitos y serpentinas de una gran carnestolenda consistente en obtener dinero del dinero. O sea: de la nada. Ni tan siquiera del papel moneda que por lo menos contiene celulosa reciclable o puede llegar a sustituir al higiénico. Tan nada de nada que basta con la levísima energía de teclear Enter, para que siderales sumas financieras viajan por el Planeta, de un lado a otro, a la velocidad de la luz.

El más grande Casino Online que la locura humana haya concebido. Especulación químicamente pura. Timba sin relación alguna con la economía real como no sea la de aplastarla. Pura ficha. Y ni eso: apenas virtuales asientos electrónicos.

Imaginemos por un instante lo que podría ocurrirle a Estados Unidos cuando, al igual que nosotros, necesite conseguir otras «divisas» para adquirir ciertos bienes.

Cuando se termine ese considerable privilegio de imprimir dinero a su conveniencia.

Como a veces no hay mal que por bien no venga, este evento histórico podría, tal vez, liberarnos finalmente de un Sistema Monetario calamitoso cuyo objetivo principal es someternos universalmente al Capital Financiero.

Ese que genera ganancias a partir del dinero. Es decir, a partir de nada.

Mejor dicho: aquel que se dedica a producir dinero dentro de un sistema monetario diseñado para que ellos obtengan beneficios provenientes de absolutamente nada. Una maravilla.

¿Cuál es la razón por la que el dinero emitido por el Estado (que en Uruguay tiene el monopolio) debe cobrar intereses cuando es prestado?

O formulada de otra manera: ¿por qué el dinero del Estado no es gratuito?

O planteada de un tercer modo: ¿por qué la Sociedad, creadora del dinero por su confianza en él, o en la Ley que establece su aceptación obligatoria, debe pagar intereses por su propio dinero?

Por el que está dispuesta a utilizar para intercambiar sus bienes y su trabajo. Por el que no tiene valor más que el que ella le confiere al creer en él.

Toda moneda es una promesa de pago: confiamos en que con ella podremos adquirir bienes ajenos. Su valor no reside en el presente, sino en el futuro (cuando realmente compremos algo con ella). Cada billete de curso forzoso es, desde su creación, una deuda con todos.

Sin embargo, en un caso único y excepcional en la economía real, los acreedores terminan pagando intereses al deudor.

¿Por qué un empresario debe pagar intereses por el dinero del Estado que le presta el mismo Estado? ¿Por qué lo debe hacer también un trabajador?

Estas preguntas, y la búsqueda de respuestas, son algunas de las tareas más relevantes que enfrentamos en estos tiempos de crisis mundial.

Incluso es pertinente cuestionar cuál es la Moneda Nacional. Porque, en este punto, nos encontramos con un monedero confuso: ¿Es el Peso, la Unidad Indexada, la Unidad Reajustable, la tarjeta del MIDES…? Podríamos seguir, pero: ¿cuál es la verdadera entre tantas?

Hay un indicio: el Banco Central, que emite Pesos, lleva sus cuentas y mide su capital en Unidades Indexadas (incluso por Ley). «Haz lo que digo, pero no lo que hago».

Como un dueño de restaurante que no consume su propia comida y, aún peor:

como si además los vecinos tuvieran que, por Ley, comer en ese restaurante.

Si la Unidad Indexada es tan crucial hasta el punto de endeudarnos como país en ella, ¿por qué no se utiliza para medir otras cosas? ¿Por qué no indexamos también al dólar para evaluar, por ejemplo, nuestras Reservas o nuestro PBI? ¿Por qué nosotros sí y ellos no?

Esa moneda paralela (¿o alternativa?) la establece el INE (que, sin embargo, dicen que no es Autoridad Monetaria, pero de alguna manera actúa como tal), lo que hace que controlar a ese organismo y sus estadísticas, así como establecer de qué se componen y quién define sus componentes, sea un asunto de vital importancia. Pasando desapercibido como un oso polar en casa.

La cuestión de la Moneda (esencia del Poder) es de tal gravedad en el momento actual que no debe dejarse exclusivamente en manos de dos oficinas herméticas.

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