Es talento y está lento

La característica nacional indiscutible

Uruguay es talento. Y también es lento. Un país donde las ideas nacen rápido, pero los trámites tardan años; donde el ingenio abunda, pero el impulso se mide en pasos de tortuga. Somos una sociedad capaz de producir científicos brillantes, músicos admirados, deportistas admirables y escritores premiados… pero incapaz de decidir si poner o no un semáforo en una esquina.

Aquí el talento florece en los márgenes, pese al sistema y no gracias a él. Cada iniciativa parece tener que pedir permiso tres veces: al Estado, a la costumbre y a la desconfianza colectiva. Uruguay es esa orquesta en la que todos saben tocar, pero nadie se anima a empezar la melodía.

Nos enorgullece nuestra calma. Nos gusta decir que “acá las cosas se hacen bien, aunque demoren”. El problema es que a veces demoran tanto que el mundo cambia de siglo mientras seguimos discutiendo si es prudente o no modernizar un reglamento de 1952. Somos el país donde la burocracia envejece mejor que las leyes, y donde el “vamos viendo” se convirtió en política pública.

La lentitud uruguaya tiene una estética propia: es razonable, educada, con tono reflexivo y apariencia de prudencia. Pero detrás de esa serenidad se esconde algo más simple: miedo al cambio. Nos da terror equivocarnos, por eso preferimos no movernos. El inmovilismo se disfraza de equilibrio, y la inacción, de madurez democrática.

Y sin embargo, el talento está ahí, agazapado. Jóvenes que programan desde el interior, docentes que inventan métodos, emprendedores que exportan innovación, artistas que emocionan en escenarios extranjeros. Es un país lleno de luces que brillan por sí solas, pero sin un sistema que las conecte. Uruguay es un laboratorio de genialidades individuales en un marco colectivo que todavía funciona a pedal.

Lo curioso es que esta lentitud no escandaliza a nadie. Nos acostumbramos a ella como quien acepta que el ómnibus siempre llega tarde. Lo asumimos con resignación folclórica: “esto es Uruguay”, decimos, con una mezcla de orgullo y resignación. Nos reímos, porque es más fácil que indignarse.

Pero el humor no resuelve los atrasos. La lentitud tiene consecuencias: oportunidades perdidas, jóvenes que emigran, proyectos que se agotan antes de nacer. El talento no se marchita por falta de capacidad, sino por exceso de trámite, por inercia institucional, por miedo al riesgo.

Quizás ha llegado el momento de aceptar que la lentitud no es prudencia, sino comodidad. Que el talento necesita movimiento, y que el futuro no espera a los países que siguen debatiendo si deben arrancar.

Uruguay puede seguir siendo “talento y lento”, una simpática paradoja que nos hace sentir distintos. O puede decidir ser lo que siempre prometió: un país chico con ambición grande. Tal vez solo haga falta lo que tanto nos cuesta: apretar el acelerador, aunque sea un poco. Porque el talento, cuando se detiene demasiado, termina pareciéndose al olvido.

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3 Comentarios

  1. EL TEXTO ES POSITIVISTA Y AMBICIOSO EN SUS ENTRAÑAS, LA UNICA PARTE QUE NO ES FACIL CREER O COMPRENDER O QUIZAS APOYAR, ES QUE SIEMPRE ES PRECISO RECORDAR, LA FALTA DE EDUCACION QUE CRECE Y SE EXPANDE ESE ASPECTO, EL QUE NO PERMITE SACAR LA «MODORRA» PUES AL FINAL TODO SE MIDE EN LOS VOTOS QUE PODRAN PERDER.

  2. POR ESO EN LOS 5 AÑOS DEL MULTIKKISMO RETROCEDIÓ LA EDUCACIÓN , HASTA HUBO TINTES DE AUTORITARISMO CON SILVA Y DA SILVEIRA A LA CABEZA. DOS ENANOS DE LA EDUCACÍON. A MÍ ME PASÓ, HOY ESCRIBO EN MAYUSCULAS POR FALTA DE LA DE EDUCACIÓN EN LA CHACRA DE MI PATRÓN.

  3. Bien por el editorial, nunca es lindo que nos pongan frente a un espejo y nos muestren nuestras deficiencias y carencias. Así somos, creo que esa cultura, porque ya tiene mucho tiempo de instalada, no es nuestra escencia. El Uruguay supo ser pujante, audaz y progresista. Algo por allá en la decada del 50 fue cambiando y nos cuesta volver al rumbo original. Lo primero es reconocer la situación, ahora a cambiarla.

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