Hora de reasignar prioridades

Sergio Requel - Presidente de la Federación COVIPRO

El cooperativismo es, sobre todas las cosas, una alternativa imprescindible al modelo de producción, acumulación y distribución que ofrece la sociedad capitalista en el mundo entero, donde la voracidad especulativa y las ganancias están por sobre cualquier otro interés. Como se sabe, más de mil millones de personas a lo largo del planeta dependen de las cooperativas, ya sea de forma directa o indirecta. Construyen, desde allí, una economía basada en valores colectivos, solidarios, vinculada al cuidado del medioambiente -cuya centralidad hoy ocupa cualquier idea societal transformadora-; conecta a mujeres y hombres en pie de igualdad y establece que los beneficios sean distribuidos equitativamente; nos asegura una democracia directa -que debiera ser además participativa- donde las decisiones deben tomarse por el conjunto de personas involucradas en el quehacer grupal. En definitiva, sienta las bases de un modelo de desarrollo económico, social, político y cultural diametralmente opuesto al que vivimos.

En nuestro país el cooperativismo tiene larga data y un arraigo social importante. En muchos casos se asocia, además, a un modelo organizador de resistencia, con dinámicas territoriales únicas, transformadoras del espacio y la vida social. Es insoslayable, desde ese lugar, no referenciar a las cooperativas de vivienda como un paradigma que trascendió las fronteras nacionales.

Son decenas de miles las familias que hoy habitan en ellas desde hace más de cincuenta años en todo el país. Y no grupos cualquiera: son familias trabajadoras que han podido acceder a su casa con todo lo que ello implica. En algunos casos, tres generaciones son parte del sistema y lo han reproducido. No sólo construyeron su vivienda con esfuerzo propio: también ayudaron a construir hábitat, barrio, educación, salud. Fueron y son promotores de generar los nexos que dialogan con el entorno para transformar la calidad de vida de todas y todos, sean cooperativistas o no. En muchos sitios hoy hay escuelas, policlínicas, bibliotecas, polideportivos, espacios públicos, transporte, donde hasta hace poco había nada.

No obstante las políticas del Estado, muchas veces -la mayoría tal vez- no acompañan la trascendencia que tiene el sistema en la cotidiano para la gente que lo integra. De hecho se ha priorizado la especulación y la exoneración impositiva para el capital en detrimento de las necesidades urgentes que tienen miles de uruguayos. En el último quinquenio hemos sufrido recortes, demoras, malas decisiones, que impiden el desarrollo normal de las cooperativas de vivienda. Los discursos de las jerarquías gubernamentales no se condicen con los datos de la realidad: los sorteos se achicaron, las escrituraciones se enlentecieron, no hubo entregas de tierras de la cartera nacional y -como si fuera poco- casi 5.000 viviendas cooperativas son el cuello de botella que recibirá el próximo gobierno a la espera del dinero para empezar a construir.

Lo anterior exige una revisión inmediata y un reacomodo de las decisiones en función de las demandas urgentes. El Día Internacional del Cooperativismo, por cierto, es una fecha para conmemorar lo hecho que no es poco. Pero también, y sobre todas las cosas, para visibilizar las dificultades que atravesamos y la necesidad imperiosa de transformar esa realidad.

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